Entonces uno llamado Ananías, hombre piadoso según la Ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban, vino a mí y, acercándose, me dijo: “Hermano Saulo, recibe la vista”. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Él dijo: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas la voz de su boca, porque serás testigo suyo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre”.
Hechos 22:12-16
¡Pablo relata su propia experiencia de conversión a esta muchedumbre enfurecida que había estado lista para despedazarle! Estoy seguro de que si hubiera estado en su lugar hubiera estado intentando irme de ahí lo más rápido posible. Pero Pablo reconoce esto como su oportunidad y quiere ser el instrumento para alcanzar a esta terca muchedumbre. Así que se agarra a la oportunidad que tiene, esperando que el Señor le dé éxito, y les cuenta sobre su propia conversión y específicamente el papel que jugó Ananías.
Los detalles de este acontecimiento están grabados en la memoria del apóstol. Aunque ocurrió treinta años antes, no se ha olvidado de un solo detalle. Éste fue el momento en el que fue elegido para ser un apóstol, y Ananías le transmitió la comisión. Tenía tres partes, tres aspectos de ministerio.
Primero, fue elegido para conocer la voluntad de Dios. Ahora, eso no era donde Dios quería que fuera, o lo que Dios quería que hiciera. Lo que Pablo tenía que aprender era que la voluntad de Dios es una relación con Su Hijo. Cuando Pablo entendió eso, tuvo todo el poder que necesitaba para hacer cualquier cosa que Dios le pidiera que hiciera. Tantos cristianos jóvenes luchan a estas alturas. Piensan que la voluntad de Dios es algún tipo de itinerario que deben descubrir, que si pueden simplemente encontrar dónde Dios quiere que vayan y lo que Él quiere que hagan a continuación, entonces pueden hacer la voluntad de Dios. No. Las Escrituras dejan claro que la voluntad de Dios es una relación. Es tu actitud de esperanza de que Jesucristo, viviendo en ti, obrará por medio de ti. Haz cualquier cosa que gustes, entonces, porque será la voluntad de Dios, a menos que el Espíritu Santo en ti te indique de lo contrario, de acuerdo a Su Palabra. Esto es lo que Pablo aprendió: el poder por el cual un cristiano vive su vida.
Entonces, Pablo mira hacia atrás y dice: “Esto es lo que me hizo un apóstol. He visto a Jesucristo muchas veces. Se me ha aparecido y me ha hablado. Me dijo, directa y personalmente, las cosas que otros apóstoles aprendieron cuando estuvieron con Él como discípulos. Es así que los conozco”. Motivado por el amor de Jesucristo y una conciencia de la majestad de Su Persona, Pablo perseveró sin cesar hasta las regiones lejanas de la tierra cumpliendo su ministerio apostólico.
Finalmente, Pablo debía de oír la voz de boca del Señor. Ese era su mensaje: el declarar lo que Jesucristo le había dicho. Era el mismo mensaje que Jesús les había dado a los doce en los días de Su encarnación. Fue así que supieron que Pablo era un verdadero apóstol, porque supo lo que ellos sabían. Eso constituye el mismo mensaje que Dios tiene para todos nosotros hoy: las palabras de Su boca que Jesús le había dado al apóstol Pablo.
Padre, gracias que me has comisionado a mí también para ser testigo de Tu gran obra en mi vida. Ayúdame a ser fiel a ese llamamiento.
Aplicación a la vida
¿Cuáles son los tres aspectos vitales del llamamiento del apóstol Pablo que se aplican a todos aquellos que conocen y siguen la voluntad de Dios? ¿Intentamos definir o limitar Su voluntad a un sitio específico o una actividad particular?