Dijo también Dios: “Reúnanse las aguas que están debajo de los cielos en un solo lugar para que se descubra lo seco”. Y fue así.
Génesis 1:9
El hecho de que Dios hace subir la tierra de los océanos da la impresión de marcar el periodo de la noche en este tercer día. Durante este periodo tenemos la aparición de los continentes, la acción de los agentes atmosféricos sobre las rocas, y el terreno que se forma gradualmente, a fin de prepararse para la vida de las plantas que habría de aparecer a continuación.
Pero recuerde el lector que todo esto es a nivel físico, siendo tan sólo una manifestación paralela de una realidad espiritual y moral, y cada uno de los aspectos de la naturaleza debiera hablarnos volúmenes acerca de quién es Dios, lo que hace, y, al mismo tiempo, ser una imagen de algo invisible que tiene que ver con nuestra vida interior.
Aprendemos que esta vida humana en la tierra, entre el periodo del nacimiento y de la muerte, está dividida. Ésta es la imagen que se nos ofrece mediante la aparición de la tierra del océano. Las aguas son una imagen de la vida humana. Elevándose de ese océano de vida humana está la tierra, que tiene la capacidad de producir fruto. Por lo tanto, existe aquello que es capaz de producir fruto y aquello otro que es incapaz de hacerlo.
Existe una antigua humanidad que, por naturaleza, es incapaz de cumplir lo que Dios desea; una nueva humanidad, llamada de entre la antigua, es capaz de producir el fruto que Dios imagina. La antigua humanidad es una raza caída, cegada, oscurecida, confusa, inquieta, y, al igual que el océano, se encuentra todavía dividida; la humanidad caída está separada en divisiones: en naciones, pueblos y lenguas. El profeta Isaías dice: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto y sus aguas arrojan cieno y lodo” (Isaías 57:20).
Usted preguntará: “¿Quiere usted decir que todas las personas que no son cristianas son malvadas?”. Es preciso que recordemos que existe una forma respetable de maldad además de la forma notoria. Usted puede ser malvado a sabiendas y usted puede ser ignorantemente malvado. Las personas que están expuestas al propósito de Dios, a Su amor y el programa que Él tiene para la liberación de la humanidad de su esclavitud, y se resisten a la obra de Dios, rechazando al Salvador al que ha enviado Dios, negándose a ceder a Su llamamiento de gracia, son claramente personas malvadas, que se oponen a la voluntad de Dios. Están levantando el puño en un acto de desafío en contra de su Creador, y ése es el motivo por el que también se sienten inquietas. La inquietud de nuestra era es directamente debida al hecho de que es malvada, algo que ha sido representado por el océano con sus impetuosas y grandes olas, que no se calman nunca.
Pero de ese océano surge una nueva humanidad, la tierra, con una raza que da fruto formada por aquellas personas que están en Jesucristo, que eran una en Él originalmente, como lo fueron en un tiempo los continentes, pero ahora están divididas y fragmentadas por las fuerzas que han aparecido desde entonces para separarnos los unos de los otros. Pero, a pesar de esto, sigue estando siempre presente una unidad fundamental que descubrimos cuando nos reunimos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Señor, te doy gracias porque estás trayendo una nueva humanidad de entre la antigua y porque de entre esta nueva humanidad puedo dar fruto para Ti.
Aplicación a la vida
El mundo natural nos habla de manera metafórica acerca de la vida interior de nuestra humanidad. ¿Podemos ver una distinción en nuestras vidas entre la antigua raza caída y la nueva vida en Cristo?