Después dijo Dios: “Mirad, os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer”.
Génesis 1:29
El punto de toda esta narrativa es que Dios ha hecho una provisión maravillosa y completa para Su creación. El mundo de la naturaleza está lleno de las más asombrosas evidencias del cuidado de Dios.
¿Cómo es que algunos pájaros pueden volar con un instinto certero por medio mundo y encontrar un diminuto punto determinado de tierra en medio del océano, a pesar de que ésta es la primera vez que han hecho el vuelo? ¿Cómo es que las abejas pueden mantener la temperatura en su colmena con una variación de unos pocos grados, tanto si es un cálido día de verano como si es una fría mañana de invierno en el exterior? ¿Cómo es que ciertas variedades de arañas han aprendido cómo capturar burbujas de aire y construir nidos bajo el agua, empujando esas burbujas hacia abajo desde la superficie y creando de ese modo diminutas campanas de inmersión en las que cuidan de sus crías? ¿Quién les ha enseñado a hacer algo tan extraño como eso?
Pero fíjese usted en las personas. Fíjese en lo aparentemente mal preparados que estamos sin tener básicamente ningún instinto. Es preciso que nos enseñen todo de nuevo con paciencia en cada generación. Si los niños quedasen abandonados en lugares salvajes, como ha sucedido a veces de manera accidental, sus vidas se parecerían más a las de las bestias que las bestias mismas y no podrían ni siquiera hablarse los unos a los otros. ¿No resulta humillante darnos cuenta de que podríamos resolver los problemas de la tierra eliminando a una sola especie: al Homo sapiens? Si mañana sucediese algo de manera que los humanos fuésemos eliminados de la faz de la tierra, no pasaría demasiado tiempo antes de que el cielo se despejase y pudiésemos ver las estrellas por la noche, las aguas y los ríos correrían de nuevo limpios, los bosques volverían a crecer en las laderas de las colinas desnudas y la tierra sería restaurada para ser un reino ordenado, equilibrado y precioso.
¿Cuál es el problema? El problema es la humanidad. ¿A qué se debe esto? El Señor Jesús dio justo en el clavo al decir: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Cuando Dios proveyó el pan como el alimento básico del hombre, un pan hecho de los granos de la tierra, las plantas que daban semilla y sus frutos, Su intención era, como hemos visto a lo largo de este relato, que este pan físico fuese una imagen del pan necesitado con desesperación por las personas también al nivel espiritual.
Ese “pan” del espíritu significa entender la voluntad de Dios. “Yo soy el pan de vida”, dijo Jesús. “El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). No volverá a caminar en tinieblas; no sentirá que no sabe qué hacer en cuanto al próximo paso que debe dar para resolver los problemas con los que se enfrenta, y no estará como si fuese un huérfano desnudo y sin hogar vagando a ciegas por un universo misterioso cuyas fuerzas no entiende, sino que sabrá a dónde va y lo que está haciendo además de cómo hacerlo. El Hijo de Dios ha venido y Él nos da entendimiento.
Señor, tengo hambre del pan del Espíritu. Te ruego que ese pan sea mi provisión hoy al intentar entender y hacer Tu voluntad.
Aplicación a la vida
¿No nos hace sentirnos humildes el darnos cuenta de que podríamos resolver los problemas de la tierra eliminando una de las especies: el Homo sapiens? ¿De qué manera nos instruye la provisión de Dios por medio de Su Hijo?