¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?
Isaías 40:12
Esta sección tiene el lenguaje más majestuoso y espléndido que encontramos en las Escrituras. Dios mismo está preguntando al hombre: “¿Puedes tú hacer lo que yo hago? ¿Puedes medir las aguas de la tierra en el hueco de tu mano?”. Yo estuve en la playa de San Diego. Era un día precioso. Vi las olas gigantes llegando del océano Pacífico. Mientras miraba esas grandes olas estrellándose en la arena, pensé en la inmensidad del océano Pacifico, que se extiende por miles y miles de millas al Oeste. Estas palabras me vinieron a la mente: “¿Quién midió las aguas en el hueco de su mano?”. Dios mismo en Su majestad y grandeza controla todas las fuerzas de la tierra.
Los versículos 13 y 14 hablan de la increíble sabiduría de Dios: “¿Quién examinó al espíritu de Jehová o le aconsejó y enseñó?” (Isaías 40:13). ¿Quién pudiera hacer eso? Muchos lo intentan. Confieso que ha habido muchas veces que me he visto enfrentado con un problema difícil que analicé y pensé que había solucionado. Después he venido a Dios y le he dicho paso a paso qué es lo que Él podía hacer para solucionar el problema, sólo para darme cuenta, quedándome pasmado, que Él había ignorado mi idea por completo y no había hecho nada sobre ello. Me he irritado por esto. Le he dicho: “Señor, hasta yo veo cómo se puede solucionar esto. Ciertamente debes de entenderlo”. Pero como el problema permanecía, y una nueva situación apareció, me di cuenta de que Dios podía ver mucho más de lo que yo podía ver, que Él sabía de los obstáculos de los que yo no sabía, complejidades que tocaron la vida de cientos de personas. Él estaba trabajando en los propósitos que permanecerían, no sólo por el momento, sino en adelante y durante una generación tras otra; que esta solución al final era la mejor. Tuve que decir, como dijo el apóstol Pablo en Romanos 11: “¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
En los versículos 15 al 17, Dios se compara a Sí mismo con las orgullosas naciones de la tierra: “He aquí que las naciones son para él como la gota de agua que cae del cubo, y como polvo menudo en las balanzas le son estimadas. He aquí que las islas le son como polvo que se desvanece” (Isaías 40:15). Cuán débiles parecen las jactancias de los hombres, los líderes de las naciones, con sus reclamaciones a la gloria y el poder, cuando son comparadas con la grandeza, la majestad y la fuerza de Dios mismo. Son nada, Dios dice, completamente nada.
Dios eterno y todopoderoso, me humillo ante Ti como el Creador y el Sustentador de todas las cosas. ¿Quién soy yo para cuestionar Tus caminos? Someto mi voluntad a la Tuya gustosamente y confió que Tú solucionarás hasta las más difíciles de las circunstancias.
Aplicación a la vida
¿Estamos considerando la absurdidad de cuestionar o de hacer proposiciones al todopoderoso y soberano Dios? ¿Oramos con Jesús: “hágase tu voluntad”, o nos atenemos a la inútil locura de “hágase mi voluntad”?