Posiblemente el libro más conocido, pero menos entendido, de la Biblia sea él de Jonás. Desde el punto de vista del mundo, Jonás y la ballena se han convertido en parte de la literatura, convirtiéndose en una parte de la historia legendaria mítica. Aunque el relato se ha convertido en una historia popular entre la gente, se considera con ridículo e incredulidad y ha sido como una burla de entre los libros que están en la Biblia, como si fuese una especie de fábula; pues no se toma en serio ni tiene un reconocimiento histórico, sino sencillamente como la historia de un pez de gran tamaño.
Se conoce también por referirse a Jonás como alguien gafe o como alguien que atrae la mala suerte. Esto se basa en la parte de la historia cuando Jonás se encontraba en un barco, de camino a Tarsis, huyendo de Dios, y se levantó una enorme tempestad. Sus compañeros preguntaron qué era lo que estaba provocando la tempestad, y Jonás contestó, diciendo: "Yo soy la causa". De modo que le tiraron al mar para librarse de la mala suerte que seguía al barco. El libro es bien conocido por este incidente, y en ocasiones llamamos a alguien que trae mala suerte "un Jonás". Todo esto ha hecho que el verdadero mensaje del libro se haya vuelto confuso. Jonás fue de hecho un personaje histórico, y se le menciona en otros lugares de las Escrituras. El libro de 2º de Reyes se refiere a él como un profeta histórico, un profeta que realizaba su ministerio en Israel en los días de Jeroboam. El mismo Señor Jesucristo se refiere a él diciendo: "Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mateo 12:40). Con esta clase de apoyo, no puede haber duda de que el libro de Jonás es históricamente exacto.
El verdadero mensaje de este relato se encuentra en los dos últimos capítulos de este breve libro. Tenemos a Jonás, después del encuentro que tuvo con la ballena (o pez), yendo a Nínive, tal y como Dios le había ordenado hacerlo originalmente, y proclamando el mensaje que Dios le había enviado a proclamar. Cuando se pregunta usted a sí mismo: "¿Por qué se negó Jonás originalmente a ir a Nínive?", se acerca usted al mensaje central de este libro. ¿Por qué se negó Jonás a ir? Ya sabe usted cómo empieza la historia:
Jehová dirigió su palabra a Jonás hijo de Amitai y le dijo: "Levántate y ve a Ninivé, aquella gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí". Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis... (Jonás 1:1-3a)
Cuando intenta usted huir de Dios, se sorprende de con cuánta frecuencia se encuentra usted con un barco ahí mismo, preparado. Hay algo especial que me gusta de este hombre Jonás. Pagó su billete para ir a Tarsis. ¡Si iba a ser desobediente, por lo menos quería hacerlo de una manera honesta!
... y descendió a Jope, donde encontró una nave que partía para Tarsis; pagó su pasaje, y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. (Jonás 1:3b)
Entonces se levantó una enorme tempestad, y los marineros le echaron al mar, y se lo tragó un pez de gran tamaño.
El segundo capítulo es la oración que hace a Dios para que le saque del vientre del pez. Al pez le dio un terrible dolor de estómago, y le vomitó en tierra; y en el capítulo 3, versículos 1 y 2, se nos dice:
Jehová se dirigió por segunda vez a Jonás y le dijo: "Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré". (Jonás 3:1-2)
Aquí se detecta un tono de severidad en la orden que recibió de Dios, ¿verdad? Dios no ha cambiado para nada de opinión, sino que ha hecho que el profeta cambie su manera de pensar, pero no ha cedido con respecto a lo que quiere que diga Jonás en Nínive.
¿Qué fue lo que hizo que Jonás se mostrase tan ansioso por evadir esta comisión? ¿Por qué no quiso ir a Nínive? ¿Por qué huyó de Dios? Algunos han sugerido que Jonás tenía una idea tan primitiva acerca de Dios que le consideraba como una deidad tribal, solo para Israel, y pensaba que Dios no podía realmente estar interesado en Nínive, y que si podía salir del país, podría alejarse de Dios. Creo que esa idea se ve anulada por la referencia que tiene Jonás de Dios. Cuando los viajeros preguntaron quién era, les contestó: "Soy hebreo y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra" (Jonás 1:9). Pero a mí eso no me suena como una deidad tribal. No, no fue ese el motivo por el que Jonás evitó ir a Nínive.
