Dijo Dios: “Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en el firmamento de los cielos”.
Génesis 1:20
Al observar la gente el océano a su alrededor y el cielo en las alturas, ve lo que es esencialmente una atmósfera alienígena.
El océano, de sí mismo, es hostil a la vida humana. Podemos nadar en el océano, pero no por mucho tiempo. Si de pronto nos tiraran en medio del océano sin ningún tipo de apoyo, no duraríamos mucho tiempo. Nos es absolutamente alienígena. El aire en lo alto, aunque provee lo que respiramos para sostener la vida, es un ámbito alienígeno en cuanto a transportación.
La mitología griega nos cuenta la historia de Ícaro, un hombre joven que soñaba con volar como los dioses. Ambos él y su padre eran prisioneros, y para escapar de su prisión, su padre hizo alas de plumas y cera. Aunque le previno de que no volara demasiado cerca del sol, Ícaro no escuchó, y al volar en lo alto del cielo las alas se derritieron, y se cayó al mar y murió. La gente ha estado soñando de volar durante siglos, pero nunca ha podido hacerlo, aparte de la tecnología. Así que hay dos ámbitos en el mundo natural en los cuales los humanos no pueden operar eficazmente.
Los océanos son una imagen de una humanidad estéril y que no ha sido redimida, el mundo sin Cristo, el mundo de la sociedad organizada con sus sistemas de valores, sus estructuras de poder y sus métodos de operación. Como cristianos, usted y yo bien sabemos que si los creyentes individuales intentan vivir en ese tipo de mundo con sus propios recursos, están perdidos. No pasará mucho tiempo antes de que su vida espiritual sea sofocada y se encuentren incapaces de vivir espiritualmente. Si tratan de hacerlo por sí mismos, están perdidos y se ahogarán.
Por el otro lado, la atmósfera es una imagen de la vida espiritual, el sitio donde vivimos en el ámbito de la realidad divina, una vida que es agradable a Dios. Aquí de nuevo, si los creyentes individuales intentan operar en este ámbito por sus propios recursos, no se morirán, pero no conseguirán nada. Intentar vivir la vida cristiana en las energías de la carne, en un esfuerzo dedicado y sincero para hacer lo que es agradable a Dios, aparte de la dependencia sobre la vida del Espíritu de Dios dentro de nosotros, siempre termina en frustración y confusión. Esto es lo que descubren los cristianos al seguir adelante: que no son hechos para este ámbito; no pueden operar en sí mismos. Se encuentran como una persona que intenta volar por el cielo usando sus propios brazos: frustrados, confusos, impotentes e incapaces de operar.
Pero he aquí una imagen del quinto día: por una impartición de la vida divina, de la cual la humanidad aprende a depender, un creyente puede vivir en el ambiente hostil del mundo como un pez vive dentro del mar: elegantemente, poderosamente y abundantemente. La gente puede aprender a operar en este ámbito y vivir en una atmósfera hostil eficazmente. Así mismo, en esa atmósfera enrarecida de la vida espiritual, donde una caída sería fatal, un creyente, dependiendo sobre la vida de Dios en sí, puede volar como un pájaro.
Enséñame, Señor, esperar en Ti para que pueda “levantar alas como las águilas” (Isaías 40:31).
Aplicación a la vida
¿Cómo presentan los cielos y los océanos una imagen de donde no podemos sobrevivir o ser eficaces? ¿Cómo es posible vivir en el ambiente hostil del mundo con gracia y poder adecuados?