Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que escuche como los sabios. Jehová, el Señor, me abrió el oído, y yo no fui rebelde ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no aparté mi rostro de injurias y de esputos.
Isaías 50:4-6
Hay dos cosas extraordinarias que son descritas aquí por el siervo. Dice, primero, que Dios le ha enseñado verdad “mañana tras mañana”, porque ha escuchado a su Padre. Acuérdate de cuantas veces Jesús dijo en Su ministerio: “Las cosas que os digo las he oído de mi Padre”. Esto lo declaró una y otra vez. Tenía el oído de un aprendiz. Estudió a fondo las Escrituras. Se vio a Sí mismo en ellas. Entendió cuál sería Su labor. En Su corazón amaneció una revelación de que tendría que sufrir angustia, dolor y rechazo. Pero, como Él dice: "No fui rebelde. Estaba dispuesto a hacerlo. Di mi cuerpo a los heridores y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no aparté mi rostro de injurias y de esputos”.
Nos haría bien acordarnos frecuentemente de los sufrimientos de Jesús, la pura agonía física por la que pasó. Piensa en la Última Cena, cuando dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Marcos 14:34a); las sombras de Getsemaní entre los olivos; Su soledad, Sus oraciones, Su decepción con Sus discípulos; Su sudor ensangrentado, el beso del traidor, el ser atado, el golpe en la cara; los escupitajos, la flagelación, los golpes, las burlas, la corona de espinas, los abofeteos; la vía dolorosa y la pesada cruz que tenía que cargar. Piensa en Su agotamiento, Su colapso, la pérdida de Sus ropas, la perforación con los clavos en la cruz, los abucheos de Sus enemigos y la huida de Sus amigos; las horas en la cruz, la oscuridad, el ser desamparado de Dios, el terrible gemido de angustia: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46, Marcos 15:34). Y entonces el fin: “¡Consumado es!” (Juan 19:30). Todo esto es visto en anticipación por el profeta y fue cumplido en Jesús.
Sería bueno recordar lo que dice el libro de Hebreos: “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades” (Hebreos 4:15a). Lo ha experimentado todo: “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15b).
Señor Jesús, gracias por ser obediente a Tu Padre. Gracias por padecer tanto para que yo pudiese ser libre.
Aplicación a la vida
El Señor Jesucristo sufrió voluntariamente mayores dimensiones de sufrimiento de lo que nosotros jamás experimentaremos. ¿Estamos alabando a nuestro Sumo Sacerdote, que continúa llevando nuestras cargas e intercediendo por nosotros?