De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
Juan 16:20
La preocupación de los discípulos tenía que ver con el tiempo que iba a durar la ausencia de Jesús. Jesús había dicho: “un poco y no me veréis”, y sus discípulos inmediatamente se quedaron con las palabras: “un poco”. Sus corazones se sintieron dominados por el temor, y se dijeron a sí mismos: “¿A cuánto tiempo se refiere?”. Ellos fijaron su atención en esto además de las palabras: “porque yo voy al Padre”. Los discípulos se preguntaron: “¿Por qué tiene que suceder esto? ¿Qué quiere decir con: ‘porque yo voy al Padre’?”. Usted se dará cuenta que lo que les preocupaba era el cuándo y el por qué.
¡Si usted y yo hubiésemos estado allí, eso es exactamente lo que habríamos preguntado! Siempre nos preocupa cuánto tiempo va a durar una prueba, y además nos preguntamos por qué tenemos que pasar por ella. ¿No son éstas las preguntas que nos hacemos inevitablemente y siempre que tenemos problemas: “¿por qué?” y “¿durante cuánto tiempo?”. Pero cuando Jesús contesta a los angustiados discípulos, hace caso omiso a toda la cuestión del tiempo. Su respuesta enfatiza el proceso y el resultado que ha de seguir con toda seguridad. A Jesús no le preocupa el “¿por qué?” ni el “¿durante cuánto tiempo?”, sino el “¿cómo?” y el “¿qué?”. Les deja perfectamente claro que un tiempo de sufrimiento es inevitable y que Él no puede hacer que ellos se libren de este tiempo. Habrá un tiempo durante el cual llorarán y lamentarán; estarán sufriendo durante el tiempo que el mundo que les rodea estará regocijándose. “Pero”, les dice, “vuestro sufrimiento se convertirá en gozo”. El tiempo que llevará no es significativo; lo que importa es el resultado.
Ésta es una lección muy importante que debemos aprender. Yo le he estado diciendo al Señor: “¿Durante cuánto tiempo tengo que pasar por esto?”. Y el énfasis del Señor sólo tiene que ver con lo que sucederá al final, con el gozo que es seguro. Para ilustrar esto, el Señor usó la preciosa figura relacionada con dar a luz. Cuando un bebé está siendo dedicado, el rostro de la madre es una imagen de gozo. ¿Qué es lo que produce el gozo? El bebé. Pero, unas pocas semanas antes, esa misma madre estaba angustiada y con dolor. ¿Qué era lo que estaba causando el dolor? El bebé. En otras palabras, la misma cosa que causó el sufrimiento, más adelante causaría el gozo.
Esto es diferente de lo que normalmente pensamos. La mayoría de nosotros damos por sentado que nuestro sufrimiento se va a ver reemplazado por el gozo, pero la promesa de Jesús es que la misma cosa que ha causado el sufrimiento va a ser causa de gozo. Ésta es una revelación de uno de los más grandes principios característicos del auténtico cristianismo, una de las maneras mediante la cual el Señor obra en nuestra vida. Él toma lo que nos está causando sufrimiento y lo convierte en una causa de gozo.
Señor, Tú obras de maneras tan maravillosas. Yo confío que Tú tomarás lo que es causa de sufrimiento y lo convertirás en un motivo de gozo.
Aplicación a la vida
En los tiempos de dificultad, ¿nos concentramos en cuánto va a durar esa prueba? ¿Cómo puede nuestro sufrimiento mismo producir gozo?