La respuesta es que Jonás conocía demasiado bien a Dios, y ese fue el motivo por el que no fue a Nínive. ¿Le parece eso extraño? Pues veamos lo que dice al principio del capítulo 4:
Pero Jonás se disgustó en extremo [el arrepentimiento de Nínive], y se enojó. Así que oró a Jehová y le dijo: "Ah, Jehová, ¿no es esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis, porque yo sabía que tú eres un Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia, que te arrepientes del mal". (Jonás 4:1-2)
Debido a que Jonás sabía que Dios era de ese modo, no estaba dispuesto a ir a Nínive. Eso resulta interesante, ¿no cree usted? Fíjese otra vez en esta última frase. Jonás dice: "Porque sabía que eres un Dios clemente y compasivo, que desistes de hacer el mal cuando tienes la oportunidad". Dios le había dicho a este profeta: "Ve a Nínive y anúnciales que de aquí a cuarenta días la ciudad será destruida".
Y eso era exactamente lo que quería Jonás; quería ver a aquella ciudad destruida, porque era el gran enemigo de su pueblo. Posiblemente Jonás hubiera sido testigo de que estos crueles, despiadados y sangrientos ninivitas habían atacado y saqueado en varias ocasiones a su tierra. Hasta es posible que hubiese sufrido la pérdida de algunos seres amados a manos de aquel pueblo despiadado. En el mundo antiguo, la historia más sangrienta y la crueldad más malvada de la que ha quedado constancia es posiblemente la de los ninivitas, que encontraron más maneras increíblemente ingeniosas de ser crueles que ninguna otra nación que jamás haya vivido. Era un pueblo brutal, impío y pecador, y Jonás los odiaba. Lo que más deseaba en el mundo era ver a Nínive destruida, pero, a pesar de eso, cuando Dios le mandó a anunciar su destrucción a Nínive, dijo: "Te conozco demasiado bien, Oh Dios. Si alguien por arrepentirse te da la más mínima oportunidad de ser misericordioso, cambiarás de opinión y no llevarás a cabo tu sentencia sobre ellos"; por lo que huyó a Tarsis.
Eso resulta verdaderamente asombroso, ¿no es así? ¡Qué gran revelación acerca del conocimiento de Dios y del carácter del Dios del Antiguo Testamento! De vez en cuando, aquellos que no creen en la Biblia, especialmente aquellos que han recibido una educación por encima de su inteligencia, dicen que el Dios del Antiguo Testamento era un Dios vengativo, iracundo, el Dios de los negros nubarrones, de los relámpagos y de los truenos, y que siempre estaba matando gente. ¿Encuentra usted eso aquí? Esa no es precisamente la clase de Dios al que conocía Jonás, porque dice: "Porque yo sabía que tú eres un Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia, que te arrepientes del mal". Así que ese es el motivo por el que se fue a Tarsis, e incluso después de su viaje en un submarino vivo se mostró reacio a ir. No tenía demasiadas ganas de transmitir el mensaje, pero se acordó del vientre del pez y fue. Llegó a Nínive, conforme a la palabra del Señor.
Nínive era una ciudad tan grande, tanto que eran necesarios tres días para recorrerla. (Jonás 3:3b)
La ciudad era tan grande que harían falta tres días para cruzarla. Se consideraba que un día de viaje era equivalente a unos dieciocho kilómetros, de modo que un viaje de tres días de duración serían unos cincuenta y cuatro kilómetros. Esa es una ciudad considerablemente grande. De hecho era un grupo de ciudades, algo parecido a Los Angeles, agrupadas alrededor de las orillas del río Tigris y era la capital del imperio sirio (o asirio). Y Jonás fue con el propósito de declarar el mensaje que Dios le había transmitido. Comenzó su viaje un día caminando por la ciudad y proclamando a gran voz:
"¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!". (Jonás 3:4b)
"Dentro de cuarenta días la ciudad quedará en ruinas; cuarenta días más y Dios destruirá esta ciudad."
Normalmente no se prestaría demasiada atención a un mensaje así. No se le haría caso en la actualidad, y no le hicieron caso en aquellos días tampoco. La Biblia informa que otros profetas habían sido enviados con un mensaje como este al pueblo, sin que le prestasen atención, pero en este relato sucede algo asombroso:
Los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno y, desde el mayor hasta el más pequeño, se vistieron con ropas ásperas. (Jonás 3:5)
Y cuando la noticia llegó hasta el rey de Nínive:
... este se levantó de su silla, se despojó de su vestido, se cubrió con ropas ásperas y se sentó sobre ceniza. Luego hizo anunciar [suena como si hubiesen estado celebrando una semana de liderazgo cristiano, ¿verdad?] en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, una proclama que decía: "Hombres y animales, bueyes y ovejas, no prueben cosa alguna; no se les dé alimento ni beban agua, sino cúbranse hombres y animales [hasta los animales se vieron involucrados] con ropas ásperas, y clamen a Dios con fuerza. Que cada uno se convierta de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos". (Jonás 3:6-8)
Y lo hicieron:
Vio Dios lo que hicieron [no solo lo que dijeron], que se convirtieron de su mal camino, y se arrepintió del mal que había anunciado hacerles, y no lo hizo. (Jonás 3:10)
La ciudad se salvó. ¿Por qué prestaron atención al mensaje de Jonás? Creo que esto habría sido un misterio para nosotros, de no haber sido por las claves que nos ofrece el Señor Jesucristo mismo. En el evangelio de Lucas, en el capítulo 11, nuestro Señor se refiere a este relato: "porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, lo será también el Hijo del hombre a esta generación" (Lucas 11:30). Dijo: "Jonás, el hombre, el profeta, fue él mismo una señal para la ciudad de Nínive, y de la misma manera yo, el Señor Jesucristo, seré una señal para toda esta generación". Se refería a Israel, pero quería decir toda la raza humana además de esta; y de la misma manera que Jonás fue una señal para la ciudad de Nínive, el Hijo del hombre lo sería para esta generación.
