El nombre Habacuc quiere decir "el que abraza", pero no en el sentido romántico, sino en el sentido de consolar, y este es un gran libro de consuelo. El consuelo posiblemente sea el problema más penoso con el que se tienen que enfrentar los seres humanos, es decir: el gran interrogante de por qué Dios permite que sucedan ciertas cosas. No conozco una pregunta más actual e importante que esta. Al leer esta profecía de Habacuc descubrirá usted que el problema con el que tuvo que contender, y sobre el cual acabó por averiguar la respuesta, hizo posible que se convirtiese en consolador y en uno que podía abrazar a su pueblo en su sufrimiento; y es exactamente el mismo problema con el que nos enfrentamos nosotros actualmente, porque el profeta vivió en un tiempo muy parecido al nuestro, un tiempo en que todo estaba saliendo mal. Vivió en una época en la que hubo una gran corrupción nacional y aflicción, en la que la nación y la tierra estaba llena de violencia, de odio y de estallidos de maldad. Su aflicción se ve reflejada en las primeras frases del libro:
Profecía que el profeta Habacuc recibió en una visión: "¿Hasta cuándo, Jehová, gritaré sin que tú escuches, y clamaré a causa de la violencia sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad y haces que vea tanta maldad? Ante mí solo hay destrucción y violencia; pleitos y contiendas se levantan. Por eso la Ley se debilita y el juicio no se ajusta a la verdad; el impío asedia al justo, y así se tuerce la justicia". (Habacuc 1:1-4)
¿No suena eso como lo que está sucediendo actualmente? "¿Por qué", dice Habacuc, "tengo que clamar: ꞌ¡Violencia!ꞌ, y no obtengo respuesta?". He aquí el gran problema de la oración que no obtiene contestación. Tenemos aquí el caso de un hombre que está preocupado por su nación porque ve que todo sale mal. El pueblo vive sumido en la maldad; hay inquietud, violencia, injusticia y opresión por doquier. Cuando todo el asunto es traído ante los tribunales de justicia, los tribunales mismos están corruptos, por lo que Habacuc se siente profundamente preocupado.
Él es un hombre de Dios y sabe que lo que hay que hacer con un problema es presentarlo a Dios, y es lo que él ha estado haciendo. Ha estado orando acerca de su problema, pero no ha obtenido ninguna respuesta. De modo que su perplejo corazón clama confuso: "Señor, ¿durante cuánto tiempo tengo que seguir con esto, clamando a ti de este modo? No haces nada al respecto. He estado esperando un cambio, esperando para ver si se producía una recuperación, esperando ver si pasaba algo, pero no sucede nada. ¿Cuánto tiempo he de continuar así?".
¿Se ha sentido usted así alguna vez? Mire a su alrededor, a nuestra nación, y verá como todo se está viniendo abajo, los antiguos fundamentos se están desmoronando, las gentes se apartan de la fe, y se cuestionan conceptos que jamás se habían cuestionado con anterioridad. Las personas expresan sus dudas, hasta su sincera incredulidad, en círculos en los que nunca se había expresado la duda con anterioridad. ¿Ha estado usted orando por seres amados, esperando ver cómo Dios los transformaba y actuaba en sus vidas, pero no ha pasado nada? Ese es el problema de la oración que no obtiene respuesta. Es un problema muy importante y hace que el profeta se sienta perplejo.
