Por eso, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas, y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos.
Hebreos 12:12-15
Aquí el escritor resume los resultados prácticos de las pruebas en nuestra vida. Hacen posible la demostración de una nueva forma de vivir, que es lo que el mundo está buscando. El mundo no está impresionado para nada con los cristianos que dejan de hacer algo que el mundo está haciendo. Pero están tremendamente impresionados con cristianos que han comenzado a vivir el tipo de vida que ellos no pueden vivir. ¡Eso les detiene! Ésa es la vida que nos está presentando aquí.
Primero comienza con corrección: “levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas, y haced sendas derechas para vuestros pies”. Eso es, si continúas el camino en el que estás, las cosas sólo se pondrán peor: “lo cojo no se salga del camino”. Pero detenlo y fortalece estas cosas. Deja de ser tan débil; deja de ser tan ansioso, tan preocupado. ¿Cómo tendrá el mundo la impresión de que Cristo es un vencedor si te miran a ti y ven que siempre estás derrotado? Fortalece estas cosas y aprende a vivir en paz con tu prójimo: “Seguid la paz con todos”. Y sobre todo, busca “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.
¿Qué significa? La santidad es la palabra griega exacta que también es traducida en esta carta como “santificación”. El santificar significa “el poner en su uso apropiado”. Cuando alguien está creyendo que Cristo mora en él y le da todo lo que necesita para cada minuto, está siendo “puesto a su uso apropiado”, el uso para el cual Dios tenía intencionado. Eso es la santidad, este sentido de dependencia y disposición a Dios. Eso es lo que hace que el mundo se fije y tome nota, al ver a los cristianos viviendo el tipo de vida que siempre es adecuado para cada circunstancia.
La segunda frase tiene que ver con nuestra preocupación por otros: “Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios”. No hemos de vivir nuestras vidas para nosotros mismos. Otros están mirándonos, y tenemos una responsabilidad hacia ellos. Saca a relucir algo que detendrá la gracia de Dios en la vida de cualquier persona: la amargura. La amargura siempre está mal, ya que el resentimiento y la amargura siempre son de la carne. El problema es que son enfermedades altamente contagiosas. Si una persona está amargada y continúa con un espíritu de falta de perdón y amargura, otros se infectan por esto, y se extiende y contamina a muchos. Ése es el problema en muchas iglesias hoy en día. Así que, si ves a alguien a tu alrededor que tiene este problema, ayúdales a ver que ésta es una cosa terrible que destrozará su vida, haciéndolo imposible crecer como cristiano.
Aquí, entonces, está el ministerio que hemos de tener. El tener una vida en nosotros que es caracterizada por la demostración de esa santidad, esa santificación, ese uso propio de nuestra humanidad que hace que Dios sea visible en nosotros, y el manifestarlo en una profunda preocupación por el bienestar de otros, para que nadie más se pierda la gracia de Dios.
Padre, por Tu Espíritu enséñame esta nueva forma de vivir, que resultará en que sea apartado exactamente para esos propósitos que has creado para mí.
Aplicación a la vida
¿Somos intencionalmente dependientes y estamos disponibles al poder y la presencia del Señor Jesucristo que mora en nosotros? ¿Permitimos que la amargura hacia otros obstruya la gracia en nosotros, y por medio de nosotros a otros?