En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Génesis 1:1
Cada uno de nosotros empezamos la vida siendo bebés, no siendo conscientes de lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor o de cómo era el mundo. Pero al ir haciéndonos mayores, comenzamos a fijarnos en el mundo, en el cielo, el mar, los vientos, los pájaros, las flores, los animales, los árboles y toda la vida a nuestro alrededor. Al ser conscientes del mundo, nos hicimos inevitablemente algunas preguntas acerca de él. Esas preguntas han sido contestadas para nosotros de manera breve aquí en las primeras palabras de Génesis.
¿Cuáles son las preguntas? Primero, nos preguntamos a nosotros mismos: “¿Qué es todo esto?”. Llevados por una curiosidad insaciable, los humanos han intentado contestar a la pregunta desde que aparecieron en la tierra. Intentan explorar el universo y el mundo en el que viven.
En segundo lugar, preguntamos: “¿Cómo empezó?”. Esta pregunta es el énfasis de la ciencia. Después preguntamos: “¿Cuándo comenzó todo? ¿Cuánto tiempo lleva el mundo de esta manera?”. Finalmente, nos encontramos ante la gran pregunta filosófica: “¿Quién se halla tras él? ¿Quién se encuentra oculto tras estos extraños y asombrosos procesos?”. Estas preguntas reciben contestación en este versículo, y, por lo tanto, sirve como una tremenda introducción a los grandes temas de la Biblia.
Piense usted en la primera pregunta, en la que resulta más evidente para nosotros: la maravilla del universo mismo. “En el principio”, leemos, “creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Alguien ha dicho que esta frase es el principio de la verdadera ciencia, porque una parte fundamental de la labor de la ciencia es observar y clasificar todo lo que se puede observar en la composición del mundo de la naturaleza. Éste es un primer esfuerzo por clasificar. ¿Qué ve usted a su alrededor? Usted ve dos grandes clases de cosas: los cielos y la tierra.
Una de las maravillas de la Biblia es que usa un lenguaje que se comunica con personas de lo más primitivas, que tienen un conocimiento limitado, pero al mismo tiempo sigue teniendo significado y un sentido inexhaustible para los más eruditos e instruidos. Se dirige por igual a toda clase de personas en la humanidad, de modo que ésa es la belleza del lenguaje de la Biblia.
La Biblia evita lo terriblemente ridículo de algunos de los primeros mitos acerca de la creación que se encuentran en otras religiones. Fue la Biblia la que primeramente dijo que el número de las estrellas es algo por encima de cualquier cómputo, declarando que Dios “extendió los cielos” (Isaías 51:13) a lo largo de la expansión sin límites, que no puede ser jamás medida y que está llena de estrellas que son tan numerosas como la arena de las orillas del mar (Génesis 22:17). La ciencia moderna ha establecido ahora que esto es verdad.
Es también la Biblia la que dice que la tierra se encuentra suspendida sobre nada (Job 26:7). Describe de esta manera poética la fuerza misteriosa de la gravedad que nadie ha podido jamás entender. Fue la Biblia la que dijo que “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3), precediendo de esta manera por muchos siglos los descubrimientos de la ciencia, que finalmente reconoció que toda la materia está compuesta por energía invisible y que la materia y la energía son intercambiables.
Señor, te alabo como el Creador y Él que sustenta todas las cosas. Desde el comienzo mismo de los tiempos Tú no has cambiado, y yo me siento agradecido conociéndote como Él que ha hecho todas las cosas.
Aplicación a la vida
El propósito de la Biblia no es decirnos cómo van los cielos, sino más bien cómo ir al cielo. ¿Qué es lo que resulta tan hermoso respecto al lenguaje de la Biblia que hace que lo abarque todo?