Pero ahora Dios responde a Habacuc. Lo asombroso de esta profecía es que no se dirige al pueblo ni mucho menos, sino que es más bien un diálogo entre el hombre y Dios. Por eso es por lo que resulta tan actual. Cada uno de nosotros nos llamamos Habacuc y cada uno de nosotros nos enfrentamos de vez en cuando con este problema. Dios responde:
"Mirad entre las naciones; ved y asombraos, porque haré una obra en vuestros días, que aún cuando se os contara, no lo creeríais". (Habacuc 1:5)
En otras palabras, Dios dice: "Habacuc, he estado contestando a tus oraciones. Me acusas de guardar silencio, pero no he permanecido callado. Es solo que no sabes reconocer mi respuesta, porque te he estado contestando, pero mi respuesta es tan diferente de lo que esperas que no eres capaz de reconocerla o creerla cuando te respondo". Pero Dios continúa, diciendo:
"Porque yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. Formidable es y terrible; de ella misma proceden su justicia y su dignidad. Sus caballos son más ligeros que leopardos, más veloces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán. Vienen de lejos sus jinetes, vuelan como águilas que se apresuran a devorar. Toda ella acude a la violencia; el terror va delante de ella, y recoge cautivos como arena. Se mofa de los reyes, y de los príncipes hace burla; se ríe de las fortalezas, levanta terraplenes y las toma. Luego pasa como el huracán, y peca porque hace de su fuerza su dios". (Habacuc 1:6-11)
¿Le suena eso como alguien a quien usted conoce? Podría usted sustituirlos por los comunistas o, en la última generación, podría haber reemplazado a los caldeos por los nazis. He aquí la respuesta que da Dios al problema planteado por el profeta: Dios dice que está preparándose para levantar a la nación de los caldeos. Cuando escribió Habacuc, los caldeos no eran una nación importante. (Otro de los nombres de los caldeos es los babilonios.) Estos nombres se usan alternativamente en el Antiguo Testamento, pero cuando escribió el profeta, la gran nación que tenía asustadas al resto de las naciones, y gobernada por un gran tirano del mundo de aquellos tiempos, era la nación de los asirios. Su capital era Nínive, a la que se hace referencia en profecías anteriores.
Pero aquí tenemos a una pequeña nación que comienza a levantarse en la historia del mundo, y Dios dice al profeta: "Yo estoy detrás de todo esto. Este pueblo es un pueblo muy extraño. Son amargos, hostiles, implacables y sanguinarios. Van a ser tan poderosos como lo han sido otras naciones de la tierra y van a arrasar a través de las tierras, conquistándolo todo, y dará la impresión de que nada les puede detener. Este pueblo no tendrá ningún dios como figura central de sus vidas. Yo estoy tras el levantamiento de esta nación, y esta es la respuesta a tus oraciones".
Eso resulta bastante asombroso, ¿verdad? Es evidente que Habacuc no sabía qué pensar al respecto. Aquí se produce un momento de silencio, y luego comienza a reflexionar. Si para comenzar creyó tener un problema, ahora sí que lo tiene. Se enfrenta con un problema de grandes dimensiones, porque ¿cómo es posible que Dios resuelva el problema original creando un problema semejante a este?
Esto es lo que preocupa a tantas personas al enfrentarse con lo que está sucediendo hoy en el mundo. Lo que ha amenazado la fe de muchos ha sido el problema de la historia. ¿Por qué permite Dios que pasen las cosas tal y como suceden? ¿Cómo es posible que permita que tengan lugar cosas tan terribles en la historia humana? Hace poco tiempo vi los resultados de una encuesta que se había realizado a estudiantes que no eran cristianos y a las preguntas que se estaban haciendo en las universidades por todos los Estados Unidos. La primera de la lista era: "¿Cómo es posible que un Dios justo y amoroso permita que los hombres sufran? ¿Por qué iba Dios a crearnos para luego permitir que la enfermedad, el hambre y todas esas cosas terribles sucedan?".
Existen actualmente muchas personas que se hacen esa pregunta y muchos cuya fe se está debilitando por causa de esto. Están diciendo: "¿Cómo puede ser esto? ¿En qué clase de universo vivimos?". Como es lógico, hay otros que no tardan en responder, diciendo: "La respuesta es que Dios no existe, y no sirve de nada pensar que existe. Estamos viviendo en un universo que es como una máquina, con piezas pesadamente resonantes, y nadie sabe realmente lo que hace que funcione. La casualidad hizo que todo encajase. Solamente nos engañamos a nosotros mismos cuando nos imaginamos una imagen paterna por el deseo que hay en nuestros corazones y le llamamos Dios".
El motivo por el que decimos esto es por la aparente inactividad de Dios. Esa es una de las cosas misteriosas de Dios, ¿no es cierto? El poeta William Cowper dijo: "Dios se mueve de manera misteriosa para llevar a cabo sus maravillas". Y la manera de hacer Dios las cosas es un misterio para nosotros. Tenemos que reconocer que hay ocasiones en las que no acertamos a comprender cómo se mueve Dios. No parecen tener sentido, y los instrumentos de los que se vale parecen tan fuera de lo normal. Dios no es nada ortodoxo. Siempre está haciendo las cosas de manera equivocada, eligiendo a las personas equivocadas y haciendo las cosas del modo más sorprendente. Una de las cosas que aprendemos acerca de Dios al vivir con Él durante un tiempo es que siempre está haciendo lo inesperado, y no es que lo haga así porque le encante hacer que nos sintamos confusos, sino porque Su forma de obrar es infinita, y nuestra mente humana no acierta a entenderla.
