E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señoreara en el día, y la lumbrera menor para que señoreara en la noche; e hizo también las estrellas.
Génesis 1:16
La más importante pregunta no es nunca “¿Cómo?”, sino “¿Por qué?”. La contestación a la pregunta: “¿Por qué hizo Dios el sol, la luna y las estrellas?” la encontramos de una manera triple aquí en este pasaje.
Estas grandes luces existen, in primer lugar, para dar luz sobre la tierra, tanto durante el día como durante la noche. Todos sabemos que el sol hace el día. La rotación de la tierra es lo que determina el tiempo que dura el día, y la velocidad de la tierra en su rotación determina su duración de 24 horas. A pesar de lo cual, esa velocidad está regulada por la luna, que actúa como un freno sobre la tierra. Limita la velocidad de la rotación de la tierra al tiempo exacto que hace posible el día de 24 horas, que es la longitud de tiempo que mejor se adapta a las necesidades humanas. ¿No es eso asombroso? Otros planetas tienen una longitud de días totalmente diferente. En algunos de los planetas un día llevaría meses e incluso años de nuestro tiempo. Otros tienen días mucho más cortos, pero Dios ha diseñado un día de 24 horas de duración para nuestro planeta porque encaja perfectamente con las necesidades de la humanidad.
En segundo lugar, las grandes luces existen para medir el proceso del tiempo “de los días y de los años”, dicen las Escrituras. Son el medio mediante el cual medimos el tiempo. La órbita de la tierra alrededor del sol determina la longitud del año que, de nuevo, es justamente lo que necesita la humanidad. La órbita de la tierra alrededor del sol la determinan dos factores: la tracción de la gravedad del sol y la velocidad de la tierra. Nadie sabe lo que determina la velocidad de la tierra, qué extraña fuerza nos lanza a través del espacio a unas 1.100 millas por minuto. Pero aquí se nos dice que Dios ha ordenado el sol y la luna para proveer las medidas de tiempo que marcan los segmentos de la vida que nosotros llamamos días y años.
En tercer lugar, estas luces han sido diseñadas para marcar los sucesos significativos; son “señales para las estaciones” (v. 14). Toda la relación de la historia humana confirma esta verdad. Esto es exactamente lo que hacen el sol, la luna y las estrellas. Los eclipses son como postes en la historia humana, marcando ciertas fechas. Podemos estudiar los acontecimientos en la antigua historia porque ha quedado constancia de los eclipses. En muchas ocasiones en la Biblia el sol y la luna han servido como grandes señales. Nosotros estamos familiarizados con la historia de la estrella de Belén, que anunció el nacimiento de la Persona más importante que jamás ha nacido en la historia de nuestro globo terrestre. Tenemos además la extraña oscuridad del sol en el momento de la crucifixión, una oscuridad sin explicación que duró alrededor de unas tres horas. Ha habido otras ocasiones como ésta. Y a lo largo de la Biblia nos encontramos con un estribillo, comenzando por los primeros libros y a lo largo del Nuevo Testamento, que dice que habrá de venir un día en el que tendrá lugar el más grande acontecimiento que el mundo jamás ha conocido, el regreso del Señor Jesucristo a la tierra, que será anunciado por el oscurecimiento del sol y por la conversión de la luna en sangre. Estos cuerpos celestiales han sido provistos como señales y para estaciones.
Tú eres el Señor de toda la creación. Veo que Tú has creado las señales y las estaciones del año para servir a Tu gran propósito redentor en Jesucristo.
Aplicación a la vida
La especulación puede estar preguntando de manera incesante acerca del cómo y el por qué. El por qué de las diferentes estaciones del año es algo acerca de lo cual no sabremos nunca como ciudadanos terrenales, pero ¿dónde podemos encontrar las respuestas acerca del motivo?