Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
Colosenses 3:13
¡Qué cosa tan hermosa es encontrar perdón en un corazón cristiano!
Eso no significa que no hayamos de expresar alguna queja que podamos tener.
En las Escrituras se nos dice que si tenemos algo en contra de otro, ve y repréndelo estando tú y él solos
(Mateo 18:15b).
No tenemos que reprimir todos los sentimientos de injusticia que sentimos.
Hemos de decir cómo nos sentimos, pero después de hacer eso, perdonarlo.
Desecharlo.
No se permita a sí mismo pensar más en ello.
Nuestro modelo, por supuesto, es la forma en que nos trata Cristo.
Eso es lo que Él hizo cuando vinimos a Él.
Perdonó los pensamientos desagradables, las actitudes blasfemas, los pecados dañinos y lamentables que hemos cometido.
El Antiguo Testamento nos dice que cuando vengamos a Él, sepultará nuestras iniquidades
y echará a lo profundo del mar todos nuestros pecados
(Miqueas 7:19b).
Y, como solía decir la querida Corrie Ten Boom, Él pondrá un cartel que diga: Prohibido pescar
.
Es útil recordar que el perdón significa al menos tres cosas: Primera, significa que no hemos de echar en cara las cosas que perdonamos a la persona a quien hemos perdonado. Hemos de tratarla como si no hubiera ocurrido. No tenemos que acosarle constantemente con recordatorios de las cosas malas que hizo en el pasado. Algunos matrimonios tropiezan estrepitosamente porque los esposos, ¡no sólo se ponen histéricos, sino que también se ponen históricos! Vuelven al pasado, listos para reiterarlo y recalentarlo una vez más. Eso demuestra que, para empezar, nunca hubo perdón. Dios no hace eso. ¡Qué horrible sería si lo hiciera, si tuviéramos que enfrentarnos a que nos recordara las cosas espantosas de nuestro pasado!
La segunda cosa que significa el perdón es que no le contamos a nadie más el asunto que se perdona. No chismorreamos sobre él. No es que realmente lo borremos de la memoria; puede que pensemos en eso de vez en cuando, pero no nos detenemos en ello. No hemos de permitir que se apodere de nuestra mente, para despertar sentimientos de rencor e injusticia y revivirlo todo otra vez. Podemos hacer eso porque nosotros mismos hemos sido perdonados. Recordemos cuán generosamente Dios ha echado a un lado nuestros propios fallos.
Lo tercero que significa el perdón es que ¡usted no se recuerda a sí mismo aquello que perdonó! Ni siquiera en sus pensamientos íntimos permite que la ofensa surja e influya en su actitud hacia la persona que ha perdonado. Si aparece, debe desecharla y recordarse a sí mismo que usted también necesita ser perdonado y usted no quiere que la gente le de vueltas a sus pecados y los desentierre todo el tiempo. No, el perdón significa dejar el asunto a un lado, incluso para usted mismo, porque eso es lo que Cristo ha hecho por nosotros.
Gracias, Señor, por perdonarme y arrojar mis pecados tan lejos como está el este del oeste. Ayúdame a perdonar como yo he sido perdonado.
Aplicación a la vida
Dedique algún tiempo a recordar el perdón que el Señor le ha concedido, y luego acérquese con su perdón a aquellos que lo necesitan de usted.