Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos días lo hallarás.
Eclesiastés 11:1
La idea que se expresa aquí es una de evidente generosidad. Dé usted con liberalidad, con sabiduría y con generosidad para las necesidades de las personas que le rodean a usted. Esta frase: “Echa tu pan sobre las aguas” era un dicho en Israel respecto a lo que daba la impresión de ser un derroche ruinoso. Nadie cogería pan bueno y lo tiraría al río, pero aquí se nos encarga hacer precisamente eso. Esto no significa que nos estén animando a ser derrochadores, a irreflexiva y negligentemente regalar nuestro dinero, gastándolo como si fuésemos marineros borrachos. Lo que significa es estar dispuestos para arriesgarnos donde haya una necesidad verdadera.
Cuando vemos a personas necesitadas, aunque es posible que no sepamos cómo van a usar el dinero que les demos y es posible que no lo usen de una manera sensata, a pesar de ello, es preciso que seamos generosos. “Echa tu pan sobre las aguas”, porque en la sabiduría y propósito de Dios es muy posible que regrese a usted algún día cuando necesite usted ayuda. Yo podría relatar varias historias acerca de personas que ayudaron a extraños y, habiendo pasado un cierto tiempo, cuando se encontraron con serios problemas, esa persona o ese donativo volvió a aparecer de tal manera que les resultó de ayuda en su tiempo de necesidad.
Además, dé usted de la manera más extensa que sea posible. “Reparte a siete, y aun a ocho, porque no sabes qué mal ha de venir sobre la tierra” (v. 2). Eso es algo que no nos limita en cuanto a la cantidad de personas que deberíamos tener en nuestra lista de ayuda. Este modismo hebreo: “Reparte a siete y aun a ocho”, era una manera de decir: “Da a tantas personas como puedas y después a unas cuantas más”. Sea usted generoso. Usted no sabe aún el mal que puede evitarse por medio de su donativo.
A continuación encontramos motivos para esta generosidad en el versículo 3: “Si las nubes están llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cae hacia el sur o hacia el norte, en el lugar donde el árbol caiga, allí quedará”.
Para empezar, debemos dar con generosidad porque es la efusión natural de una vida plena, igual que las nubes llenas de lluvia que se vacían una y otra vez sobre la tierra. Una vida llena de la bendición y la gracia de Dios debiera ser como una lluvia que cae sobre otras personas con esa bendición. Recuerde usted las palabras de Jesús: “de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8b). Debemos dar, porque es la efusión natural de una vida que ya está llena de las bendiciones de Dios, no sólo desde el punto de vista físico, sino también del emocional y espiritual.
La segunda parábola, acerca del árbol que cae al sur o al norte, resulta un tanto más difícil, pero yo vi un lema que expresaba con exactitud lo que este modismo significa; era una consigna: “Florece donde has sido plantado”. Es decir, es Dios quien controla la caída del árbol en el bosque, tanto si cae hacia el sur como si cae hacia el norte, lo cual está dentro del alcance de la providencia divina que lo determina, pero allá donde caiga será donde deba estar. Ésta es la manera que tiene Salomón de decirnos: “El lugar donde Dios le haya colocado a usted, en sus circunstancias actuales, es el lugar donde debe usted dar. Haga usted frente a las necesidades a su alrededor”. Eso no significa siempre desde el punto de vista geográfico. Es posible que esté usted en contacto con alguien que esté al otro lado del mundo, de cuyas necesidades esté usted enterado, pero que Dios ha hecho que se entere de ello para que pueda usted hacer frente a esa necesidad.
Señor, te doy gracias por todo lo que tengo. Ayúdame a echar mi pan sobre las aguas, a dar libremente y con la fe de que las necesidades quedarán satisfechas y la bendición aparecerá a Tu manera y a Tu tiempo.
Aplicación a la vida
El dar es una manera de aliviar la necesidad, pero con frecuencia no se expresan las necesidades porque las personas ocultan en su orgullo sus necesidades. ¿Tenemos nosotros un espíritu sensible de generosidad?