Hubo entonces hambre en la tierra; y descendió Abram a Egipto para vivir allí, porque era mucha el hambre en la tierra.
Génesis 12:10
Aquí no dice nada acerca de pedirle permiso a Dios para descender a Egipto. Abram siguió el consejo, no de Dios, sino tan sólo de sus propios temores. Para usar una expresión contemporánea: “Apretó el botón del pánico”, y se fue a Egipto, dominado por el temor.
Si la tierra es un símbolo para nosotros de la vida de comunión con el Cristo viviente, el hambre en la tierra representa cualquier circunstancia que amenaza nuestra dependencia de Él. Es cualquier circunstancia que hace difícil mantener la fe. ¿Ha sentido usted alguna vez esta clase de hambre? ¿Ha estado viviendo alguna vez con la plenitud del gozo de la comunión con Cristo y la fortaleza de Dios como su porción, cuando de repente alguna circunstancia por encima de su control hace difícil mantener esa comunión? Puede que sea un nuevo jefe que resulta ser un ogro, puede que sean los vecinos que tiran su basura por detrás de la cerca trasera o una suegra, que es toda una tigresa, que viene a vivir con usted. Es siempre alguna circunstancia difícil de la vida que dificulta el mantener una relación de comunión con Cristo. Es posible que sea una labor difícil y exigente que le deja a usted poco tiempo para cultivar el espíritu.
Puede que sea la amarga decepción lo que le deje a usted fuera de combate y sintiendo dolor en su corazón, de manera que apenas si puede encontrar las fuerzas para orar y tener comunión. Puede que sea un ambiente deprimente que hace que le cueste a usted superarlo. Puede que sean motivos malentendidos, cuando usted ha pretendido hacer el bien, y alguien lo ha interpretado mal, y se ha sentido usted profundamente herido. Resumiendo, es cualquier tentación que da la impresión de ser más de lo que puede usted soportar, lo que le amenaza con acabar con sus fuerzas, con su comunión con Cristo.
Cuando esto sucede, la tentación es huir en lugar de enfrentarse con el problema. No nos gustan las pruebas como éstas, por lo que intentamos alejarnos desde el punto de vista físico, si podemos. Nos mudamos a otro vecindario o nos vamos a casa de nuestra madre. Pero si no podemos huir, físicamente hablando, intentamos hacerlo mentalmente. Huimos de lo que es una desagradable realidad, huyendo en dirección a la fantasía. Esto es algo que se hace mucho actualmente, y algunos huyen a Egipto, donde la vida da la impresión de ser mucho más agradable de lo que lo es en realidad. Siempre que intentamos satisfacer al espíritu haciendo uso de los mismos recursos que los mundanos tienen a su alcance, descendemos a Egipto.
Padre, cuántas veces debo confesarte a Ti que he descendido a Egipto. Ayúdame a ver que sólo en Ti, el Dios viviente, hay abundancia de lo que necesitamos, y Tú esperas revelar esas cosas a cualquier corazón que esté dispuesto a dejar de vagar y de buscar, acudiendo a Ti y descansando en Ti.
Aplicación a la vida
Al caminar por la vida nos encontramos siempre con situaciones duras o difíciles. ¿Intentamos retraernos físicamente o escapar mentalmente, o confiamos en que nuestro Señor nos ayudará a pasar por ellas?