Plantó Abraham un tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová, Dios eterno.
Génesis 21:33
Aquí tenemos al anciano Abraham plantando un árbol y viviendo junto a su pozo. ¿Por qué se nos relata esto? Es simbólico de lo que está sucediendo en su corazón y en su vida. El árbol hace que nos acordemos de inmediato del Salmo 1, que dice que el hombre de Dios será como un árbol plantado junto a ríos de agua viva, que dará su fruto a su tiempo. He aquí una vida que es fructífera, que se interesa por las personas que están inmediatamente a su alrededor y que está derramando bendiciones en sus vidas y en sus corazones.
Abraham llama al nombre de Jehová, el Dios eterno. Si la iglesia desea hacer algo para ayudar a este pobre, ciego, sangrando y luchando mundo en el que vivimos, sólo será como personas cristianas que volverán a descubrir lo que significa vivir a diario con la fortaleza, el poder, el propósito y la gloria de llamar al Dios eterno. Esto es lo que escribe el gozo en nuestros corazones, el gozo que este mundo está intentando buscar en vano. Abraham encontró gozo y de este modo pudo ser el centro de bendición en la tierra de los filisteos. Encontrando y descubriendo de nuevo los manantiales de fuerza espiritual, hizo más por avanzar la causa de la justicia social y el bienestar que ninguno de los programas y planes jamás ha logrado hacer.
El mundo que nos rodea hoy está buscando la realidad más que jamás lo ha hecho con anterioridad. El mundo está buscando con desesperación a hombres y mujeres de convicción que defiendan lo que creen y que no dudarán en declararlo y en decir que no, cuando estas personas creen que algo en lo que creen está mal. El mundo está buscando a hombres y mujeres que tienen convicciones, y las convicciones sólo se tienen viviendo en comunión con el Dios viviente. Eso fue lo que mandó a aquella nueva iglesia en los tiempos del Nuevo Testamento a que saliese obteniendo una victoria triunfante sobre cada obstáculo. Barrieron todo cuanto se les puso por delante, porque tenían comunión diaria con el Dios viviente.
Pero si nosotros no tenemos comunión con el Señor, no tendremos nada que ofrecer. Seremos como un montón de camareros en un restaurante regresando a la cocina y diciéndole al cocinero: ―Mira, estamos teniendo problemas para que esta comida les llegue a las personas. ¿Por qué no dejas la cocina y vienes a ayudarnos?
Si el cocinero es sabio, les dirá a ellos: ―Compañeros, lo peor que podría hacer yo sería ir a ayudaros a vosotros. Es cierto que tenéis un problema y tenéis que resolverlo, pero si alguien no se ocupa de cocinar, no habrá nada que distribuir.
¡Si no existe la fuente de la moralidad en la iglesia, si no hay vidas que están descubriendo la fortaleza y la paz interior y el poder que se tienen, gracias a la comunión con Cristo y con el Dios vivo, no habrá nada que distribuir! Con esto en mente, entreguémonos de nuevo a esta labor suprema de la iglesia de Cristo, que es la declaración de las buenas nuevas de Jesucristo, de que las personas pueden ser salvas y sus vidas pueden ser transformadas conociendo al Dios vivo.
Padre, te pido que pueda volver a descubrir con Abraham el secreto de ser un amigo de Dios, un hombre o una mujer de Dios, por medio del cual las vidas puedan ser transformadas.
Aplicación a la vida
¿Basta con que aceptemos la ideología y la doctrina simplemente porque suena espiritual? ¿Nos mantenemos nosotros alerta ante los muchos y variados engaños enseñados por lobos vestidos de ovejas?