Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos…
Filipenses 1:1a
La antigua práctica de la correspondencia tenía una ventaja muy peculiar en comparación con nuestro método moderno. Firmaban su nombre al principio de la carta. ¿Alguna vez has recibido una carta, que quizás tuviera dos o tres páginas, y tienes que pasar las páginas para ver el nombre al final antes de que supieras de quién venía la carta? La gente en la antigüedad era mucho más eficiente al poner su nombre al principio.
La dirección de la carta es muy distintiva: “a todos los santos en Cristo que están en Filipos”. “En Cristo” era la fuente de sus vidas. En Filipos era el ámbito en el que vivían. Ambos son muy importantes en esta carta. Ya que lo que fueran estas personas como ciudadanos en Filipos sería determinado por quienes eran como cristianos: “en Cristo”.
Según leas esta carta verás que hay cuatro grandes proposiciones que gobiernan la vida cristiana. Primero, todos aquellos que están sin Cristo. Había un tiempo en el cual todos estábamos sin Cristo, forasteros, lejanos, sin ninguna herencia propia. Como Pablo les ha escrito a los efesios, estábamos bajo el control del dios de esta edad, conducidos por las fuerzas que no conocíamos, y participando de los mismos conceptos y mentiras que le lavan el cerebro a la gente en todas partes. Estábamos “sin Cristo”.
Entonces vino un tiempo, como ocurrió con estos cristianos, cuando estábamos en Cristo, o sea, fuimos introducidos a Su vida, y Su vida entró en nosotros por la fe en Su trabajo y en Su persona. Nos convertimos en familiares del Dios vivo. No simplemente ejercitábamos fe en lo que Él dijo o hizo. Le conocíamos. Nos convertimos en parte de Él, una parte vital de Su vida. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Luego, según vamos por la vida, vemos conectarse a nosotros la relación al hablar y trabajar y alcanzar a otros para Cristo. O sea, cada vez vivimos más nuestras vidas estando de Su lado. Él se convierte en el centro de cada actividad. Entonces, finalmente, habrá un momento en el cual, como dice un viejo himno: “Cara a cara le veremos”. Estaremos con Cristo para siempre.
Estas cuatro proposiciones gobiernan la vida cristiana. Esa vida comienza con nuestro estar “en Cristo”, ya sea en Filipos o a donde sea que Dios nos guíe.
Gracias, Padre, por ponerme en Cristo. Enséñame a darme cuenta y a tomar posesión de todo lo que Tú tienes para mí en Él.
Aplicación a la vida
Si realmente hemos pasado a la vida de Cristo, y Él a la nuestra, ¿nos estamos moviendo hacia la meta de servir a otros en Su nombre impulsados por el poder de Su presencia que mora en nosotros?