Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
Efesios 6:4
Como es natural, cuando hablamos acerca de los padres, esto incluye tanto a la madre como al padre. Es cierto, sin embargo, que el énfasis recae más sobre el padre, porque él es responsable de aquello en lo que se convertirán sus hijos. Esto es algo muy serio, ¿verdad, padres? La madre podrá hacer cumplir una política, pero forma parte de la labor del padre asegurarse de que sus hijos sean educados como es debido. No hay nada que más deshonre al espíritu del cristianismo que la actitud que adoptan muchos padres: “Yo soy el responsable de ganarme el sueldo, y la labor de ella es criar a los hijos”. ¡No es así en la Palabra de Dios! En la Biblia, la responsabilidad definitiva de aquello en lo que se convierte el hogar es del padre, por lo que esta palabra está dirigida a los padres.
Es así como el padre se somete a sus hijos, evitando a propósito aquellas cosas que hacen que los hijos se rebelen. “No provoquéis a ira a vuestros hijos”. La palabra que se usa aquí significa “la ira que da como resultado la rebelión”. “Padres, no provoquéis a vuestros hijos de manera que pierdan totalmente el control y se pongan decididamente en contra de la autoridad”.
Hay dos cosas que provocan la rebelión en los hijos: la indulgencia y la dureza. Estas dos cosas son el aspecto negativo de las dos cosas que representan lo que debe hacer el padre: “Criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Las dos cosas contrarias a /estas son la indulgencia y la dureza.
La falta de disciplina hará que el niño se sienta inseguro, desgraciado y que se vuelva egoísta. Esto es lo que llamamos “un niño consentido”, es decir, aquellos hijos que se crían intentando salirse siempre con la suya en todo y que se convierten en tiranos, sin importarles para nada los sentimientos de los demás. Esto es el resultado de la indulgencia por parte de los padres que permiten que sus hijos tomen decisiones que ningún niño está capacitado para tomar. Es preciso que los padres aprendan que son ellos los que tienen que tomar las decisiones por sus hijos durante bastantes años en la vida, enseñándoles gradualmente a tomar decisiones cuando están capacitados para hacerlo. Durante los primeros años de la infancia los padres tienen que tomar prácticamente todas las decisiones. Una de las cosas más terriblemente trágicas acerca de la vida actual es el grado en el que muchos padres permiten que sus hijos tomen decisiones que son incapaces de tomar.
El otro extremo que hace que un hijo se rebele es la dureza, la imposición de una disciplina rigorosa y exigente que no va nunca acompañada del amor o de la comprensión. La disciplina rígida, estilo militar, es la que dice: “Haz esto o lo otro o lo de más allá”, algo que hará que el hijo inevitablemente se rebele al llegar a la adolescencia.
En oposición a esto, el apóstol habla acerca de dos cosas: la disciplina y la amonestación (la exhortación) en el Señor. La palabra para disciplina significa “poner en mente” al Señor, que es instruir y hacer que el hijo siempre tenga en cuenta al Señor. Al ir creciendo el niño, la disciplina física debe ser reemplazada por la exhortación, por la comprensión, ayudándolo a comprender cuáles son los motivos tras las restricciones, mostrando siempre interés y amor. Esto no significa el relajar totalmente los límites, sino que se refiere a una manera diferente de hacer que se cumplan.
Padre, te doy gracias porque Tú puedes cambiar las equivocaciones que he cometido como padre en oportunidades para el progreso en las vidas de mis hijos, así como en mi propia vida.
Aplicación a la vida
¿Somos nosotros, como padres, capaces de ver y de reconocer los dos comportamientos corrientes que causan la rebeldía en nuestros hijos? ¿Qué instrucción y enseñanza nos da nuestro Padre?