Si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa del resplandor de su rostro, el cual desaparecería, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del Espíritu?
2 Corintios 3:7-8
Alguien bien puede plantear la pregunta: ¿Por qué Pablo relaciona el antiguo pacto con la ley y lo llama
.el ministerio de muerte
, si en Romanos 7 dice que la ley es santa, justa y buena
?
¿Cómo podía la cara resplandeciente de Moisés, que fue el resultado de pasar cuarenta días a solas con Dios, ser un símbolo de algo que mata?
En Romanos 8:3, Pablo nos da la pista que explica este enigma: Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne
.
El problema no es la ley; es aquello con lo que la ley debe trabajar: la carne.
La palabra carne no se refiere a la carne y huesos que forman el cuerpo, sino que es un término que expresa la naturaleza humana caída actuando separada de Cristo.
La ley se dio sólo y exclusivamente porque la carne existe.
No hay necesidad de ley si no hay carne.
El conflicto esencial entre el pacto antiguo (el rostro de Moisés) y el nuevo pacto (la faz de Jesús) es el combate entre la carne y el Espíritu.
Cada uno de nosotros es una guerra civil andante.
La carne lucha contra el Espíritu que está dentro de nosotros, tal como Pablo observaba en su carta a los Gálatas: Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais
(Gálatas 5:17).
Es por esta relación inevitable entre la carne y la ley por lo que Pablo se refiere a la ley como un ministerio que trae muerte.
En realidad es la carne la que produce muerte y la que mata, pero la ley, aunque santa, justa y buena, no se puede separar de ella.
Quizás nada ha contribuido más a la debilidad actual de la iglesia que el fracaso al entender la naturaleza y carácter de la carne. La característica principal de la carne es que se sirve a sí misma. Puede tener toda la apariencia externa de la vida de Dios —afectuosa, trabajadora, perdonadora, creadora, servicial—, pero con una motivación interna que siempre va dirigida al beneficio de uno mismo. Por esto es por lo que los seres humanos caídos que trabajan con la energía de la carne pueden hacer muchas buenas obras, pero Dios no las ve como buenas. Él mira al corazón; por tanto, él sabe que están corrompidas desde el principio.
Así vemos los dos esplendores. Hay un cierto espléndido atractivo en la carne cuando intenta ser buena. Atrae fuertemente a muchos, pero es como el brillo de la cara de Moisés: ¡un esplendor que se desvanece! Pero el esplendor del nuevo pacto es mucho más grande. Deriva de la actividad de Jesús obrando en el interior de la humanidad. Así es perfectamente aceptable para Dios, pues es la actividad de Su Hijo y siempre se caracterizará por Su vida, una vida de amor verdadero, trabajo fiel y perdón sin reservas, una vida que se da humildemente al servicio de otros, sin pensamiento de recibir recompensa o reconocimiento. Así es la humanidad como Dios pretendía que fuera. Ése es el humilde y, sin embargo, hermoso esplendor del cristianismo auténtico.
Señor, Tú conoces mi corazón mejor de lo que yo lo haré nunca. Gracias porque has provisto una nueva manera de vivir para mí, dependiendo de Tu vida en mi interior y no de la energía de la carne. Amén.
Aplicación a la vida
¿Cuáles son las maneras concretas en que usted actúa en la carne que en realidad podrían parecer buenas exteriormente?