Ninguna mentira procede de la verdad.
1 Juan 2:21b
¿Se ha enterado usted ya de que ninguna mentira procede de la verdad, que no hay armonía posible entre la mentira y la verdad? En otras palabras, que no existen áreas dudosas en la vida, que una cosa es o bien negra (una mentira), o es blanca (una verdad), y que no hay aspectos que resulten dudosos, a pesar de que pueda haber una mezcla entre el negro y el blanco. Todo cristiano posee la habilidad para hacer uso de un juicio moral, a fin de distinguir lo que está bien de lo que está mal. Es asombroso la cantidad de cristianos que todavía no han aprendido esto y que continúan haciéndose eco de la mentira del mundo, en el sentido de que se puede combinar la verdad y el error. Juan deja esto perfectamente claro. “Os he escrito”, dice, “porque habéis averiguado esto, si conocéis a Jesucristo. Es posible que no hayáis pensado a fondo en las implicaciones, pero debéis saber que no hay posibilidad alguna de combinar una mentira con la verdad”.
Una de las cosas gloriosas acerca del propósito de Dios, que es restaurar la vida de Dios al espíritu del hombre, es que vuelve a restaurar de nuevo las normas de los valores absolutos y hace posibles los juicios morales. Hace que pasemos del control por medio de una conciencia de conveniencia al control de una conciencia de convicción. En estos días estamos oyendo hablar mucho acerca de “la ética situacional”, el relativismo en el ámbito de los juicios morales. ¿Cuáles son estos? Si usted hace trampa en un examen porque no le gusta a usted el maestro, eso está mal. Pero si lo hace usted porque está desesperado por sacar buenas notas y no hay ninguna otra manera de conseguirlo, usted no se ha ocupado del estudio hasta la hora del examen y no hay ninguna otra manera que no sea haciendo trampas, entonces eso está bien.
Pero Juan dice: “¡Ya no más! Ahora conocéis al que es verdad y no podéis salir adelante así como así. Antes o después le tendrá usted que explicar sus acciones a Él, y todas esas maravillosas excusas que fueron admitidas tan fácilmente por parte de su cónyuge o sus amigos no suenan nada convincentes cuando se las repetimos a Él, porque Él no se siente, ni mucho menos, impresionado por ellas. Él no dice nada; simplemente se cruza de brazos y se le queda mirando a usted. Entonces usted empieza a tartamudear y no tarda en quedar callado porque, como dice Juan: “ninguna mentira procede de la verdad”.
Preste usted atención a estas cosas. Comience usted a examinar las filosofías que le rodean, las sugerencias y las explicaciones acerca de la vida que le presentan. Mídalas conforme a la verdad. ¿Ha conocido usted la verdad relacionada con Jesús? ¿Está dispuesto a escuchar a la Palabra de Dios, a fin de que pueda entender el mundo en el que vive y a la persona que vive en él, es decir, usted? ¿Está dispuesto a entender cómo le hizo Dios a usted, cómo pretende que actúe, cómo desea que reaccione frente a las situaciones? ¿Está dispuesto a permitirle a Él que le enseñe a no depender más del falso sentido de la habilidad de la que ha hecho usted uso para vivir su vida, sino a renunciar a ella y en lugar de ello depender de Su vida en su interior? Es por eso que Juan escribe. Él escribe acerca de estas cosas, dice, porque sabe que la habilitación necesaria se halla en ellas. ¡Haga usted uso de ellas!
Padre, ayúdame a entender la verdad tal y como se encuentra en Cristo. Ayúdame a volverle la espalda a cada una de las voces que nos atraen, apartándonos de Él, y a traer todas las cosas que descubro, todas las experiencias, todos los razonamientos a Él.
Aplicación a la vida
Las excusas que podamos poner sencillamente se hacen eco de las mentiras del mundo. ¿Hemos encontrado nosotros la verdad absoluta como se halla en Cristo, o revelan nuestras excusas las dudas que todavía tenemos?