Fueron, pues, Elifaz el temanita, Bildad, el suhita, y Zofar, el naamatita, e hicieron como Jehová les había dicho. Y Jehová aceptó la oración de Job.
Job 42:9
Fíjese usted en la insistencia de Dios respecto a la oración de intercesión aquí. ¡Qué cosa tan interesante es ésta! Dios les dice a estos amigos: “No habrá perdón para vosotros sin la petición de Job a vuestro favor. Si deseáis ser recibidos y perdonados, no sólo debéis traer sacrificios, sino que además mi siervo Job debe orar por vosotros”. ¡Qué lección tan instructiva es ésta acerca de la oración! En este pasaje se destaca el significado de la oración, y es tan importante que Dios dice que, a menos que Job ore, Él se encargará de los tres amigos “según la insensatez de ellos” (v. 8). ¡Qué pobres son nuestras vidas y las vidas de nuestros amigos y seres amados sencillamente porque creemos que la oración no es importante y no nos molestamos en orar los unos por los otros! Dios enfatiza esto aquí: “Job, tus amigos no serán aceptados a menos que tú ores por ellos”. Cuando Job oró, fueron realmente perdonados.
¡Qué imagen tan hermosa del perdón encontramos aquí! A mí me encanta imaginarme esta escena en mi imaginación. He aquí la oportunidad de Job, si alguna vez la deseaba, para vengarse de sus amigos. Cuando Dios se los envía con sus sombreros en sus manos pidiendo perdón y suplicando sus oraciones, qué fácil le hubiera resultado a él decir: “¡Aha! ¡Ya me parecía a mí que ibais a cambiar de opinión! Vosotros fuisteis los que me causasteis todos esos problemas. Me agotasteis, me acusasteis falsamente, dijisteis todas esas cosas malvadas acerca de mí, y ahora os tengo exactamente donde quería. Os voy a dejar sudar durante un poco de tiempo. ¡Me voy a vengar de vosotros!”. Eso es lo que hubiésemos dicho muchos de nosotros, pero es evidente que Job no hace eso.
¡Ojalá pudiésemos haber escuchado su oración! Estoy seguro de que debió de ser algo así: “Oh Señor, aquí están estos tres amigos míos. Han sido cabezotas, insensatos, hombres ignorantes, como yo lo era, Señor. Tú me perdonaste, y ahora te pido que también les perdones a ellos”. ¡Qué precioso espíritu de perdón se emplea aquí. Job pudo haber dicho: “Les llamé consoladores miserables, que es lo que fueron. Yo sugerí que fueron orgullosos y arrogantes y la sabiduría debió de morir con ellos. Pero, Señor, yo fui igualmente orgulloso e ignorante. Tú me perdonaste; así que, Señor, te pido que también les perdones a ellos”. El Señor escuchó la oración de Job y la aceptó, y sus amigos fueron perdonados.
Yo no creo que exista nada más contrario al espíritu cristiano que tener un corazón que no perdona, que guarda rencor, que se niega a hablar a otro cristiano o que actúe con frialdad en las relaciones los unos con los otros. Nada dista más del espíritu del perdón cristiano que esto. ¡Qué cosa tan hermosa ver a Job orando por sus amigos sin la menor señal de resentimiento o esfuerzo alguno por vengarse, sino que los trae ante Dios. Él honra la oración; Él perdona a estos hombres y les restaura Su gracia.
Señor, te doy gracias porque al invitarme a orar por otros, me estás invitando a participar de Tu perdón.
Aplicación a la vida
Si nosotros tenemos una actitud amarga que no perdona, ¿estamos nosotros frustrando el perdón de Dios hacia nosotros? El perdonar a otros permite a las dos partes experimentar la gracia de Dios.