Y Dios lo levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera retenido por ella.
Hechos 2:24
Aquí está revelado el poder de Dios entre los hombres, el poder de la resurrección de Dios, un poder que el hombre no puede igualar. El poder de resurrección es la habilidad de sacar vida de la muerte, el corregir una situación que es desesperada, el cambiar a una persona que no tiene remedio; ése es el poder de la resurrección.
Me reuní con un chico que estaba en el bachillerato, que me habló sobre su conversión y la reacción que tuvo su padre. Su padre estaba perplejo por esta conversión. No cabía en ningún tipo de modelo psicológico que el conociera. No podía explicar por qué su hijo era tan repentina y drásticamente diferente. No encontrar explicación le enfureció, y reaccionó en contra de ello y se negaba a aceptarlo. Frecuentemente ésta es la reacción que tienen aquellos que entran en contacto con este poder que levantó a Jesucristo de los muertos.
El hombre siempre está soñando con encontrar formas de vencer la muerte. Se está sugiriendo, por ejemplo, que si sientes que estás a punto de morirte, deberías congelar tu cuerpo y ponerlo en un almacén durante 50 a 100 años. Entonces, cuando supuestamente la ciencia haya solucionado el problema, haya encontrado la cura para la enfermedad de la que te estás muriendo, te descongelarán, y tendrás la oportunidad de seguir viviendo. ¡Que farsa tan miserable! ¡Esto está a años luz de la resurrección! Esto no es lo que le ocurrió a Jesucristo cuando se levantó de los muertos en toda plenitud y vitalidad de Su persona.
Pedro dice: “Nosotros los discípulos somos los testigos de estas cosas. Nosotros le vimos”. Lo más extraordinario es que de toda esta multitud de gente ni una sola persona alza su voz en protesta. ¡Una de las grandes pruebas de la resurrección de Jesús está ahí mismo: que este hombre pudiera estar en pie en la ciudad donde estos acontecimientos habían ocurrido, tan sólo un mes antes, y decirles a toda esta gente que Jesús se había levantado de entre los muertos, y ni una sola voz le desafía! Ellos no le habían visto ―sólo apareció a Sus discípulos― pero habían sabido que el cuerpo no estaba ahí. Podían ir a la tumba y ver que estaba vacía. Sabían que las autoridades no podían mostrar el cuerpo de Jesús. Habían oído todos los rumores locos que se habían extendido por la ciudad de que Jesús estaba vivo y que estaba apareciendo a Sus discípulos de vez en cuando. No hay ni una sola voz que desafíe lo que está diciendo el apóstol. En cambio ahí están en un mudo y afligido silencio mientras el apóstol predica con poderosos golpes de la espada del Espíritu, convenciéndoles de la verdad de su declaración.
Padre, gracias por la verdad de esta poderosa declaración de que Jesucristo es de hecho Señor. Pido que cualquiera que no haya venido a conocer a Éste como Señor pueda ahora abrir su vida y clamar a Él, como lo hicieron estos hombres y mujeres, y pueda oír la palabra de salvación, para arrepentirse y creer, y así recibir el Espíritu prometido.
Aplicación a la vida
¿Estamos equipados por el estudio y por la fe para dar testimonio de la realidad de la resurrección del Señor Jesucristo? ¿Es Su presencia viva una realidad en nuestras vidas diarias, para que nuestro testimonio sea auténtico?