Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Hebreos 1:3b
Jesús es la Palabra final y completa de Dios al hombre, porque ha solucionado el problema más profundo en la vida humana, el problema del pecado. Todo el mundo hoy en día está preguntando, a raíz de algunas de las cosas trágicas que están ocurriendo: “¿Qué es lo que le ocurre a la humanidad? ¿Qué es lo que ocurre con la vida? ¿Por qué está el mundo metido en tal lío? ¿Por qué están nuestros periódicos llenos de asesinatos, violencia, odio, corrupción y oscuridad?”. La respuesta universal de las Escrituras es: “El pecado del hombre”, o para ponerlo de forma todavía más realista y de forma que nos sea de más ayuda para nosotros: “El egoísmo del hombre”. Eso es lo que está en la raíz de todo ello, la terrible mancha que todos nosotros poseemos que nunca puede ser lavada por nuestros propios esfuerzos. Como la dama Macbeth, hay momentos en los que todos nosotros queremos gemir: “¡Fuera, maldita mancha!”. Sin embargo, nunca se va.
La asombrosa declaración de las Escrituras es que la razón por la cual el Creador del mundo se convirtió en ese Bebé de Belén fue para que pudiera efectuar purificación por el egoísmo humano, para que pudiera solucionar el insoluble problema y purificar la mancha que no se podía lavar. Las buenas nuevas son que cada uno de nosotros que ha encontrado a Cristo, que ha venido a Él y que le sigue, encuentra una y otra vez que tiene el poder de purificarnos. Él tiene el poder de apartar la culpa del pasado, sea de los últimos 50 años de vida o los últimos cinco minutos de tiempo. Él tiene el poder de purificarlo y lavarlo, y de restaurarnos a una cuenta nueva y una página fresca en la que escribir cada día, para vivir la vida de nuevo en el poder y la gracia del Dios vivo. Ése es el más grande mensaje de todos ellos. Cuando Él hizo purificación para los pecados (qué agonía, qué terrible dolor está involucrado en esa frase), "se sentó a la mano derecha de la Majestad en las alturas”. Jesús es el Señor; ésta era la creencia temprana de la iglesia, y es la creencia de todos los que llegan a conocerle ahora. Él ha resuelto ese desesperado problema de la vida humana; Él está en control y a cargo de los acontecimientos humanos.
Padre, gracias por el Señor de gloria. Es con palabras muy inadecuadas que busco expresar la increíble maravilla que Él, el Dios de gloria, se diera a Sí mismo para venir y tomar el lugar de un niño indefenso y convertirse en un hombre, para que pudiera morir por mí para liberarme y hacer purificación por los pecados. Gracias por ello. Te pido que nunca me olvide de ello, de que soy una criatura redimida; no tengo valor por mí mismo, sino en Aquel que me amó y se dio a Sí mismo por mí.
Aplicación a la vida
¿Hemos sido escandalizados por nuestro propio egoísmo? ¿Estamos aprendiendo a traer esta intolerable carga a Jesús para nuestra purificación y sanación? Si no es así, ¿a quién iremos; qué camino seguiremos? ¿Hay otro?