Si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa del resplandor de su rostro, el cual desaparecería, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del Espíritu?
2 Corintios 3:7-8
Para ayudar a los corintios (y a nosotros) a entender lo que quería decir con el antiguo pacto
y el nuevo pacto
, Pablo usó dos útiles ayudas visuales.
Están sacadas de la historia de la entrega de la ley en el monte
Sinaí y la subsecuente conducta de Moisés con el pueblo de Israel.
Él primero llama la atención sobre la gloria del rostro de Moisés.
El viejo pacto, que Pablo llama ministerio de muerte
, fue acertadamente simbolizado por el resplandor del rostro de Moisés cuando bajó de la montaña con la ley grabada con letras en piedra
.
Había una cierta gloria o esplendor en la ley.
Atraía a la gente y despertaba su admiración e interés.
Hasta hoy la ley retiene ese atractivo.
Por todo el mundo los diez mandamientos se tienen en alta estima, incluso por aquellos que los traspasan con regularidad (lo cual nos incluye a todos).
La gente los confiesa como el ideal de vida, incluso aunque puedan decir que son imposibles de guardar.
Por todas partes los hombres sueñan con alcanzar una dedicación que les permita cumplir estos gloriosos ideales.
Pero lo que Pablo quiere subrayar es que en el nuevo pacto hay un esplendor incluso más grande.
Es muchísimo más atractivo y emocionante que la ley.
¡Cualquier confianza en el antiguo pacto después de haber experimentado la vida en el nuevo es como volver al estiércol!
Y lo mismo que la gloria del antiguo pacto tiene su símbolo (el rostro resplandeciente de Moisés), así el nuevo pacto tiene su símbolo también.
El apóstol lo da en el pasaje un poco más adelante, y obviamente está destinado a ser puesto en contraste con el rostro de Moisés.
Él dice: Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo
(2 Corintios 4:6).
Aquí, pues, están los dos esplendores: el rostro de Moisés y la faz de Jesucristo.
Ambos son emocionantes, pero uno lo es mucho más que el otro.
Representan los dos pactos, o acuerdos, por los que la vida humana es vivida.
Ambos tienen poder para atraer a los hombres, pero uno es una gloria que se desvanece y el otro es eterno.
El mundo sin redimir vive continuamente mirando al rostro de Moisés.
El cristiano puede vivir por los dos, pero nunca por ambos al mismo tiempo; siempre es el uno o el otro en cualquier momento dado de la vida de un cristiano.
Ninguno puede servir a dos señores
, dijo Jesús.
Porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro
(Mateo 6:24).
Así, en la vida del cristiano verdadero, la actividad de cada momento deriva su valor de si está, en ese momento, simbólicamente mirando al rostro de Moisés, o a la faz de Jesucristo.
Señor, confieso que a menudo he estado como Moisés, escondido tras una máscara, cubriendo la gloria perecedera de mis propios esfuerzos. Concédeme la gracia de recibir sencillamente de Ti el regalo del mérito.
Aplicación a la vida
¿Ve la gloria de confiar plenamente en Él, para que le proporcione valía, así como el descanso pacífico del esfuerzo propio?