Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. «Vanidad de vanidades —dijo el Predicador―; vanidad de vanidades, todo es vanidad.» ¿Qué provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?
Eclesiastés 1:1-3
El primer versículo del libro identifica al escritor como “el Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén”. “El hijo de David” podría referirse a cualquier descendiente de David que ocupase el trono después de él, pero esto se refiere en particular a Salomón, como confirmarán varias cosas en el libro.
Lamentablemente, los traductores se refieren a Salomón como “el Predicador”, y yo lamento que usasen ese término, porque hace que el libro suene un poco como un sermón al principio. Al leer ese segundo versículo sería muy facil afectar a una voz de “vitral de colores” y, como es natural entre un público actual, esto disuadiría a todo el mundo. La palabra traducida como Predicador es la palabra hebrea Qoheleth, que realmente significa “el que recoge, reúne o colecciona cosas”. Éste es un título muy apropiado para el autor de este libro, puesto que examinó y a continuación reunió las filosofías conforme a las cuales vivía el pueblo. Pero creo que una traducción más apropiada al español sería “el Buscador”. Tenemos aquí una mente inquisidora que examinó toda la vida y pudo ver lo que se ocultaba tras las acciones de las personas. Buscador es la palabra que voy a usar cada vez que aparezca la palabra Predicador, porque el escritor no es realmente un predicador o uno que proclama algo, sino uno que busca.
Ésta es verdaderamente una búsqueda, y si a usted le preocupa lo que descubrió el Buscador, nos lo dice sin duda alguna. No necesita usted leer el último capítulo para averiguar los resultados de su búsqueda, porque aparece en el versículo 2: “Vanidad de vanidades” es lo que encontró. Vanidad no se refiere en este caso al orgullo en cuanto a su aspecto. Tal vez algunas personas pasen demasiado tiempo delante del espejo por las mañanas, admirándose un poco a sí mismas. A eso lo llamamos vanidad, orgullo en el aspecto, pero no es a esto a lo que se refiere el Buscador. La palabra en este caso, es decir, en el original, significa “vacío, frivolidad, carente de sentido, falsedad”.
El Buscador alega que nada le puede satisfacer. No hay nada, ningún placer, ninguna relación; no encontró nada que tuviese un valor perdurable en la vida. Todo el mundo se había aferrado a una u otra de estas filosofías, a estos puntos de vista, intentando que le hiciesen sentir satisfacción. Pero según este Buscador, que lo ha experimentado todo, nada le funciona. Cuando dice: “Vanidad de vanidades, el vacío de todos los vacíos”, ésa es la manera de expresarlo de modo superlativo en hebreo. De modo que este hombre llega a la conclusión de que no hay nada más vacía que la vida.
En el versículo 3, encontramos la pregunta que se hizo a sí mismo en su búsqueda: “¿Qué beneficio obtiene el hombre mediante todo el esfuerzo y toda la lucha bajo el sol?”. ¿En qué modo le sirve de provecho? Ésta es una palabra interesante en hebreo que significa “lo que queda”. Una vez que ha apurado al máximo todo el deleite inmediato, el gozo o el placer de algo, ¿qué es lo que le queda?, ¿qué es lo que perdura?, ¿qué será lo que alimente continuamente el anhelo constante de satisfacción en su vida? Es la pregunta que nos hacemos todos. ¿Hay algo que realmente satisfaga continuamente mi necesidad, ese bien elevado que, si lo logro encontrar, significará que ya no tengo que seguir buscándo?
Señor, gracias por la honestidad de este libro, escrito hace tantos siglos, pero que sigue siendo tan pertinente. Yo también he estado buscando y he descubierto que contigo la vida no es en vano, sino que tiene significado total y propósito.
Aplicación a la vida
¿Ha logrado nuestra búsqueda de conocimientos y de los placeres mundanos hacer que nos sintamos saciados y nos volvamos cínicos? ¿Necesitamos tal vez seguir de modo totalmente diferente nuestra perspectiva total?