Pero si aquel siervo malo dice en su corazón:
Mi señor tarda en venir, y comienza a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.Mateo 24:48-51
Es evidente que este siervo tenía a su cargo el mismo ministerio que el primero (vv. 45-47).
De él también se espera que les dé el alimento a tiempo
.
El mismo almacén de la Palabra está a su disposición, para alimentar a los que tienen hambre en la casa siempre que lo necesiten.
La salud y el bienestar de la casa son su responsabilidad y dependen de su fiel servicio.
Pero este siervo es diferente.
Cuando su señor no regresa tan pronto como él espera, se dice a sí mismo: Mi señor tarda en venir
.
Aquí tenemos una pista de que el retorno del Señor se retrasará más allá de las expectativas de los hombres.
Los apóstoles lo esperaban para el primer siglo, y no vino.
Ahora, han pasado muchos siglos, y el efecto de esa larga demora ha sido el que el Señor predijo.
Muchos que claman ser Sus siervos han perdido la esperanza en Su vuelta, y el efecto está claro de inmediato.
El siervo empieza a golpear a sus consiervos, a descuidar su ministerio, a entregarse totalmente a sus apetitos.
Es una imagen vívida de lo que pasa cuando la expectación por el regreso del Señor se abandona.
Se puede rastrear la secuencia de fallos.
Primero, la esperanza en la venida del Señor se debilita y se pierde, dejando poca motivación para alimentar a los de la casa.
Por consiguiente, esto se descuida: la Palabra no se enseña, y la gente se debilita espiritualmente. Llenos de debilidad y carnalidad, lo manifiestan en contiendas, injusticias y excesos de todas clases.
Aunque el siervo ha perdido la esperanza, el Señor regresa, de repente, a una hora que el siervo no espera.
Indudablemente, ésta será una de esas ocasiones en las que el siervo dirá: Señor, ¿no he hecho poderosas obras en Tu nombre?
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Pero no servirá de nada.
Él no ha hecho precisamente lo que el Señor le pidió.
No ha sido fiel a su encargo.
Por lo tanto, será castigado y puesto dónde le corresponde: ¡con los hipócritas!
Pues él asumió el nombre de siervo del Señor, pero ha demostrado ser indigno de Su confianza.
Nunca ha sido un verdadero siervo en absoluto.
El Señor deja clara en esta parábola la gravedad del fallar en no alimentar a la familia de Dios.
El grado de incultura bíblica en la iglesia va más allá de lo increíble.
Y su extendido efecto es una iglesia impotente, contenciosa y materialista, cuyo conocimiento de la presencia de su Señor es casi nulo, y cuya esperanza en Su retorno hace tiempo que se consumió hasta las cenizas.
La causa de esta mediocridad estéril son los siervos infieles, que nunca asumieron o han abandonado su tarea de alimentar a los de la casa.
Jesús considera este fallo con la mayor seriedad.
Consecuentemente, no deberíamos sorprendernos de oír a Jesús decir que, cuando el señor de la casa regrese, se enfrentará al siervo infiel y le castigará duramente y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes
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Señor, ayúdame a mantener una esperanza viva en Tu pronta venida, de modo que pueda permanecer fiel en lo que me has llamado a hacer.
Aplicación a la vida
¿Qué estoy haciendo para remediar la incultura bíblica en mi propia vida y en las vidas de los que me rodean?