Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de manos de todo animal la demandaré y de manos del hombre. A cada hombre demandaré la vida de su prójimo. El que derrame la sangre de un hombre, por otro hombre su sangre será derramada, porque a la imagen de Dios es hecho el hombre.
Génesis 9:5-6
Después del diluvio, Dios está restableciendo esta prohibición acerca de tomar una vida humana, pero es algo que controla por medio de otra táctica. Dice que exigirá un precio por cualquier sangre que sea derramada. Eso es más que el proceso de la justicia. La justicia humana no siempre consigue hacer las cosas como es debido, por lo que a veces fracasa. Pero fíjese usted en lo que dice Dios: “A cada hombre demandaré la vida de su prójimo”. Dios no ve la humanidad como la vemos nosotros. Miramos a nuestro alrededor y vemos a tantos individuos aislados, y nos consideramos a nosotros mismos como separados los unos de los otros, pero Dios nunca lo hace. Nos mira y ve los vínculos que nos unen al pasado y al pasado aun más distante. A los ojos de Dios la raza humana es un amplio cuerpo de humanidad, es una hermandad de una sola carne “en Adán”. Dios dice que exigirá de toda esta raza un precio por el derramamiento de sangre de una sola persona. El asesinato será vengado en contra de la raza, no sencillamente en contra de la persona culpable.
Estamos refiriéndonos aquí a un principio que ha estado activo en la historia y que es extremadamente importante que lo entendamos. Es el hecho de que la violencia engendra violencia; Dios lo ha ordenado de este modo. El precio por el derramamiento de sangre es más derramamiento de sangre y aun más, hasta que el hecho de que la maldad de la humanidad aparezca tan enorme que las personas renuncien a sus ideas engañosas e ingenuas, y reconozcan el hecho inflexible y simple de la maldad humana, y nos volvamos a Dios, que es el único que puede tratar el problema. Puesto que la raza humana es una hermandad, significa que pueden sufrir tanto los inocentes como los que son culpables. La persona inocente será golpeada de la misma manera que el que es culpable, porque todos estamos unidos.
Cuando las personas recurren a la violencia para conseguir lo que quieren en un sentido determinado, pueden justificarlo como algo que se necesita para poder conseguir su propósito específico, pero lo que no ven es que, aunque Dios aparentemente no hace nada por corregirlo en ese aspecto concreto, no tarda en producirse una guerra, o aumenta el número de accidentes, o se comete un asesinato que no tiene sentido, o la violencia se desencadena en una ciudad, o es asesinada una figura pública. Entonces las personas se ven obligadas a aprender que Dios no se toma a la ligera la distorsión y el despojo de Su imagen en ellos. Es por eso que la violencia inevitablemente engendra más violencia, hasta que las personas, por fin, horrorizadas por lo que han provocado en la sociedad, se enfrentan con el hecho fundamental que se han visto infiltradas por el mal. Sólo Dios puede sanar esto; solamente la cruz de Jesucristo puede aplastar este mal en cualquiera de nosotros, y eso es lo que Dios quiere que aprendamos.
Señor, oro por la paz en un mundo lleno de violencia y de derramamiento de sangre. Permite que sienta esa paz en mi propio corazón al intentar honrar Tu imagen en cada persona.
Aplicación a la vida
En la humanidad colectiva que ha creado Dios, no tardamos en aprender que la violencia cometida por las personas engendra más violencia en la sociedad. ¿Qué necesitamos para reconocer y aprender de esto?