Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:1-2
Estamos rodeados de “tan grande nube de testigos”, dice. Eso no se refiere a la gente que había muerto y se habían ido al cielo y nos están observando desde arriba. Significa que esta gente nos está diciendo algo a nosotros, nos está testificando; son testigos en ese sentido. Sus vidas nos están diciendo que deberíamos despojarnos de todo peso, o sea, lo que entorpezca la fe. ¡Nunca dices que sí a Cristo sin decir que no a otra cosa!
“El pecado que nos asedia”. ¿Qué es eso? Eso es incredulidad. Eso es la falta de tomarnos la revelación seriamente. Entonces, ¿qué? “Corramos con paciencia”, con persistencia, siguiendo adelante sin importar lo que ocurra. ¿Cómo? Al “poner los ojos en Jesús”; ésa es la respuesta. Los otros de los que hemos leído aquí nos pueden inspirar, retar; y algunos de los hombres y mujeres de fe que han vivido desde esos días pueden hacer lo mismo. Leí la vida de Martín Lutero, y ¡qué reto es él!; y de John Wesley, y D.L. Moody, y de algunos de los mártires recientes de la fe: Jim Elliot y otros. ¡Cómo han retado mi vida y me han inspirado a comenzar de nuevo, a determinar nuevamente a caminar con Dios y a seguir su ejemplo! Nos retan a movilizar nuestros recursos, cerrar nuestros puños y mandíbulas, y determinar que seremos hombres y mujeres de fe. Pero si ésa es nuestra motivación, encontraremos que pronto nos quedaremos sin gasolina. Todo comienza a desvanecerse, y después de varias semanas estamos de regreso en los mismos antiguos hábitos.
El secreto de la persistencia está en esta frase: “puesto los ojos en Jesús”. Mira a estos hombres y mujeres de fe, sí, pero después vuelve a poner tus ojos en Jesús. ¿Por qué? Porque Él es el autor y consumador de nuestra fe. Él puede iniciarla, y Él puede terminarla y completarla. Él es el pionero; Él ha ido primero. Él también es el perfeccionador de fe. Él mismo corrió la carrera. Él dejó de lado cada peso, cada lazo de familia y amistades. Empujó de lado cada mano restringente, para que pudiera caminar con Dios resueltamente. Se enfrentó al pecado popular de incredulidad y caminó pacientemente en perseverancia, confiando que el Padre lo arreglaría todo para Él. Él estableció el ejemplo.
Pero hay más que ejemplo en esta frase; hay fortalecimiento. Hemos de fijar nuestros ojos en Jesús, porque Él puede hacer lo que estos otros no pueden. Ellos pueden inspirarnos, pero Él nos fortalece. Momento a momento, día a día, semana a semana, año tras año, si aprendemos a fijarnos en Él, encontramos la fuerza que nos es impartida. Ése es el secreto. Puedes encontrar fuerza para atreverte y para comenzar esta vida de fe hoy en Él. También descubres fuerza para continuar. Él no está “ahí arriba” en algún lugar. Como este libro lo ha dejado claro, Él está en nosotros por fe. Si hemos recibido a Jesucristo, Él mora en nosotros. Él ha entrado al santuario, al hombre interno, al sitio donde necesitamos fuerzas, y está disponible en cada momento para mí. Por lo tanto, en Cristo tengo todo lo que se necesita para enfrentarme con la vida.
Padre, gracias por un Señor Jesús vivo que no es una persona distante, una que no puedo conocer y hablarle, y tomar fuerzas de y apoyarme en él, sino que es mi Señor vivo, listo para hacerme disponible todo lo que necesito en cada hora.
Aplicación a la vida
¿Estamos agradecidos por los testimonios de vidas ejemplares de fe, muchos de ellos mártires, ahora con Cristo? ¿Quién es el ejemplo final de resistencia y nuestro único fortalecimiento para seguir Su ejemplo?