Y Jehová Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
Génesis 3:21
Aquí tenemos el comienzo del sacrificio de los animales. Dios derrama sangre con el propósito de hacer ropa para Adán y Eva. La hizo de las pieles de los animales, y, por lo tanto, las vidas de esos animales fueron sacrificadas para vestir a Adán y Eva. Esto no es más que una imagen, puesto que todos los sacrificios de animales son tan sólo imágenes que nos enseñan la gran verdad de que Dios intenta eternamente comunicarse con nosotros como hombres y mujeres. A la postre, es Dios mismo el que soporta el dolor, el sufrimiento y la agonía de nuestros pecados. Como dijo Juan el Bautista: “¡Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29). Pablo usa una frase maravillosa en Efesios: “aceptos en el Amado” (1:6). Cuando nosotros reconocemos nuestra culpa, cuando reconocemos que lo que hemos hecho es contrario a lo que Dios desea, y estamos ahí sin nada que nos sirva de defensa y sin esfuerzo alguno por defendernos, sino reconociendo sinceramente lo que hemos hecho, entonces somos “aceptos en el Amado”.
En la región en que me crié en Montana, teníamos muchas granjas de corderos. La primavera era la época de los corderos, cuando nacían las pequeñas ovejas. Pero la primavera en Montana no es como en California. Las tormentas de granizo procedentes del norte pueden arremolinarse, y la nieve puede aún alcanzar entre tres y cuatro pies de profundidad sobre las praderas. Con frecuencia hay temporadas largas y prolongadas de frío intenso durante la época de los corderos. Cuando las ovejas tienen que dar a luz en esta clase de tiempo, muchas de las ovejas y corderos se mueren. Como resultado de ello, los granjeros que tienen ovejas tienen muchas madres cuyos recién nacidos se han muerto y muchos corderos recién nacidos cuyos madres también han muerto. Daría la impresión de que una manera sencilla de resolver el problema sería tomar a los corderos sin madre y dárselos a las madres sin crías, pero no es así de sencillo. Si toma usted a un cordero huérfano y lo pone con una madre oveja, irá de inmediato a él y comenzará a olerlo por todas partes y a continuación a menear la cabeza como si quisiera decir: “Ése no es el olor de nuestra familia”, y se aleja, negándose a tener nada que ver con él. Pero los granjeros de ovejas han ideado una manera de resolver esto. Toman al cordero que se le ha muerto a la madre, lo despellejan, toman la piel y la colocan sobre el otro cordero que ha quedado huérfano. A continuación ponen al cordero huérfano con esta piel desgarbada que se menea de un lado a otro, con ocho patas y dos cabezas, y lo colocan junto a la madre, que no le presta ninguna atención al aspecto que tiene el cordero, sino que lo huele por todas partes y a continuación inclina la cabeza. El cordero comienza a chupar de la fuente de la leche, y todo va bien.
¿Qué ha sucedido? El cordero huérfano ha sido “aceptado en el amado”. Hubo un tiempo en el que el Cordero de Dios murió por nosotros, y Dios nos tomó a nosotros como huérfanos y nos vistió con Su justicia, y por ello somos “aceptos en el Amado” y recibidos en Su lugar. Es ahí a donde nos lleva el arrepentimiento, y es así como empieza la vida cristiana. Pero si cree usted que es ahí donde termina, está usted equivocado. Debemos arrepentirnos continuamente o depender de una forma de vivir que Dios ha dicho que no es la correcta. Es preciso que yo me arrepienta de mi dependencia en mí mismo, y usted debe hacerlo también.
Señor, enséñame a arrepentirme continuamente. Gracias por vestirme con la justicia de Jesús, para que yo pueda ser “acepto en el Amado”.
Aplicación a la vida
El arrepentimiento no sólo comienza la vida cristiana, sino que es la base diaria sobre la cual se desarrolla toda la vida cristiana. ¿Qué tal se nos da confesar a diario nuestra autodependencia?