Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte.
Filipenses 3:10
Pablo dice que está bastante dispuesto a renunciar a los usuales símbolos de status del cristiano para tener en cambio el conocimiento y la amistad de Jesucristo. Éste no es un tema académico. Éste no es un curso en cristología o sobre la persona de Cristo. Esto no es el saber SOBRE Cristo. Esto es conocerle a ÉL. Como dice Paul Rees: “El saber sobre una cosa tiene valor; el saber tiene vitalidad”. Este conocimiento sobre el que habla el apóstol no es simplemente un contacto casual de vez en cuando. No es así como llegas a conocer a tus amigos. Los amigos que mejor conoces son con los que has pasado más tiempo, o al menos con los que has tenido profundas experiencias. Este conocimiento de Cristo viene por continuas experiencias compartidas. Viene por ambos, Jesús y yo, viviendo nuestras vidas juntos, momento a momento compartiendo experiencias. Viene por el mirar fijamente a la cara de Jesucristo como aparece en las páginas de las Escrituras. Viene al permitir que cada circunstancia nos haga apoyarnos en Su vida adecuada, no escondiendo nada de Sus ojos; al traer cada amistad y cada lealtad a Su mirada para que Él las apruebe o no; al andar todos los días contando con que Él estará con nosotros. Ése es el secreto de un ministerio próspero.
Eso es exactamente lo que Pablo dice que viene de conocer a Cristo. Primero hay “el poder de Su resurrección”. Es un Señor resucitado que vive en nosotros, y tenemos ese poder que es capaz de hacer en nosotros “más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ephesians 3:20b). Este es el poder de la resurrección de Cristo. Es poder que es perfectamente adecuado para cada circunstancia. ¡Es actuar confiadamente, con la plena seguridad de que Él está actuando simultáneamente con nosotros, y ese poder de resurrección es nuestro!
La segunda cosa que surge de este conocimiento de Cristo es el “participar de sus padecimientos”. La cosa notable sobre los padecimientos de Cristo es que siempre son por otra persona, nunca por uno mismo. Ésta es la compasión que todos deseamos sinceramente. No viene por intentarlo; viene por conocerle, por simplemente implicarse en lo que Él es para ti. Eso te hace compasivo. Esta es la razón primaria por la que los cristianos sufren. No tanto por ti, sino por otros. ¿Alguna vez has notado cómo, cuando un cristiano se pone desesperadamente enfermo y se lo toma como una oportunidad para manifestar la gracia de Cristo, ese cristiano se convierte en el centro de victoria, esperanza y bendición a todos aquellos que le visitan?
Entonces, la última cosa es “llegar a ser semejante a él en su muerte”. ¿Qué significa eso? La muerte de Jesucristo fue el final de la vieja vida del pecado y gratificación propia. Sabemos que no había ningún pecado ni gratificación propia en Su propia vida, pero en aquella cruz fue hecho todo lo que nosotros somos, pecador y egoísta, y entonces lo puso a muerte. La cruz fue el final de eso. Eso es libertad, porque por primera vez, si aceptamos que esto es verdad, somos libertados de nuestro egoísmo, de querer buscar lo fácil, de buscar los lujos. Somos libres para ser verdaderos hombres y verdaderas mujeres, sin desorden. Desencadenados, rescatados, sin que estemos ya constantemente preocupados de lo que nos ocurra a nosotros mismos, sino solamente preocupados de lo que le pasa a Cristo.
¡Qué gran ministerio es éste! ¡Qué ministerio tan maravilloso tenía el apóstol Pablo entre la gente! Sin embargo, es gratuitamente ofrecido a cada creyente en Cristo. Debo recalcar que esto no se consigue por intentarlo luchando, esforzándose. Viene como consecuencia de conocer a Cristo.
Gracias por el júbilo de simplemente conocerte, Señor. Oro para que pueda conocer el poder de Tu resurrección y la participación en Tus padecimientos, siendo hecho semejante a Tu muerte.
Aplicación a la vida
¿Queremos conocer a Cristo meramente para definir nuestra teología y refinar nuestros puntos de vista doctrinales? ¿Nos estamos perdiendo la búsqueda del conocimiento íntimo de Cristo que es lo que define nuestra vida? ¿Cómo podemos verdaderamente aprender a conocerle?