Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Génesis 1:27
Lo que el mundo ha olvidado y está buscando e intentando hallar en vano, lo que todos los cursos de psicología esperan encontrar, lo que todo programa de mejora personal está intentando realizar, es este secreto perdido de cómo se suponía que debía funcionar el hombre. Se ha perdido de la semejanza a Dios. Es por eso que los humanos pueden crear, pero todo lo que crean tiene una tendencia al mal. Es por eso que pueden comunicarse, pero no sólo comunican la verdad y la belleza, sino además la lujuria, el odio, la inmundicia y la muerte. Ése es el motivo por el que, a pesar de que todavía conocen los valores morales, los niegan y los racionalizan para exaltar el mal.
Es aquí donde entra el evangelio. Pablo nos enseña el plan que tiene Dios para contrarrestar la caída de la humanidad. En Colosenses 3:9-10, dice a los cristianos: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo. Éste, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno”.
Tenemos la semejanza de Dios que está siendo restaurada en los humanos. La imagen de Dios no se ha perdido nunca, porque los humanos retienen todavía la capacidad para ser semejantes a Dios, pero no tienen ya la habilidad hasta que Jesucristo no sea restaurado en el corazón humano. Cuando Él entra en él, comienza un proceso que, poco a poco, por medio de pruebas y sufrimientos, dolor y decepciones, gloria, bendición y la emocionante experiencia de la gracia, nos está cambiando, a fin de poder reproducir en nosotros la semejanza de Dios. No sólo tenemos la capacidad para ser semejantes a Dios, sino que de hecho nos estamos convirtiendo en seres semejantes a Él. ¿No es esto glorioso?
Recuerde usted ese versículo en 2ª de Corintios en el que Pablo dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18). Ése es el proceso que restaura la semejanza a Dios en los humanos.
Existe una maravillosa imagen en el Antiguo Testamento, en el libro de Malaquías, en donde dice que Dios está sentado como un refinador y purificador de la plata (Malaquías 3:2b-3). Pone la plata en el puchero refinador y coloca una hoguera muy caliente debajo de él. Al ir derritiéndose la plata, la escoria comienza a flotar hacia la superficie. El platero se sienta y la va eliminando, tirando la escoria al ir soltándose. De vez en cuando se inclina y mira en el interior del puchero. ¿Qué es lo que está buscando? El reflejo de su propia imagen. Cuando puede ver su imagen reflejada sobre la plata, sabe que es pura.
¿No nos explica esto algo a nosotros acerca de la vida? Esto es lo que está haciendo Dios con nosotros. ¿Por qué tenemos que pasar por estas decepciones que nos hacen sentirnos derrotados, teniendo que experimentar estas aflicciones tan tremendas, estas pruebas tan duras, estas presiones, estas tribulaciones, estas tentaciones, estos tiempos de fracaso, así como los de gozo, bendición, gloria y éxtasis en el Señor? ¿Qué es lo que nos está haciendo a nosotros? Está refinando la plata hasta que pueda ver de nuevo Su semejanza.
Padre, te doy gracias por refinarme, para que se pueda ver Tu semejanza en mí. Yo me someto no sólo a Ti, sino a la manera en que lo estás haciendo, a pesar de que a veces resulte doloroso.
Aplicación a la vida
Sin el evangelio, buscamos en vano el secreto perdido de cómo se supone que debe actuar el hombre. ¿Qué imagen tenemos sobre la manera en que estamos siendo conformados a Su imagen?