Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre.
1 Juan 2:23a
Negar que Jesús es el Cristo es negar al Padre y al Hijo. Nos estamos enfrentando aquí con algo del misterio de la naturaleza de Dios. Admito de inmediato que hay mucho que no podemos entender acerca de Dios y la Trinidad. Sabemos que hay tres personas que existen eternamente como Dios. Nuestras mentes se sienten confusas cuando intentamos entender realmente lo que esto significa y cómo funciona en sus implicaciones.
Recordará usted, en ese pasaje profundamente significativo que llamamos el discurso del aposento alto, cuando nuestro Señor estaba reunido con los Suyos, que Él mismo nos revela algo acerca de la maravillosa relación que ha existido eternamente entre el Padre y el Hijo. Sabemos que en el principio era Dios, Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La característica suprema de Dios es que Él ama: Dios es amor. Por lo tanto, el Padre ama al Hijo, y ha sido siempre el deleite del Padre tomar la plenitud de Sí mismo y, por medio del Espíritu eterno, darla al Hijo. El amor siempre está dando, y el Padre da de Sí mismo al Hijo. Todo lo que está en el Padre le es dado al Hijo por medio del Espíritu. Es por ello que Jesús dijo en el discurso en el aposento alto: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (Juan 16:15a).
Pero el Hijo también debe amar y dar, porque Él también es Dios. Es aquí donde entra la creación, porque Juan nos ha dicho: “Todas las cosas por medio de él fueron hechas” (Juan 1:3a). ¿Por qué? A fin de que toda la plenitud que está en Él, que el Padre le ha dado, pueda ser dada a toda la creación, a cuya cabeza se encuentra el hombre. Pablo dice: “porque en él fueron creadas todas las cosas” (Colosenses 1:16a). Él es la expresión absoluta del Padre, y la creación ha de ser la expresión absoluta del Hijo. Todo lo que vemos a nuestro alrededor, el universo en toda su maravilla, con su complicada estructura, es tan sólo una expresión de la vida del Hijo.
Todo el programa de la creación tuvo el propósito de ser el Padre, tomando de la plenitud que estaba en Él y, por medio del Espíritu eterno, impartírselo al Hijo. El Hijo, a su vez, tiene toda la plenitud que ha recibido y, por medio del Espíritu eterno, se lo imparte a los humanos y a toda la creación, con el fin de que la plenitud se refleje mediante la manifestación visible del Padre, y de ese modo todo el mundo creado glorifique a Dios. Ése es el plan de Dios para el universo.
Este programa fue interrumpido por la elección deliberada del pueblo en cuanto a repudiar su dependencia del Hijo y hacerse su propio dios, haciendo uso de la creación para sus propios propósitos. Entonces el Espíritu de Dios fue eliminado del espíritu de los humanos, y perdieron su habilidad para amar a Dios y su capacidad para conocer a Dios como Padre. Éste es el motivo por el que el demonio ataca con tal vehemencia esta verdad de que Jesús es el Cristo. Negando esto, puede llegar a ese secreto, a esa relación que Dios desea para Su pueblo: la gloria de conocer al Padre y Su amor.
Padre, te doy gracias porque todo lo que está en Ti, la plenitud del Padre, ha sido impartido al Hijo, y todo lo que está en Él está a mi alcance. Todo lo que yo necesito para todo ha sido provisto por Él. Señor, enséñame a vivir a este nivel.
Aplicación a la vida
La tri-unidad de Dios es un profundo misterio. Las tres personas, que son eternamente Una, son una unidad de amor que se entrega. ¿Estamos nosotros permitiendo a Cristo en nosotros continuar Su ministerio de amor?