Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, ríos sobre la tierra seca. Mi espíritu derramaré sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus renuevos.
Isaías 44:3
El capítulo 44 comienza con una bella promesa, hablada por Dios mediante el profeta. Aquí se retrata la revitalización de espíritu que Dios da a aquellos que tienen sed, aquellos que reconocen la sequedad de sus vidas y que vienen a Él para su provisión. Nota que la promesa se extiende incluso a su descendencia. Aquí hay una gran palabra para las familias: Dios las bendecirá en cuanto adopten una postura suplicante y traigan su necesidad ante Él.
Así como es verdad muchas veces en Isaías, todo esto se aplica finalmente a la nación de Israel. Nunca debemos robarles estas promesas al pueblo judío. Dios los colmará literalmente en un día venidero. Pero esto también se aplica a aquellos que, por fe en Jesucristo, se han convertido en hijos e hijas de Abraham. Estas promesas, de que Dios derramará agua sobre los sedientos y arroyos en la tierra seca, se nos hacen a nosotros así mismo. Ésta es una de las paradojas más extraordinarias de las Escrituras. ¿Qué hombre podría concebir un plan mediante el cual si fallas, ganas; si pierdes, tendrás éxito; si eres quebrantado, serás exaltado? Pero ése es el plan de Dios. Él siempre hace tratos realistas con nosotros. Él no nos forzará a estar humillados, sino que quiere que nos enfrentemos a todo el problema. Él es totalmente sincero. Él sabe exactamente quienes somos y cuál es nuestro problema. La locura del hombre es intentar pasar por alto el problema y hacer como que es algo que no es. Todo eso es una evidencia increíble de que la Biblia es un libro divino, ya que ningún hombre podría concebir un programa para el éxito que empieza con una admisión de derrota.
Estaba hablando con un profesor del seminario, y me dijo de cómo fue a una cárcel del condado un día para pasar varias horas ayudando a algunos de los prisioneros con sus problemas espirituales. Mientras estaba comiendo solo en el comedor a la hora de la comida, se encontró con un hombre, un abogado que pasaba un día completo de cada semana ayudando a los prisioneros en la cárcel del condado. Pero no utilizaba su experiencia legal para aconsejarlos. En cambio, él buscaba ayudarlos leyéndoles las Escrituras y auxiliándoles en asuntos espirituales. El profesor le dijo: “¿No te deprime trabajar con estos perdedores todo el tiempo?”. El hombre le respondió: “Yo no los veo así. Para mí sólo hay dos tipos de personas en el mundo: los que han sido perdonados y los despiadados. Estos hombres y mujeres están encerrados físicamente. Puedes encontrar una llave, abrir la puerta y dejarles salir, pero nadie ha podido encontrar todavía la llave que abra su vida interior excepto Dios”.
Ésta es una bella expresión de lo que Isaías está diciendo. Si estás encerrado en ti mismo, prisionero de tu propio orgullo y tu autosuficiencia, Dios puede abrir la puerta y dejarte salir. Esto es lo que promete hacer y lo que ha hecho durante siglos.
Padre, te doy las gracias porque mi propia sed puede ser la ocasión para recibir Tu revitalización, que es como un arroyo vivo en tierra seca. Gracias por la libertad que siento cuando me desprendo de mi propio orgullo y autosuficiencia y confió que Tú me levantarás.
Aplicación a la vida
¿Estamos contaminando la heredad de nuestros descendientes con nuestro orgullo y arrogancia? Cristo se humilló para que nos pudiera liberar de la ilusión de la autosuficiencia. ¿Elegiremos este camino a la integridad?