Ese fue precisamente el problema que afligió a Habacuc, que se sintió intrigado por este extraño silencio, y luego, al enterarse de cómo se estaba moviendo Dios, tampoco pudo entenderlo; pero hace algo muy sensato, y la próxima sección de este libro es un pasaje muy importante porque nos dice cómo enfrentarnos a esta clase de problema. ¿Qué es lo que hay que hacer cuando nos encontramos con una amenaza semejante para nuestra fe? Cuando vea usted lo que le dé la impresión de ser una falta de acción por parte de Dios, y luego a lo mejor se da usted cuenta de que Dios está actuando de una manera que parece totalmente increíble, ¿qué hace usted? Una de las grandes necesidades de nuestra vida cristiana es entender el método que hemos de usar para enfrentarnos con problemas como este, y el método puede explicarse de un modo muy sencillo. Hay cuatro pasos muy simples, y al seguir adelante verá usted cómo los sigue el profeta.
Lo primero que hay que hacer es detenerse a pensar, sin reaccionar emocionalmente ante el problema. No deje que el pánico se apodere de usted o que algún terrible miedo pueda más que usted. Deténgase y piense. Bueno, ¿en qué debe usted pensar? En segundo lugar, recuerde las cosas básicas que sabe usted acerca de Dios, y no intente resolver el problema de inmediato. Aléjese de él y comience con Dios. Vuelva a lo que sabe acerca de Él y Su carácter, tal y como le ha sido revelado a usted por revelación y gracias a la experiencia que ha adquirido usted. A continuación, coja lo que sabe acerca del carácter de Dios y aplíquelo al problema. Ese es el tercer paso. Y finalmente, si no ha encontrado usted una respuesta, deje el resto en fe para que Dios lo resuelva, y pídale que se lo muestre. Esa es la manera de hacerlo.
Fíjese cómo lo hace el profeta. Primero, comienza pensando acerca de Dios:
"¿No eres tú desde el principio, Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos". (Habacuc 1:12a)
Habacuc se ha recordado a sí mismo algunas cosas de suma importancia al decir eso: "¿No eres tú desde el principio... ?". Lo primero en lo que piensa es que el Dios al que él conoce es un Dios eterno, que está por encima de la historia y es superior a cualquier lapso de tiempo de los acontecimientos. Él crea la historia; Él es desde el principio y se halla al final. Es anterior al principio y no tiene fin porque es el Dios de la eternidad. Eso es lo primero que el profeta se recuerda a sí mismo. Cuando aparezcan los caldeos confiarán en su propio poder como su dios. "Oh sí", dice Habacuc, "pero mi Dios no es así. Mi Dios no es una de esas deidades tribales locales, sino que abarca toda la historia y gobierna estos acontecimientos, porque es un Dios eterno".
En segundo lugar, el profeta se recuerda a sí mismo que Dios existe por Sí solo, porque usa un nombre muy especial para Dios. Dice:
"¿No eres tú desde el principio, Jehová, Dios mío... ?"
Cuando la palabra "Señor" está todo escrito en mayúsculas, como lo está en este caso [en inglés], es una traducción de la palabra hebrea Jehová, que significa "Yo soy el que soy", el gran nombre que le reveló Dios a Moisés cuando estuvo en Egipto. En esa ocasión, le dijo: "... cuando hayas sacado de Egipto al pueblo... así dirás a los hijos de Israel: " ꞌYo soyꞌ me envió a vosotros" (Éxodo 3:12-14). ¿Sabe usted por qué Habacuc se recordó a sí mismo esto? Porque en su época había gente que iba por ahí diciendo que Dios estaba muerto, y siempre hay personas así, y no hay nada de nuevo en ello. Mientras el pueblo iba por ahí afirmando que Dios estaba muerto, Habacuc volvió a lo que había aprendido acerca de Dios, que existe por Sí mismo y no puede morir. Es imposible que una persona que existe por sí misma muera, y Él es "Yo soy el que soy".
