Me volví, y vi debajo del sol que ni es de los veloces la carrera, ni de los fuertes la guerra, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; pues a todos les llega el tiempo y la ocasión.
Eclesiastés 9:11
Muchos de nosotros hemos pasado por experiencias que confirman la verdad de este versículo. Todos los planes que nos hemos propuesto cuidadosamente realizar han quedado desbaratados; todos nuestros sueños que teníamos lo necesario para alcanzar el éxito en algún aspecto concreto de la vida se han desmoronado, y no pudimos entender por qué. Tuvimos que aprender, como dice este versículo, que “ni es de los veloces la carrera, ni de los fuertes la guerra”. Eso es verdad, incluso en los deportes. A principios del siglo pasado Jim Thorpe, el famoso atleta americano nativo, ganó muchas medallas de oro en los Juegos olímpicos. Estuvo ante la presencia del rey de Suecia y fue reconocido públicamente como el más grande de los atletas de su tiempo. A pesar de lo cual, fue preciso devolver todas aquellas medallas y honores cuando se enteraron que de niño había jugado al béisbol como profesional por cinco dólares la temporada, lo cual hizo que considerasen que ya no era un sencillo aficionado.
No son siempre los fuertes, los poderosos, los que pueden y los que poseen dones los que ganan en la política. Hemos visto a candidatos que todos consideraban que a ellos les debía resultar fácil ganar en el terreno de la política derrotados, no pudiendo convertir sus sueños en realidad. La batalla no es siempre “de los fuertes”, y este principio resulta ser cierto, incluso en el caso de las condecoraciones y los premios concedidos por el mundo. El premio Nobel le fue concedido a una mujer pequeña en la India, la Madre Teresa, que sirvió atendiendo totalmente a las necesidades de los pobres a su alrededor. Incluso en Hollywood la “batalla” no la ganan siempre aquellos que tienen la “fuerza” del destello y el encanto de las típicas películas. En 1982, el premio de la Academia para la mejor película le fue concedido a la película Carros de fuego, la historia de Eric Liddell, un corredor olímpico cristiano que después habría de convertirse en misionero en la China. El Buscador nos dice claramente que los dones naturales de velocidad, de fortaleza y del intelecto no son nunca suficiente garantía para conseguir el triunfo definitivo.
Existen otros factores que hacen realmente la diferencia. “A todos les llega el tiempo y la ocasión.” ¿Qué es lo que quiere decir con esto? Nosotros decimos con frecuencia: “Es preciso que seas la persona apropiada, que estés en el lugar apropiado, en el momento apropiado”. En otras palabras, existen elementos de circunstancias que es preciso que coincidan, incluso antes de que alguien que posea grandes habilidades pueda alcanzar sus objetivos. Lo que está diciendo el Buscador es que la vida no se encuentra bajo nuestro control. La ilusión que los medios seculares insisten en inculcarnos es que nosotros podemos enfrentarnos con nuestra vida por medio de nuestras elecciones. “¡Es tu vida! Puedes vivirla como más te complazca.” Pero el Buscador dice que no puede hacerse de esa manera. “A todos les llega el tiempo y la ocasión.” Justo cuando cree usted que tiene algo bajo su control, puede venirse abajo. Los desastres suceden cuando menos nos los esperamos: “Como los peces apresados en la mala red, o como las aves que se enredan en el lazo” (v. 12). Todo puede desmoronarse. Cada uno de nosotros ha pasado por esa experiencia.
Señor, te doy gracias por recordarme que yo no tengo el control, que yo no puedo controlar las consecuencias de los acontecimientos, pero Tú sí puedes.
Aplicación a la vida
La soberanía de Dios es un importante atributo de Dios del que debemos ser conscientes y en el que debemos confiar. Nuestros propios esfuerzos nunca triunfarán sobre la soberanía de Dios. ¿Nos apoyamos nosotros en este conocimiento?