Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor.
2 Corintios 3:18
Fíjese en las palabras rostro descubierto
.
Por fe en la promesa de Dios (es decir, por el Espíritu), hemos dejado de mirar a la cara de Moisés y ahora estamos mirando a la cara de Jesucristo.
El velo se ha quitado.
Moisés y la ley han desaparecido; sólo Jesús llena el horizonte de nuestra vida.
No obstante, es totalmente posible que uno o dos minutos más tarde podamos quitar los ojos del rostro de Jesús y empecemos a mirar una vez más a nuestros limitados recursos.
En ese momento, Moisés y la ley vuelven.
Cuando sucumbimos a estas presiones y empezamos a confiar en nosotros mismos o en otros, estamos de vuelta en el antiguo pacto, llevando el velo sobre nuestras caras, y debemos repetir todo el proceso de liberación.
Este continuo retorno a contemplar la gloria del Señor hace algo sobre nosotros.
Más y más áreas de nuestra experiencia consciente se ponen bajo la dirección del Espíritu y reflejamos cada vez más la imagen de Cristo.
Esto es lo que llamamos frecuentemente crecimiento cristiano
.
Por la práctica constante del principio del nuevo pacto, es cada vez más fácil mantener los ojos del corazón fijos en la faz de Jesús.
Poco a poco nos resulta más y más natural
caminar en el Espíritu y no en la carne.
Es posible que todavía actuemos en la carne en alguna relación de la vida, pero es cada vez más improbable, pues el corazón está siendo afirmado con la gracia
(Hebreos 13:9).
Aunque este efecto de la gracia está ocurriendo en ciertas áreas de la vida consciente, todavía no ha conquistado todas las áreas. Es posible que un cristiano esté en el Espíritu en un momento y en la carne en el siguiente. Por ejemplo, en sus relaciones con los hermanos y hermanas en Cristo, usted camina en el Espíritu, pero, en el momento en que se implica con un miembro de su familia inmediata, entra en un área donde la carne está todavía sin conquistar, y el hablar y las actitudes son carnales en lugar de gobernadas por el Espíritu. Desde Su posición ventajosa en el espíritu de usted, el Espíritu de Dios ejerce una presión constante e inquebrantable sobre el área de las relaciones familiares, a menudo precipitando varias crisis, hasta que la voluntad se somete en esa área y Jesús es entronizado como Señor ahí también. De ese modo se consigue otro grado de semejanza a Cristo y otro grado de gloria manifestada.
Puesto que sólo podemos vivir en un aspecto de las relaciones de nuestra vida en un momento dado, es evidente que podemos estar en un área gobernada por el Espíritu en un momento y en un área controlada por la carne en el siguiente.
Pero, ¡qué alentador es saber que el Espíritu nunca abandonará la batalla!
Él busca permear cada aspecto de nuestra vida.
Cuanto más trabajamos y vivimos con el rostro de Jesús claramente a la vista, más rápidamente encontraremos que cada aspecto de nuestra vida está transformándose a Su semejanza.
Nosotros no podemos hacer ese trabajo.
Viene, como dice Pablo, por la acción del Espíritu del Señor
.
Él nunca dejará de hacer la obra que ha comenzado.
Señor, gracias por la promesa de que al mirarte me volveré como Tú.
Aplicación a la vida
¿Cuáles son los aspectos de su vida donde está guiado por el Espíritu, y dónde se encuentra todavía obrando en la carne?