En tercer lugar, Habacuc se recuerda a sí mismo la santidad de Dios, el "Santo mío". ¿Qué significa la santidad? Me atrevería a decir que la mayoría de nosotros usamos esta palabra sin tener ni idea de lo que significa. ¿Quiere decir que es un especie de ser que induce temor y que debemos andarnos con cuidado de no acercarnos a él porque es santo? No, santidad significa totalidad, integridad; es ser una persona íntegra. Significa esencialmente que Dios es consistente consigo mismo y es siempre lo que es. No es nunca ninguna otra cosa, no es nunca una falsificación. No finge nunca ni nos engaña, y eso es la santidad.
Esto es algo que se refleja en todas las Escrituras, el carácter inmutable de Dios. El autor de Hebreos dice: "Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos... serán mudados. Pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán" (Hebreos 1:10-12). Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. En Él no hay sombra de duda ni de cambio.
Después de que el profeta se recuerda esto a sí mismo, añade de inmediato estas palabras: "No moriremos". ¿Qué quiere decir? Está pensando que Dios ha hecho un pacto con Abraham. Dios le prometió a Abraham que levantaría una nación que sería Su pueblo para siempre y que no permitiría nunca que fuesen eliminados de la tierra. El profeta se está recordando a sí mismo esto, frente a la terrible amenaza con la que se enfrentaban. Los caldeos iban a venir e iban a asolar la tierra. Tendría que contemplar a su amada Jerusalén arrebatada y capturada, y ver cómo su pueblo era llevado en cautiverio, pero existe el recordatorio de que Dios no iba a permitir que sucediese lo peor. No morirían y no serían eliminados; y la fidelidad de Dios permanecería para siempre, de modo inmutable.
Así que el profeta llega a la conclusión que resuelve al menos la primera parte de este problema. Dice:
"Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, Roca, lo estableciste para castigar". (Habacuc 1:12b)
"Ahora entiendo por qué has levantado a los caldeos; es tu manera de despertar a mi pueblo de su insensatez, de su terrible estupidez al apartarse de ti. Creen que pueden vivir sin ti, a pesar de las muchas veces que les has enviado a los profetas, suplicándoles, pidiéndoles y recordándoles tu palabra. Has derramado bendición tras bendición sobre ellos, a pesar de lo cual siguen en su insensata locura, dándolo todo por sentado, pensando que pueden seguir viviendo sin ti. Ahora entiendo lo que estás haciendo. Estás levantando a un pueblo a fin de conmocionarles para que sean conscientes de la realidad, para despertarles y castigarles. Ahora lo entiendo".
¿Hay alguna duda de que Dios hace esto en la historia? No hay duda alguna de que ese es el motivo por el que se les permitió a los nazis hacerse tan rápidamente con el poder, para asolar Europa y para ser de repente derribados una vez más. Fue para despertar al mundo occidental, a fin de que fuese consciente de su codicia, su avaricia, su maldad y el hecho de haberse apartado de lo relacionado con la verdad y Dios, que les está diciendo algo a través de esto, haciendo que las naciones se estremeciesen, que es la manera habitual de actuar Dios a lo largo de la historia.
A continuación el profeta dice: "Veo que ahora tengo otro problema". Y continúa en el versículo 13, diciendo:
"Muy limpio eres de ojos para ver el mal; tú, ni puedes ver el agravio; ¿por qué, pues, ves a los criminales y callas cuando el impío destruye al que es más justo que él?". (Habacuc 1:13)
Después Habacuc describe la maldad de los caldeos. "Ahora", dice, "me doy cuenta de cómo estás levantando a esta nación para castigar a este pueblo, pero esto es algo que no entiendo. A pesar de la maldad de mi propio pueblo, no son tan malvados como los caldeos. ¿Cómo es posible que uses a un pueblo malvado, impío, implacable como éste, para castigar a tu propio pueblo? Esto es algo que no acierto a entender. ¿Ha oído usted decir eso alguna vez? ¿Ha oído decir a alguien: "Es cierto que América tiene problemas, y posiblemente sea un pueblo malvado, pero no somos tan malvados como los comunistas (o los nazis, o quienquiera que sea nuestro enemigo en esos momentos). Dios no va a permitir que este pueblo se apodere de nosotros porque, después de todo, son mucho peor de lo que somos nosotros.
Así que el profeta dice: "No entiendo esto". Y como no sabe qué hacer, sigue al cuarto paso y deja que Dios se ocupe del problema. Eso es algo muy sabio que hacer, porque nuestra mente humana no capta todo lo intrincado de la historia, y son muchísimas las cosas que no entendemos. Por lo que al llegar a este punto son muchas las personas que dicen: "Debe ser que Dios no existe", o "Dios no es como dice la Biblia que es", o "No puedo creer en esto. Si Dios no me explica lo que piensa hacer, ya no puedo seguir creyendo en él".