Hay eruditos bíblicos que están convencidos de que lo que le sucedió a Jonás fue que sus facciones fueron cambiadas por la experiencia en el vientre del pez. Hay algunos incidentes históricos interesantes, verificados por hombres que han sido tragados por peces, de manera muy parecida a como lo fue Jonás. Yo recomendaría el libro escrito por Harry Rimmer, The Harmony of Science and Scripture (La Armonía de la ciencia y las Escrituras), en el que cuenta la historia de un inglés, un marinero, que se cayó por la borda y fue tragado por un pez. Al cabo de uno o dos días se vio al pez flotando sobre la superficie del mar, y fue llevado a tierra. Cuando lo abrieron, los marineros se encontraron, ante su asombro, a su compañero con vida. Sobrevivió a la experiencia, pero su piel se había vuelto de un blanco como la tiza y se quedó así durante el resto de su vida. El Dr. Rimmer habló con él y se enteró de los detalles de su experiencia, que fue claramente verificada. Han existido otros relatos parecidos a este, probablemente un total de media docena, así que vemos que ha sucedido a otros además de a Jonás.
Como es lógico, el mensaje de este libro no es tanto lo que le sucedió a Jonás, sino los resultados en Nínive cuando Jonás se levantó y fue a predicar. Puede usted imaginarse lo que pasaría en esta ciudad si sucediese algo así. Si el rostro y el cuerpo de Jonás confirmase la asombrosa historia de que, sin duda, este hombre había pasado por una experiencia espantosa al ser tragado vivo por un pez y después vomitado, y de que Dios le enviase a proclamar este mensaje, puede usted imaginarse el impacto que eso tendría sobre la ciudad. Jonás era evidencia viva, prueba documentada en su propio ser, de que Dios hablaba en serio y estaba dispuesto a hacerlo. Por eso, la ciudad se arrepintió hasta el último hombre, y se detuvo el juicio de Dios.
Pero les ruego que no se preocupen por el hecho de que diga que Dios "se arrepintió", ya que esto describe la acción emprendida por Dios solo desde el punto de vista humano. Dios sabía ya que esto sucedería de este modo, pero siempre que se cree al mensaje de Dios da la impresión de que "cambia de manera de pensar". De hecho, sabemos que lo único que pasa es que lleva a cabo Sus propósitos. La ciudad se salvó, y hasta que no pasaron más de cien años más no juzgó Dios a la ciudad de Nínive ni la destruyó, pero de momento se salvaron al arrepentirse, gracias a la predicación de Jonás.
En el último capítulo, tenemos el encuentro entre Jonás y Dios. Daba la impresión de que la historia iba a terminarse en el capítulo 3, cuando la gran ciudad se viste de ropa áspera y ceniza, arrepintiéndose ante Dios, pero no es ese el punto que quiere enfatizar esta historia, sino que lo que pretende es ofrecernos una visión del corazón de Dios. De modo que leemos que Jonás se enfureció con Dios y le dijo el motivo por el que había huido. Le dijo a Dios: "Sabía la clase de Dios que eres, y has hecho exactamente lo que yo esperaba. Cuando la ciudad se arrepintió, cambiaste de opinión", le dice, "y por eso estoy furioso". Y Dios le pregunta: "¿Haces bien en enojarte tanto?" (Jonás 4:4).
Jonás ni siquiera le contestó; se sentó al borde de una roca sobre la ciudad y esperó a ver lo que haría Dios a continuación. No sé el tiempo que debió de transcurrir, pero es posible que esperase unos cuantos días. El primer día,
... Dios dispuso que una calabacera creciera... (Jonás 4:6a)
Resulta interesante las palabras que elige aquí: Dios dispuso una planta, y la planta creció y le cubrió la cabeza a Jonás, evidencia de la provisión misericordiosa de Dios; pero al segundo día Dios también dispuso un gusano.
