Pero estableceré mi pacto contigo, y tú entrarás en el arca, con tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos.
Génesis 6:18
Cuando Noé entró en el arca, Dios le dijo: “Estableceré mi pacto contigo”. No fue sencillamente el arca lo que salvó a Noé. Ése fue el medio gracias al cual fue posible que fuese salvo, pero lo que realmente salvó a Noé fue el acuerdo de Dios con él. La palabra y la promesa de Dios fueron lo que le salvaron. Por lo tanto, es preciso que también nosotros veamos más allá de los medios gracias a los cuales somos salvos para hallar la gran motivación que hizo que Cristo viniese a la tierra, a la promesa de Dios que se encuentra bajo todo lo demás y establece un pacto con nosotros, siendo un nuevo arreglo para vivir. Siempre que se encuentre usted con la palabra pacto en las Escrituras, no piense en ella como un contrato que hace Dios con Su pueblo. Es eso, en un sentido, pero es principalmente una nueva base para la vida, un arreglo para vivir. Este pacto que vemos aquí va mucho más lejos que el sencillo hecho de salvar a Noé; es algo que debía gobernar su vida y la vida del mundo después de que el diluvio hubiese cesado. Esto requería tan sólo una actitud por parte de Noé, la de la obediencia.
Yo me siento turbado por la facilidad con que muchos usan al Señor Jesús como un Salvador para salvarles de ir al infierno cuando mueran, pero no tienen la menor intención de permitirle gobernar sus vidas mientras están vivos. Pero aquí la historia de Noé está muy clara. No fue sencillamente el hecho de que Dios llevó a Noé al arca lo que le salvó, sino el hecho de que Noé fue obediente respecto a un nuevo arreglo para el vivir. Noé obedeció a Dios.
Esto fue lo que salvó a Noé y es lo que nos salva a nosotros. No es el hecho de que aceptemos a Jesucristo como nuestro Salvador, estando de esa manera de acuerdo en que le pertenecemos a Él y seremos salvos cuando muramos. Es el hecho de que le hemos recibido como Señor. Nosotros reconocemos el derecho que Él tiene sobre nosotros: Su derecho a gobernar, Su derecho a regular, Su derecho a mandarnos y a que nosotros obedezcamos. Es preciso que el corazón responda de inmediato en obediencia a todo lo que Dios manda, como lo hizo en este caso Noé. Ese reconocimiento de Su señorío es la base de la salvación. Ésta es la base sobre la cual no sólo sobrevivimos al desastre que pende de manera inminente sobre nuestro tiempo, desafiando con golpearnos en cualquier momento, sino también los desastres individuales de cada vida que pueden hacer que se hunda la tierra bajo nuestros pies, acabando con la vivienda de nuestra vida y arrastrando las arenas sobre las cuales construimos.
Debemos más bien establecerla sobre la roca que no puede ser movida, que descansa sobre la cosa más inalterable en todo el universo, que es la Palabra de Dios. Eso fue lo que creó el universo. No hay nada más sobre lo que podamos depender que no sea la Palabra de Dios. A la postre, todo lo que está presente en todo el universo que nos rodea procede de esa fuente. Por lo tanto, cuando descansamos sobre la Palabra de Dios, el pacto de Dios, estamos descansando sobre la cosa más segura y estable que el universo jamás ha conocido. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).
Señor, gracias por el nuevo pacto, que es un nuevo arreglo para vivir y que me concede la libertad y el poder para obedecerte.
Aplicación a la vida
Dios estableció un pacto mediante el cual podemos ser salvos y entrar en la nueva vida por medio de la obediencia. ¿De qué manera refleja la imagen de la historia de Noé esta nueva manera de vivir?