Pero el profeta dice: "La verdad es que no lo entiendo, pero tú eres más poderoso que yo; así que esperaré a que tú me lo reveles. Fíjese cómo empieza el capítulo 2:
"En mi puesto de guardia estaré, sobre la fortaleza afirmaré el pie. Velaré para ver lo que se me dirá y qué he de responder tocante a mi queja". (Habacuc 2:1)
Ese es un modo de actuar muy sensato. Para empezar, Habacuc está diciendo que se va a alejar del problema durante un tiempo. "Voy a dejar el asunto en manos de Dios y esperaré a que sea él quien dé el próximo paso. Yo he llegado hasta donde podía ir. He razonado basándome en el carácter de Dios. Sé que sus ojos son demasiado puros como para contemplar el mal; no le gusta el mal y no tiene complicidad con él. Eso lo sé. Pero a pesar de ello está levantando a este pueblo malvado. No lo entiendo, pero dejaré que Dios me lo explique y esperaré su respuesta".
¿Puede usted hacer esto? Cuando le presenta usted un problema a Dios y se lo explica todo a Él en oración, ¿se levanta usted y sigue preocupándose por el problema otra vez? (¿Cómo se va a resolver esto? ¿Qué debo hacer a continuación?) Eso es lo que nos derrota con frecuencia, pero el profeta lo deja ahí, diciendo: "De ti depende". El versículo 2 dice:
"Jehová me respondió y dijo: ꞌEscribe la visión, grábala en tablas, para que pueda leerse de corrido". (Habacuc 2:2)
En otras palabras: "Habacuc, te voy a dar la respuesta. Ahora quiero que lo pongas por escrito con toda claridad, para que todo aquel que lo lea pueda transmitir de inmediato la respuesta y hacer que llegue por toda la tierra. Entonces Dios añade estas significativas palabras:
"Aunque la visión tarda en cumplirse, se cumplirá a su tiempo, no fallará. Aunque tarde, espérala, porque sin duda vendrá, no tardará". (Habacuc 2:3)
Dios está diciendo: "Habacuc, esto es algo que no va a suceder de inmediato. Pasará algún tiempo, pero sucederá". Ese es el carácter de la revelación de Dios. Para empezar, Él dice que va a suceder un acontecimiento, y luego dice: "No te preocupes de lo que pase entretanto. Aunque te dé la impresión de que todo esta saliendo mal, lo que te he dicho que va a pasar pasará, y si te da la impresión de que se demora, espéralo, porque sucederá".
Luego Dios afirma un principio que se cita en tres ocasiones en el Nuevo Testamento y que es la base de los grandes movimientos que ha producido Dios entre los seres humanos. Dice estas palabras:
"Aquel cuya alma no es recta se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá". (Habacuc 2:4)
Estas palabras se citan en el Nuevo Testamento en Romanos, en Gálatas y en Hebreos, y fueron precisamente estas palabras las que encendieron un fuego en el corazón de Martín Lutero: "El justo por la fe vivirá". No por las circunstancias, ni por los comentarios ni por los razonamientos, sino por la fe en lo que dijo Dios que sucedería.
Mediante estas palabras se le muestra al profeta que solo hay dos perspectivas posibles acerca de la vida. Solamente podemos enfrentarnos con la vida mediante dos clases diferentes de actitudes. O bien la afrontamos por medio de la fe, dependiendo de Dios, o la enfrentamos con una actitud de incredulidad, dependiendo de nuestra propia habilidad para razonar todas las cosas. Estas son las dos actitudes fundamentales y son las únicas dos actitudes posibles. Solamente se puede adoptar la una o la otra. Si mira usted a su alrededor se dará cuenta de que cada uno de los seres humanos sobre la faz de la tierra encaja en una de estas dos categorías. O bien confían en la sabiduría de la mente humana para estudiar los acontecimientos y hallar las soluciones, e intentan analizar los escritos de hombres sabios y llegar a conclusiones respecto a los acontecimientos humanos, basándose en estas fuentes de información, o toman lo que ha dicho Dios y creen que cuando Él ha dicho que va a suceder algo, sucederá, y que toda la historia converge y depende de esta promesa.
