Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Juan 15:4
Fíjese usted en que nuestro Señor dividió este pasaje en dos secciones. Hay una actividad que debemos hacer y una pasividad que es preciso que reconozcamos. Debemos permanecer en Él (eso es activo, es algo que hacemos) y debemos permitirle a Él que permanezca en nosotros (esto es pasivo, algo que nosotros le permitimos a Él que haga). Estas dos relaciones son esenciales, y la una no se opone a la otra, sino que ambas aparecen juntas.
Cuando nuestro Señor dice: “Permaneced en mí”, se está refiriendo a la voluntad y a las decisiones que tomamos. Debemos decidir hacer cosas que nos mantienen en contacto con Él. El Espíritu Santo nos ha puesto en Cristo, y ahora debemos mantener esa relación por medio de las decisiones que tomamos, como pueda ser el exponernos a Su Palabra y tener una relación con Él por medio de la oración. Permanecemos en Él cuando llevamos las cargas los unos de los otros y confesamos nuestras faltas y compartimos la comunión los unos con los otros. Todo esto ha sido diseñado para relacionarnos con Él: “Permaneced en mí”. Si hacemos esto, estamos cumpliendo esta decisión activa y necesaria de la voluntad de cumplir Su Palabra.
De esto se trata el estudio de la Biblia y la oración. ¡No son prácticas sencillamente mecánicas que debiera realizar todo cristiano a fin de conseguir “ganarse puntos” con Dios! No, son los medios de que nos valemos para conocerle a Él. Si abre usted su Biblia y empieza a leerla sin la expectación consciente de que le va a decir a usted algo acerca de Él, leerá usted en vano. Si intenta usted orar como si fuese una especie de ejercicio al que le dedica unos quince minutos, siguiendo de manera mecánica una lista, será una experiencia sin valor alguno. Pero si ora usted porque está hablando con Uno al que ama y acerca del cual desea saber más, compartiendo con Él de la plenitud de su corazón, entonces la oración se convierte en una hermosa experiencia. Eso es lo que significa permanecer en Él.
Pero esto es sólo una parte de ello. Jesús dice: “Permaneced en mí, y yo en vosotros”. Está también el otro aspecto: “Permitidme permanecer en vosotros”. Esto tiene que ver con autorizar, que hacer posible. Usted puede hacer elecciones, pero no puede realizarlas, y aunque es usted responsable de tomar decisiones, no es responsable del poder para cumplirlas. En ese caso tiene que depender de Él, permitiéndole a Él que permanezca en usted, descansando en Su habilidad para ayudarle a usted a realizar las cosas. Al intentarlo sobre esta base, usted espera que Él le ayude hasta el fin.
Estas dos son esenciales. El tomar decisiones y luego intentar hacer todo usted mismo va a producir una actividad intensa, pero sin resultado alguno. Por otro lado, el permitirle a Él tener toda la responsabilidad y no tomar decisiones para nada también produce una vida carente de fruto. Debemos decidir exponernos a Él, debemos buscar Su rostro en la Palabra y por medio de la oración, además de tener comunión con otros. Y entonces debemos contar con Él para que nos dirija hasta el fin, supliendo y concediéndonos el poder que hace que seamos capaces de amar, perdonar, gozarnos y dar gracias. Cuando lo hacemos, estamos permaneciendo en Él y permitiéndole a Él permanecer en nosotros.
Padre, enséñame el equilibrio apropiado entre tomar decisiones difíciles para permanecer en Ti y descansar en Ti, para que Tú hagas en mí lo que sólo Tú puedes hacer.
Aplicación a la vida
¿Cuál es la tremenda diferencia que existe entre nuestra fuerza de voluntad y el poder de nuestra actividad, entre nuestro poder para escoger y nuestro poder para actuar?