... Dios dispuso que un gusano dañara la calabacera, y esta se secó. (Jonás 4:7)
Fíjese bien en los detalles cuidadosamente diseñados. Y entonces salió el sol, por disposición de Dios, o preparado por Él, y se levantó un sofocante viento oriental procedente del desierto que le dio de lleno a Jonás, de manera que el pobre hombre estaba sudando y sufriendo el calor sofocante, hasta que se desmayó y quería morirse.
Pero Dios dijo a Jonás:"¿Tanto te enojas por la calabacera?". (Me sorprende lo cabezota que era este profeta.) "Mucho me enojo, hasta la muerte!", respondió él. (Jonás 4:9)
¿Sabe una cosa? Es fácil apuntar con el dedo a Jonás, pero ¿no le ha dicho usted nunca algo por el estilo a Dios? ¿No le ha dicho usted nunca: "Quiero lo que quiero, y me trae sin cuidado lo que hagas. Claro que estoy enojado; no me gusta cómo haces las cosas. Llévame de aquí; llévame al cielo". Pero fíjese en lo que le dijo Dios:
Y entonces Jehová le dijo: "Tú tienes lástima de una calabacera en la que no trabajaste, ni a la cual has hecho crecer, que en espacio de una noche nació y en espacio de otra noche pereció. [Le tienes lástima a una planta y te tienes lástima a ti mismo.] ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?". (Jonás 4:10-11)
Esa es una manera hebrea de describir a los niños: un total de ciento veinte mil niños pequeños. Lo que le dijo fue: "Puedes sentir lástima de una planta, pero no tienes lástima de una gran ciudad llena de niños y de personas que no conocen el camino, que no conocen a su Dios". Y el libro termina de una manera abrupta. ¿Por qué? Porque es exactamente al punto al que deseaba llevarnos, a la revelación de la manera de sentir de Dios.
Dios amaba a aquellos ninivitas, a pesar de que Jonás les odiase, y en ocasiones pienso que hay mucho de Jonás en nosotros. A veces actuamos como si nos sintiésemos encantados si el periódico de mañana por la mañana informase que Moscú se hallase en ruinas aún humeantes. ¿No es así? Pero Dios ama a los rusos y a los chinos y a todas aquellas otras personas a las que nosotros llamamos durante un tiempo nuestros enemigos. No estoy intentando eludir enfrentarme con los hechos; claro que tenemos enemigos, pero Dios les ama, de la misma manera que amaba a los enemigos de Israel y les perdonaba cuando se arrepentían.
Y Dios nos ha enviado a ellos con el fin de declararles esta palabra de Jonás. ¿Se da usted cuenta de qué manera tan repentina y sutil el Espíritu Santo ha hecho que nos hallemos introducidos en esta imagen? Tenemos a nuestro alrededor a personas que no son salvas, a los "impíos", como les llamamos, a los sin ley y a los desobedientes. Les eliminamos de nuestra vida, diciendo: "¡Son repugnantes; me dan asco; se merecen la condenación!". Cantamos acerca de la tierna gracia de Dios, de Su misericordia y de Su compasión, pero evitamos hablar con estas personas.
Pues bien, no estoy juzgando a usted. Me he colocado en la picota con usted con respecto a esta situación. Le pregunto a su corazón, como le pregunto al mío: "¿No hay una espantosa tendencia entre nosotros de portarnos como lo hizo Jonás?". ¿Les mostramos realmente a otros el corazón de Dios, que ama a un mundo que camina sin rumbo, a ciegas, ignorante y sin saber a dónde se dirige?
Él ha enviado a hombres y mujeres como señal para esta generación. ¿Y cuál es esa señal? Es la señal de Jonás, la señal de la resurrección, la señal de personas que antes estuvieron muertas y que ahora tienen vida gracias a Jesucristo. ¿No es ese el motivo por el que el Señor dijo: "Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mateo 12:40)? ¿No es ese el mensaje fundamental de nuestra proclamación, que hay un Dios que puede producir vida de entre la muerte, que puede resucitar a aquellos que han sido tragados por el vientre de una ballena, o un pez, perdidos, sin esperanza, pero redimidos? Y los testigos de esta proclamación son las vidas resucitadas de aquellos que, como Jonás, declaran ese mensaje en nuestros días.
Oración
Padre nuestro, te damos gracias por este libro y por poder ver lo que hay en nuestros corazones por medio de él. Cuánto nos parecemos a este testarudo profeta, empeñados en nuestros propios fines, nuestra propia comodidad, sin preocuparnos por los que nos rodean, cuyos corazones claman a Ti y tocan Tu corazón y lo llenan de tierna compasión. Señor, concede que sintamos lo mismo que Tú sientes, para que sintamos compasión de aquellas personas que no conocen la diferencia entre su mano derecha y su mano izquierda, y te pedimos, Señor, que nuestros corazones sean un reflejo del Tuyo, para que les mostremos Tu amor y Tu compasión al declararles el mensaje de la verdad, en el nombre de Jesús. Amén.