Llamó a la luz “día” y a las tinieblas llamó “noche”. Y fue la tarde y la mañana del primer día.
Génesis 1:5
El actual día de veinticuatro horas de duración, que se produce de manera repetitiva, es un microcosmos simbólico de edades pasadas. Si es ése el caso, no encontramos en el Génesis 1 días de veinticuatro horas de duración, sino más bien un periodo indefinido de tiempo mucho más descriptivo del que se conoce como edad o época de tiempo. Pero cada uno de ellos debe caracterizarse por la tarde y la mañana. Fíjese usted en este orden, ya que la tarde es lo primero que se menciona. Nosotros los occidentales, con nuestra tendencia a hacer concesiones, hemos dividido el día de manera que parece como un emparedado, comenzando con un periodo de oscuridad, seguido de un periodo de luz entre medias y finalmente otro periodo de oscuridad. Empezamos nuestro día a la media noche. Pero en el mundo oriental, el día empieza al ponerse el sol, de tal manera que cada día empieza con el atardecer y termina con un periodo de luz. Esto coincide con esta revelación sobre la manera que obra Dios. Poco importa que se trate de un día de la humanidad sobre la tierra, una era de tiempo o que se trate de un periodo de veinticuatro horas, cada uno de ellos empieza con un periodo de oscuridad y después un periodo de luz. Como dice el apóstol Pablo: “Pero lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual” (1 Corintios 15:46). Ése es el orden invariable.
¿Qué significado tiene esto para nosotros como cristianos? ¿No podemos nosotros seguirle la pista a este cumplimiento en nuestra propia experiencia? ¿No empezamos todos nuestra vida en la oscuridad, en el poder de la muerte y la oscuridad? Por medio de la gloriosa redención de la cruz de Jesucristo hemos pasado a un periodo de luz que es “como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18); hemos llegado a un periodo de crecimiento y de una luz que cada vez se extiende más. Usted puede ver este orden en la obra del Señor Jesucristo mismo. Hubo la oscuridad de la crucifixión, que pasó al poco tiempo para convertirse en la gloriosa mañana de la resurrección, cuando Él apareció en la gloria de un nuevo día y una nueva vida. Las Escrituras dejan además perfectamente claro que si no hemos pasado nunca por la oscuridad con Él, no podemos esperar que haya una mañana. Pero no debemos vivir constantemente en la oscuridad. El testimonio de las Escrituras es que aquellos que se aferran a la oscuridad o tinieblas, que se niegan a dejarse llevar a la luz, al final se convierten en lo que describe Judas: “estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (Judas 1:13b).
Padre de las luces, te doy gracias que de las tinieblas produces luz y que has traído esta luz a formar parte de mi propia experiencia por medio de la fe en Jesucristo.
Aplicación a la vida
Hay tantos que todavía están ciegos y en total oscuridad, a pesar de que sienten y piensan sinceramente que ven con claridad. ¿Hemos personalmente tomado la mano de Jesús para que Él nos guie a Su gloriosa vida?