Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: «¡Tabita, levántate!». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él le dio la mano y la levantó; entonces llamó a los santos y a las viudas y la presentó viva.
Hechos 9:40-41
Éste es un milagro maravilloso: una restauración de entre los muertos. Aquí hay una mujer que es conocida por su ministerio de amor y abnegación, y entonces este ministerio fue interrumpido por la muerte. Pero ahora, por la mano de Dios y el poder de Jesucristo, es restaurada al ministerio y reanuda su buena obra. Claro que más tarde volvió a morir, porque esto es una imagen con la intención de enseñarnos que esto también le puede ocurrir al espíritu humano. Algo puede interrumpir el progreso de una vida espiritual que está comenzando a florecer, a prosperar y producir fruto, a crecer y a ministrar a otros. Algunas circunstancias, algún acontecimiento o experiencia, puede interrumpir y cambiarla y hacerla morir. La persona pierde ese fervor, sinceridad, entusiasmo, y se vuelve fría y dura, indiferente y despreocupada, amarga de espíritu. Literalmente es como alguien que está muerta.
Muchas personas son así. Algunas personas han estado muertas durante años, pero todavía están andando por ahí. Eso me recuerda del famoso comentario por Dorothy Thompson, la periodista, cuando oyó de la muerte de Calvin Coolidge. Dijo: “¿Cómo notaron que estaba muerto?”. Muchos son así. Su vida de servicio ha sido interrumpida por algún incidente que ha sido como la mano de la muerte puesta sobre un ministerio ferviente y sincero. Se han vuelto fríos e indiferentes, la misma imagen de la muerte.
Esto puede seguir durante años. Edwin Markham, el gran poeta cristiano, una vez conoció a un banquero a quien confió la liquidación de una herencia. El banquero le traicionó, y Markham perdió todo su dinero y se quedó sin un duro por esta acción. Se volvió amargo, y durante varios años no podía escribir poesías. Entonces, un día según estaba intentando escribir, estaba sentado a su mesa garabateando unos círculos. Al garabatear, dibujando estos círculos, de pronto pensó en el gran círculo del amor de Dios, de cómo nos toma. Se inspiró y escribió estas palabras:
Dibujé un círculo dejándole fuera;
Hereje, rebelde, despreciado.
Pero el amor y yo pudimos ganar:
Dibujamos un círculo pidiéndole entrar.
Perdonó al banquero y fue capaz de reanudar su ministerio. Después de eso escribió algunos de los mejores de sus poemas. Esto es lo que Jesucristo puede hacer. Puede sanar un espíritu muerto, volverlo a la vida y restaurarlo. Puede sanar la amargura que puede que esté en tu vida, volviéndote frío e indiferente a las necesidades de otros.
Señor, te pido que Tu espíritu me mantenga vivo y receptivo a Ti, confesando mi pecado y permitiendo que Tu vida obre por medio de mí.
Aplicación a la vida
“El fijar la mente en la carne es muerte, pero el fijar la mente en el espíritu es vida y paz.” ¿Estamos eligiendo vida, buscando la renovación de nuestras mentes por medio de la honesta confesión de pecados concretos? La alternativa es la muerte espiritual, el precio pagado por el pecado.