¿En qué has ayudado al que no tiene fuerzas? ¿Cómo has protegido al brazo débil? ¿Qué has aconsejado al que está falto de ciencia? ¿Qué plenitud de inteligencia has manifestado? ¿A quién has dirigido tus palabras? ¿De quién es el espíritu que te inspira?
Job 26:2-4
En el capítulo 26, Job cuelga el teléfono, en cierto sentido. Dice que no sirve de nada seguir hablando con sus amigos. La respuesta que le da a Bildad es una de una ironía un tanto profunda y rica, por medio de la cual le sugiere que sus amigos no le han ayudado para nada. Creo, sin embargo, que Job necesita aprender algo de esto, y veremos en los próximos capítulos que lo hace. Oswald Chambers nos recuerda que Dios no puede nunca convertirnos en vino si nosotros objetamos a los dedos que usa para aplastarnos, o, si lo hacemos, será padeciendo nosotros un gran sufrimiento. Job no se da cuenta aquí de que Dios está usando a sus amigos en su vida. Satanás les ha enviado, pero Dios los está usando, y no tardaremos en ver el resultado en la vida de Job.
De nuevo habla acerca de la majestad de Dios en un pasaje brillante y conmovedor, y concluye con estas palabras en el versículo 14: “¡Y estas cosas no son más que los bordes del camino, apenas el leve susurro que oímos de él! Pero el trueno de su poder, ¿quién podrá comprenderlo?”. Lo que está diciendo es sencillamente que hay un misterio en Dios que ningún ser humano puede sondear. Incluso cuando hemos entendido algo acerca de la grandeza de Su sabiduría y majestad en la naturaleza, cuando hemos aprendido acerca de Su omnisciencia, y lo sabemos como parte de nuestra teología, eso aún no explica Sus caminos.
Yo recuerdo un versículo del poema de Robert Browning, “La apología del obispo Blougram”, en el que el poeta describe a un joven arrogante, que ha resuelto su teología de manera que Dios queda encajonado en ella. Cree saber las respuestas sobre todos los acertijos teológicos de la vida, y no hay lugar para Dios en ellos. Acude a un anciano obispo y le dice que ya no necesita a Dios y se ha entregado a su incredulidad. El anciano obispo le recuerda la belleza de una puesta del sol, la delicadeza de la flor campanuda, la solemnidad de la muerte y la grandeza de un poema bien escrito, manifestando que todas estas cosas conmueven nuestra incredulidad: “Todo esto es suficiente para cincuenta esperanzas y temores; es el gran quizás”.
Padre, te doy gracias por Tu estímulo que encuentro en este libro para saber que otros hombres y mujeres en el pasado se han enfrentado con las mismas difíciles preguntas con las que yo me encuentro, y no se han derribado y no te han maldecido por ello. Ayúdame a cobrar ánimo en las pruebas por las que tenga que pasar y a saber que todavía Tú me vas a ayudar que salga con bien de ellas.
Aplicación a la vida
El pueblo de Dios tiene una rica herencia de héroes de la fe. ¿Hemos captado su visión de la majestad y la bondad de nuestro Dios, y hemos dedicado nuestros corazones a un discipulado fiel?