Un sábado salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración. Nos sentamos y hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo. El Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía.
Hechos 16:13-14
¡Después de haber proclamado la Palabra de Dios, estos discípulos esperaban que Dios hiciera algo! Eso es lo que está faltando entre los cristianos en muchos sitios hoy en día. Muchos se han rendido de esperar que Dios haga algo, mientras que esperan hacerlo todo por sí mismos. Esperan organizar un programa y llevarlo a cabo. Muchas iglesias hoy en día están operando de esta forma; si el Espíritu Santo fuera removido de su programa de pronto, nadie se daría cuenta de que algo había ocurrido.
No esperan que Dios haga nada, pero estas personas sí esperaban que hiciera algo. Simplemente predicaron la Palabra y entonces esperaron que Dios actuara. No podían decirte qué es lo que haría; Dios siempre es impredecible. Tiene varias formas por las cuales tiene acceso a una ciudad; abre una comunidad de cuajo y comienza a propagar el evangelio y a plantar una iglesia. Pero justo aquí se encuentra una de las maneras que el Señor utiliza frecuentemente: Ha preparado a hombres y mujeres ahí, gente cuyos corazones están listos para responder al evangelio. Tal mujer era Lidia, que ya adoraba a Dios. Era una mujer de negocios que vendía productos de púrpura, que manejaba el tinte púrpura para la tela que era tan valioso en aquellos días. Se ganaba muy bien la vida. Tenía su propia casa, y era lo bastante grande como para acomodar a Pablo y a su grupo. Su corazón estaba listo, habiendo sido preparado por Dios, y era guiada de Dios a estar ahí y escuchar.
Ése es uno de los primeros principios de cualquier actividad evangélica. Cuando he hablado a grupos de personas que no eran cristianas, que me han considerado de forma fría, y cuyas reacciones no podía anticipar, me ha sido de gran ánimo el darme cuenta que ahí, sin duda, había gente que Dios había preparado. Nunca lo dudo, porque siempre he encontrado que esto es cierto. Siempre hay uno o dos que Dios ha preparado. Intento hablarles a ellos e ignorar la reacción hostil de otros.
Esto es lo que ocurrió aquí. Lidia estaba ahí, y a ella no le cayó mal el mensaje. No lo vio como una amenaza a su fe judía, pero inmediatamente reconoció que era el cumplimiento de todas sus esperanzas judías. Así que abrió su corazón y recibió al Señor. Así que el evangelio entró en Europa por primera vez por medio de una reunión de la Asociación Profesional de Mujeres.
Señor, te doy las gracias que al compartir Tu Palabra con otros, has ido delante de mí para preparar corazones de antemano.
Aplicación a la vida
¿Somos meros activistas, intentando hacer la obra de Dios bajo nuestro propio ímpetu? ¿Estamos aprendiendo a esperar que Dios nos guiara a personas cuyos corazones han sido preparados para recibir y para responder al evangelio?