Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Hebreos 11:8-10
La fe cree que Dios ha revelado algo sobre el futuro; no todo, pero algo. Y lo que ha revelado es suficiente para que nosotros lo sepamos. La fe toma un acontecimiento revelado y comienza a vivir en anticipación de ello. Por lo tanto, la fe da una meta a nuestra vida, un propósito y una destinación. Es una mirada al futuro.
Vemos esto en Abraham. Él es una ilustración de la falta de significado del tiempo en la vida de la fe. Es asombroso lo lejos que vio Abraham. Abraham vivió unos dos mil años antes de Cristo. Nosotros vivimos unos dos mil años después de Él. Sin embargo, Abraham, mirando hacia adelante por fe, creyendo lo que Dios había dicho que ocurriría, miró a través de cuarenta siglos de tiempo y más allá al día cuando Dios traería a fruición en la tierra una ciudad con fundamentos eternos. Abraham vio lo que Juan ve en el libro de Apocalipsis, una ciudad bajando del cielo a la tierra. Ése es un símbolo de aquello por lo que oramos en la oración del Señor: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Matthew 6:10). Ése es lo que anhelaba Abraham: una tierra funcionando según el orden de Dios, donde la gente vive junta en paz, armonía, bendición, belleza y cumplimiento. A causa de eso estaba contento viviendo en tiendas, esperando aquella venida.
Puedes ver esta cualidad de anticipación también en Isaac, Jacob y José. Isaac y Jacob supieron que Dios tenía la intención de hacer naciones de sus hijos, y sus oraciones finales estaban basadas sobre ese hecho. Oraron en anticipación de lo que Dios dijo que iba a suceder, y bendijeron a sus hijos en base a eso. José, cuando se estaba muriendo, vio cuatrocientos años hacia adelante al venidero éxodo de Egipto, y organizó por fe un servicio funerario en la tierra prometida. No quería ser enterrado en Egipto. Por lo tanto, simbolizó su convicción de que Dios iba a hacer exactamente lo que había dicho. Y al final sucedió exactamente de esa forma.
Puedes ver cómo la fe anticipa en el caso de los padres de Moisés, quienes, cuando nació, vieron que era “agradable a Dios” (Hechos 7:20), y actuaron por fe para salvarle del edicto del rey de que todos los hijos varones debían ser matados (Éxodo 1:16, 22). Esto era algo más que el deseo natural de los padres de preservar a sus hijos de la muerte. Pero estos padres supieron que había una promesa de liberación de Egipto para su pueblo, y supieron que el tiempo se acercaba. Dios había predicho cuánto tiempo sería. Fueron dados garantías de que este niño había sido elegido por Dios; confiaron en la Palabra de Dios y, actuando sobre eso, desafiaron al rey y escondieron al niño durante tres meses (Hebreos 11:23).
Relacionado a esta cualidad de fe, que acepta como cierto una promesa del futuro, hay una segunda cualidad: que la fe siempre actúa. Hay hoy una idea equivocada muy común que piensa de los hombres y las mujeres de fe como estando tan ocupados con el futuro que se pasan el día volteando los pulgares sin hacer nada. Todos hemos oído de aquellos que están “tan ocupados con la mentalidad celestial que no valen para nada aquí en la tierra”. Ése es el concepto común de la fe. Pero eso no es la fe; ¡eso es fatalismo! ¡La fe funciona! La fe es hacer algo ahora en vista del futuro. Si estás sentado esperando la segunda venida, no estás viviendo la vida de fe. La vida de fe es aquella que actúa en vista de ese acontecimiento venidero.
Gracias, Señor, por las oportunidades que das para anticipar y actuar sobre lo que has prometido. Enséñame a ver esa ciudad divina que algún día bajará a la tierra.
Aplicación a la vida
¿Tiene nuestra fe raíces en la revelación bíblica, que produce las expectaciones, el propósito y el destino de nuestra vida? ¿Son nuestras oraciones y acciones guiadas constantemente por esa fe con propósito?