Voz que clama en el desierto: “¡Preparad un camino a Jehová; nivelad una calzada en la estepa a nuestro Dios! ¡Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado! ¡Que lo torcido se enderece y lo áspero se allane!”.
Isaías 40:3-4
Este pasaje define el ministerio de Juan el Bautista, el predecesor de nuestro Señor. Él debía declarar que cuando viniera el Mesías, Su ministerio no sólo sería el de reconciliación, sino también el de reconstrucción. Declaró que habría un camino, construido en el corazón, por el cual Dios viajaría. Habría cuatro pasos involucrados en el proceso de construcción: “Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado; lo torcido se enderece y lo áspero se allane”. Los ingenieros de construcción saben que es exactamente así como se construyen las carreteras, incluso hoy en día.
En este bello lenguaje simbólico el profeta está diciendo que éste es el proceso que emprende Dios cuando Él viene a nuestras vidas. Cuando recibimos Su perdón, el próximo paso es que Él comienza a cambiarnos, para reconstruir nuestras vidas: “Todo valle sea alzado”. En los lugares bajos de la vida, en los tiempos en los que estamos desilusionados, en los tiempos cuando nos sentimos machacados y derrotados, habrá consolación y aliento del Señor. También, “bájese todo monte y collado”. Todos esos sitios donde nuestro ego se manifiesta ―nuestras vanaglorias orgullosas, nuestra avaricia de poder― éstas deben ser derribadas. Nos encontramos humillados de muchas maneras. Entonces, “lo áspero se allane”. En los evangelios leemos que Zaqueo pagó el cuádruple de todo el dinero que le había robado a la gente. Nuestro carácter retorcido será corregido. No robaremos más; declararemos nuestras ganancias de forma apropiada.
Ah, pero es más que todo eso, según vemos en los versículos 6 al 8. Es una palabra de consuelo también. ¿Qué es el hombre? “Que toda carne es hierba y toda su gloria como la flor del campo”. Todo el conocimiento del hombre y su poder llegarán a ser nada. “La hierba se seca y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopla en ella... mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. Eso nos debería servir de consuelo. Nuestra fuerza natural nunca logrará lo que queremos; la ayuda humana nos fallará, “pero la palabra de nuestro Dios permanecerá para siempre”.
Señor, veo que estás trabajando en mi vida, alzando los valles, bajando las montañas, y nivelando los sitios ásperos. Concédeme que me mantenga maleable en Tus manos, según me vayas dando forma, convirtiéndome en la persona que Tú quieres que sea.
Aplicación a la vida
La decisión que tenemos que tomar en cuanto a la aventura de nuestra vida es: ¿Será lo que yo quiero o lo que Dios quiere? Ya sea valle, montaña, terreno áspero, etc., ¿estamos dejando que sea el Ingeniero supremo el que esté a cargo de la reconstrucción?