Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales, prodigios, diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.
Hebreos 2:1-4
¡El escritor dice que debemos atender con diligencia! Esto me convence que el escritor de esta carta era un predicador. No hay nada más desgarrador que predicarle a la gente semana tras semana y verles constantemente expuestos a la verdad que sabes que podría transformar su misma existencia y, sin embargo, verles que se pierden el efecto completo de esto porque no prestan atención.
Hay dos razones por las cuales este mensaje es particularmente válido: Primero, es válido en comparación con la Ley. Si la palabra dicha por ángeles, eso es, la Ley de Moisés, tiene validez, y aquellos a quienes fue dada encontraron que era absolutamente verdad en experiencia, entonces este mensaje también es verdad. Si los ángeles podían dar una palabra como ésa, ¿cuánto más la palabra que viene por medio del Hijo?
La segunda confirmación es: Este mensaje es válido a la vista de la forma de su comunicación a nosotros. ¡Fue dicho, primero, por el Señor! Lo que Jesucristo tiene que decir es la Palabra más autoritaria que el mundo jamás ha oído. Este mensaje no originó con los apóstoles; no vino a nosotros por medio de los profetas; vino por medio del Señor mismo. Eso no es todo. También fue confirmado por testigos y autenticado por señales mandadas por Dios mismo, por maravillas y milagros y dones del Espíritu Santo. ¡Qué argumento tan convincente es éste!
Todo se enfoca en una pregunta, la cual el escritor deja colgada en el aire: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. Ésa no es una amenaza; es simplemente una pregunta. Está dirigida tanto al cristiano como a aquellos que no son cristianos. A aquel que no es cristiano dice: “¿A dónde vas a ir? ¿Cómo te saldrás del universo de Dios? ¿Cómo puedes escapar, y por qué intentarlo? ¿Especialmente cuando su propósito no es maldecirnos, sino bendecirnos? ¿Cómo puedes encontrar salvación a través de cualquier otra ruta, ya que no involucra a Aquel que está tras todas las cosas?”.
Al cristiano le está diciendo: “No es suficiente que conozcamos a Jesucristo; debemos utilizarle”. Podemos perder tanto, incluso conociéndole, a menos que haya un caminar con Él día a día. Perdemos paz, libertad, gozo y logro. Somos sujetos a tentación, frustración, desconcierto, confusión y esterilidad sin Él. Y si no seguimos como cristianos, si no crecemos, surge una seria pregunta: “¿Hemos realmente alguna vez comenzado la vida cristiana, o es éste tan sólo un autoengaño fraudulento, desempeñado para cumplir normas externas pero sin ningún cambio interno en el corazón?”. Deja la pregunta colgada en el aire, persistente, inevitable: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”.
Señor Jesús, ayúdame a atender con diligencia y a no ser negligente de una salvación tan grande.
Aplicación a la vida
¿Estamos dando prioridad al problema más significante del tiempo y la eternidad: nuestra salvación? ¿Tememos apropiadamente a Dios como soberano y justo, mientras que honramos Su santa Presencia como nuestro Defensor eterno?