Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: “Alza ahora tus ojos y, desde el lugar donde estás, mira al norte y al sur, al oriente y al occidente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.
Génesis 13:14-15
Lot había alzado sus ojos y había escogido para sí mismo, pero ahora Dios le dice al hombre de fe, que vive en su tienda de campaña en la ladera de la colina: “Abram, alza ahora tus ojos”. ¿A dónde? A todas partes, al norte, al sur, al este (la porción que escogió Lot) y al oeste. ¡Toda la tierra le pertenece!
La tierra es constantemente el símbolo para nosotros de la plenitud de vida en el Espíritu de Dios: la vida de gozo, poder, amor y gloria; la vida de ministerio refrescante a otros. Sin duda esto fue lo que deseó Pablo para nosotros cuando dijo en oración: “Seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:18-19). Todo esto nos pertenece, si estamos dispuestos a permitir que Dios escoja las cosas para nuestra vida. ¡Lot no conocerá esto nunca! Ni tampoco lo haremos nosotros, si somos los que escogemos basándonos en lo que vemos, relacionado con las normas materialistas y comerciales de las personas que nos rodean. Pero si nos sentimos satisfechos con lo que Dios nos da en la vida, toda la plenitud de Cristo nos pertenecerá.
Entonces Dios le dijo a Abram: “No sólo te doy a ti esta tierra, sino que la llenaré con tus descendientes”. Es decir: “Haré que lleves fruto por encima de lo que puedas imaginarte. Haré que tu vida sea de tal bendición que, después de que tú desaparezcas, habrá aquellos que se levantarán y dirán: ‘Yo recibí mi vida espiritual por medio de ese hombre; recibí la fortaleza para mi viaje por medio de él, que ha sido una gran bendición para mí y para mi vida’ ”.
Entonces le dijo a Abram: “Levántate y recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque a ti te la daré”. La tierra significa todo lo que Cristo será para nosotros a lo largo de las edades eternas venideras. Pero Dios nos está diciendo: “No esperéis que suceda. No tenéis que esperar a moriros para disfrutar esto. Lo podéis tener ahora si estáis dispuestos a recibirlo en Cristo. ¡Caminad por la tierra; poseedla ahora!”.
Dondequiera que Abram se quiso mover en aquella tierra, Dios le abrió la puerta, pues toda la tierra le pertenecía. Los cananeos y los pereceos tuvieron que marcharse cuando Abram llegó allí. Por lo tanto, el Espíritu de Dios nos declara en Romanos 6:14: “El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia”. ¡Siempre que quiera usted verse libre de la debilidad, de la ruina y del poder del pecado, puede conseguirlo! La tierra se encuentra ante usted. ¡Poséala!
Todo el mundo vive en un mundo exactamente igual al de Abram y Lot, un mundo en el que los valores materiales constantemente nos obligan a decidir. Contamos con poco tiempo para invertir y nos sentimos presionados para escoger lo mejor para nosotros mismos mientras nos sea posible. Podemos decir juntamente con Lot: “Quiero lo que el mundo pueda ofrecerme ahora. Quiero las ciudades en la planicie”. O podemos esperar con Abram, satisfechos con nuestra tienda y el altar, disfrutando las bendiciones de la tierra por medio de la fe ahora y esperando que Dios cumpla todas Sus promesas en esa maravillosa era que aún ha de venir.
Padre, concédeme la gracia de permitir que seas Tú el que decida por mí. Crea en mí el deseo de la plenitud de la tierra. Haz que me sienta descontento con mi posesión actual de ella y llévame al pleno conocimiento del amor de Cristo.
Aplicación a la vida
Son muchas las decisiones que tenemos que tomar a diario. ¿Nos están llevando nuestras decisiones más y más al pleno conocimiento del amor de Cristo? ¿De qué modo se compara esto con el contentamiento?