Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros… Pero cuando venga el Consolador… él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.
Juan 15:18, 26-27
Es extraordinario que nuestro Señor pasase rápidamente de Sus palabras acerca del amor los unos para con los otros a esta palabra acerca del odio del mundo hacia el cristiano. “El mundo” se refiere a la sociedad secular. No se trata de la humanidad. La humanidad no odia a la iglesia, es el mundo el que odia a la iglesia y al Señor de la iglesia. El mundo es la sociedad organizada sin Dios, pero con su propia moral, normas y sistemas de valor. Es lo que normalmente llamamos “el sistema”, y es lo que odia a los creyentes y no quiere tener nada que hacer con ellos.
¿Cuál debe ser la actitud del cristiano frente a esta clase de mundo en el que todavía vivimos? La respuesta de nuestro Señor se encuentra en los versículos 26 y 27. Él dice: “Cuando haya venido el Espíritu de Dios, vosotros daréis testimonio a este mundo”. El mundo no debe ser abandonado en su rechazo sin esperanza de Cristo, a pesar de que se haya resistido y rechazado la verdad cuando sabía que era la verdad.
Cada uno de nosotros hemos hecho esto, a pesar de lo cual, Dios no nos abandona. Incluso cuando estaría totalmente justificado en darnos la espalda y alejarse de nosotros, dejándonos a nuestras propias consecuencias, Él no lo hace, sino que continúa dando testimonio ante el mundo.
De manera que el cristiano no debe tomar represalias ni resentir el odio y la persecución del mundo; no debemos ser vengativos ni devolver mal por mal. Más bien, hemos sido exhortados a devolver bien por mal. ¡Tampoco tenemos que retirarnos del mundo, separarnos de él y construir un gueto cristiano en el que ocultarnos y después tirar folletos al otro lado del abismo! Sino que debemos movernos en el mundo, vivir en medio de él como lo hizo Jesús y dar testimonio de la verdad, a pesar de que el mundo la rechaza con frecuencia. Esto es algo que debemos hacer por amor a aquellos que recibirán, que creerán y que aceptarán la Palabra.
Éste es un doble testimonio. Principalmente es el testimonio del Espíritu Santo, que hace lo que no puede hacer ninguna persona. El Espíritu de Dios abre los corazones, elimina la ceguera y abre las mentes para que puedan entender. Él da testimonio de que una palabra es verdad; le da un toque de autenticidad, de manera que el poder del testimonio depende del Espíritu, no de nosotros. Como indica Jesús aquí, también nosotros debemos dar testimonio como lo hicieron los apóstoles respecto a lo que vieron y oyeron y lo que ellos mismos experimentaron. Ése es el lugar en el que se encuentra todo cristiano. Justo antes de Su ascensión Jesús dijo: “pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos” (Hechos 1:8a). Todos debemos ser testigos de lo que Jesús ha sido para nosotros, de lo que hemos experimentado, de lo que ha sucedido en nuestras vidas y lo que Él ha hecho por nosotros.
Y el Espíritu Santo dará testimonio con esto, usando estas palabras, por sencillas que puedan ser, para abrir las mentes y actuar en los corazones endurecidos, atravesando y derribando las barreras y haciendo que las personas estén abiertas a la Palabra. De este modo, la labor de la iglesia es dar testimonio ante un mundo de odio.
Señor, Tú me has puesto en este mundo. Permite que sea Tu testigo hoy en todo lo que diga y haga.
Aplicación a la vida
¿Cuál es nuestra reacción cuando vemos o sentimos el odio en el mundo? ¿Cómo podemos ser testigos efectivos?