Así que, teniendo tal esperanza, actuamos con mucha franqueza.
2 Corinthios 3:12
Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury en el siglo dieciséis, se destacó por promover la Reforma en Inglaterra. Repudió la dirección del papa de Roma e intentó crear una unión entre la iglesia de Inglaterra y la iglesia luterana de Alemania.
Más tarde, cuando María Tudor, una devota católica romana, se convirtió en reina de Inglaterra, Cranmer fue hecho prisionero. Fue condenado por traición y herejía y amenazado con la tortura y la muerte. Bajo esta presión, Cranmer firmó una serie de confesiones en las cuales se retractaba de su anterior apoyo a la Reforma, su proclamación de la salvación por gracia a través de la fe, y su creencia de que las Escrituras pertenecían a toda la gente.
Aunque firmó las retractaciones que le exigieron, y a pesar de la promesa que le hicieron de que estos documentos firmados lo salvarían de la muerte, los documentos fueron presentados como evidencia contra él en un juicio final por traición.
El tribunal le condenó a morir quemado en la hoguera, pero le dijeron que la sentencia no se llevaría a cabo si hacía una retractación pública de sus anteriores creencias.
Fue llevado ante una gran multitud para que confesara sus anteriores errores, pero, en lugar de confesar, declaró: Mi conciencia ya no me dejará negar la verdad más, ni siquiera para salvar mi vida.
He firmado siete retractaciones de la verdad y lamento amargamente cada una.
Aborrezco a mi mano derecha por firmar esas retractaciones y, cuando me lleven a la hoguera, sostendré mi mano derecha con firmeza dentro de las llamas
.
Las autoridades lo detuvieron en mitad del discurso, lo arrastraron fuera de la iglesia y se lo llevaron para ejecutarlo. Mientras se preparaba el fuego, él confió en que Dios le diera la fuerza para guardar su promesa y audazmente introdujo su mano derecha en las llamas. Entonces fue atado a la pira y sometido al martirio.
¡Audacia! Ése es el resultado de confiar en Dios, de confiar en el nuevo pacto: Todo viene de Dios, nada viene de mí. Audacia, valentía y confianza es justo lo que la gente está buscando en todas partes. Saben que la acción eficaz debe emanar de un espíritu valiente. Intentan de mil maneras sacar esa confianza de su interior, pero están buscando en el lugar equivocado. Hay una clase de confianza que pueden encontrar en sí mismos, pero acabará como una gloria efímera. ¡Ése no es el origen de la audacia de Pablo! Él ha encontrado el secreto de la audacia verdadera. Su valentía está enraizada en una esperanza segura, una convicción de que Dios está listo para obrar en él.
Todos los que confían en esta esperanza se vuelven notablemente audaces. No están confiando en sí mismos ni en algún esfuerzo que hagan a favor de Dios, sino en Dios mismo, y de este modo pueden tener una confianza suprema. Puesto que el éxito ya no depende de su dedicación, pueden ser muy atrevidos. Es Dios quien lo hará, y se puede depender de Él para no fallar. Cuando podemos confiar en que Dios es capaz de obrar en cualquier situación que se presente, Él nos libera completamente del miedo al fracaso. En ese momento, ¡qué otra cosa podemos ser sino invenciblemente audaces!
Concédeme tener audacia, Señor, no por el poder de la carne, sino en la confianza de que Tú estás obrando dentro y a través de mí.
Aplicación a la vida
¿Le ha dado Dios oportunidades de ser audaz? ¿Cómo puede afrontar esas oportunidades con la confianza del nuevo pacto?