―Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo, de cierto te bendeciré.
Génesis 22:16-17a
Cuando Abraham le devolvió su hijo a Dios, Él le dijo que la promesa del fruto se cumpliría de inmediato. Los ríos de aguas vivas empezarían ahora a fluir de él para bendecir a todas las naciones de la tierra, como había prometido Dios. Fue cuando Isaac regresó de los muertos, por así decirlo, con el poder de la resurrección, que Dios dijo: “Ahora se manifestará el fruto de tu vida”.
Ni siquiera los dones que nos da Dios tienen ningún valor hasta que no estamos dispuestos, si es necesario, a perderlos, de manera que Dios pueda reinar sin ese rival en nuestros corazones. Cuando tenemos que llegar al lugar al que el Espíritu de Dios quiere llevarnos, esa relación perfecta con el Padre, cuando Dios significa más para nosotros que cualquier otra cosa y estamos dispuestos incluso a renunciar el don mismo que nos ha dado Dios, entonces con el poder de la resurrección ese don se convertirá en una bendición para todas las personas a las que toque.
A todos nos han sido concedidos dones de Dios. Tal vez le haya dado Dios a usted un talento especial, y se le pide a usted que realice una tarea en la que es posible que no pueda usted usar ese talento. Usted se pregunta al respecto y tal vez hasta se rebele, pero recuerde a Abraham y devuélvaselo usted a Dios. Enfréntese usted con la posibilidad de no poder usar ese talento, y el Dios de la resurrección tomará ese talento y se lo devolverá a usted, convirtiéndolo en una bendición para muchos corazones. Tal vez tenga usted un ser amado y surja una situación en la que se vea usted obligado a separarse de esa persona, rompiendo la relación. Ésta es la lucha, pero la fe de Abraham dice que si Dios le pide a usted que lo haga, entonces hay una bendición más allá si obedece usted. Tal vez esté viviendo en una situación de comodidad y felicidad, pero se le necesita a usted en otro lugar que no resulta tan agradable, y usted dice: “Señor, ¿por qué tengo que renunciar a mi hogar y a mis relaciones que disfruto para ir allí?”. Recuerde usted sin embargo que, si Dios le llama, debe usted obedecer.
Por encima de ese aparente sufrimiento y muerte, se encuentra la resurrección. En la resurrección de esa experiencia, Dios le devuelve a usted ese don, convirtiéndolo en una bendición. ¿No es ésta la historia de cada hombre y cada mujer cuya vida ha contado jamás para Dios, que han estado dispuestos a renunciar a los aspectos mismos que pensaban que eran lo que Dios había usado como una bendición escogida para ellos cuando Dios les llamó? Al hacerlo así, Dios los convirtió en una bendición. Esto puede suceder con áreas menores o áreas mayores. Éste es el principio de la cruz en todas nuestras vidas, y esto es lo que hace posible la vida de la resurrección. Cuando da la impresión de que estamos tirando cada situación de bendición, Dios transforma en un momento aquello mismo a lo que renunciamos, de modo que se convierte en una experiencia que nos recompensa y es la más significativa que jamás hayamos tenido.
¡Le desafío a usted a actuar sobre esto! No sé cuál será el sacrificio para usted, pero sé que esto es verdad y que Dios ha escrito este relato para que nosotros sepamos que ésta es Su manera de actuar en los asuntos de las personas.
Padre, te doy gracias porque, por encima de los grandes sufrimientos, está la resurrección. Concédeme la gracia para actuar conforme a esta gran promesa.
Aplicación a la vida
¿Ha recibido usted alguna vez un regalo de Dios que Él le esté pidiendo que se lo devuelva? ¿Está usted dispuesto a que Dios tenga el control de la distribución del tiempo al usar usted Sus dones?