Esa es la diferencia entre el hombre de fe y el hombre que vive dependiendo de su razón. Una de las cosas más lamentables con las que me encuentro es la cantidad de cristianos que se están dejando atrapar por la idea de vivir conforme a la razón y por la inteligencia de los procesos racionales humanos, en el nombre del Cristianismo. Hay muchos que dicen que la labor de la iglesia es organizar a la gente que está en desventaja, para que de alguna manera pueda ejercer una influencia y un poder político, a fin de presionar a los dirigentes de la nación para que corrijan los abusos que se cometen, y que eso es lo cristiano y lo que se debe hacer. Ahora bien, yo no estoy sugiriendo que esté mal ayudar a las personas que estén necesitadas. Eso es perfectamente correcto, y debemos hacerlo guiados por Dios. Pero el procedimiento de depender de bloques de presión y de piquetes y otras cosas no es ni remotamente cristiano. Eso no es ni mucho menos lo que nos dice la Palabra de Dios que hagamos. En contraste, eche un vistazo a los relatos de los hombres y las mujeres que se mencionan en el capítulo once de Hebreos. ¿De qué manera cambiaron el mundo de su época? Nos dice que soportaron como viendo al que era invisible, sin esperar que el hombre hiciese nada. Estaban esperando que Dios obrase, y así lo hizo siempre. Al obrar Dios, las cosas empezaron a cambiar, y la historia de esa clase de obra es la asombrosa historia del éxito de hombres y mujeres que fueron capaces de cerrarle la boca a los leones, subyugaron reinos, derrocaron tronos, ganaron imperios y cambiaron el curso de la historia por medio de la fe, no contando con lo que pudiera hacer el hombre, sino Dios.
A lo largo del resto del capítulo hay un interesante análisis de los caldeos y lo que Dios planeaba hacer con ellos. Para resumir, Dios le dice al profeta: "Mira, Habacuc, no te preocupes por los caldeos. Es verdad que mis ojos son tan puros que no quiero contemplar el mal, y también es cierto que estoy levantando a este pueblo con el propósito de juzgar a la nación de Israel, pero también en su momento juzgaré a los caldeos, y aquello en lo que ellos confían se convertirá precisamente en su ruina. Sus propios dioses les derrotarán". Y pronuncia cinco calamidades (versículo 6):
"¡Ay del que multiplicó lo que no era suyo!". [Ay del hombre que vive siguiendo la filosofía: "Conseguiré todo lo que pueda, y poco importa cómo lo consiga".] (Habacuc 2:6b)
Versículo 9:
"¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, para poner en alto su nido, para escaparse del poder del mal!". [Ay de aquel que dedica todos sus esfuerzos a sentirse seguro y a salvo cuando llegue a viejo. Dios dice que se encontrará con que los fundamentos sobre los que se ha apoyado le serán arrebatados, y todo aquello en lo que ha invertido le será quitado.] (Habacuc 2:9)
Versículo 12:
¡Ay del que edifica la ciudad con sangre y del que la funda sobre la maldad!". [Ay de aquellos que confían en la violencia para obtener lo que quieren.] (Habacuc 2:12)
Versículo 15:
¡Ay del que da de beber a su prójimo... y lo embriaga para mirar su desnudez!". [Ay del hombre que crea temor en los que le rodean con el fin de gobernarles y de aprovecharse de ellos.] (Habacuc 2:15)
Versículo 19:
"¡Ay del que dice al palo: ꞌDespiértate... ꞌ!". [Ay del hombre que confía en un falso dios, que cree que las fuerzas que le rodean pueden controlarle, darle vida y cumplir sus deseos.] (Habacuc 2:19)
Finalmente, en el capítulo 3, el profeta concluye con una oración extraordinaria. Aquí ha encontrado su respuesta. Dios es el Dios de su historia, se está moviendo y lo tiene todo bajo control. Lo que tenemos que recordar es que estas fuerzas y los problemas creados por ellos no se resuelven intentando afrontar solo el problema inmediato, porque eso es como tomar aspirina para curar el cáncer, algo que no funcionará nunca. No, estos problemas solo se solucionarán mediante la relación del hombre con Dios. Habacuc dice:
"Mas Jehová está en su santo Templo: ¡calle delante de él toda la tierra!". (Habacuc 2:20)
Luego comienza su poderosa oración:
"¡Jehová, he oído tu palabra, y temí! ¡Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia!". (Habacuc 3:2)
Habacuc comenzó este libro diciendo: "Señor, ¿por qué no haces algo?". Y ahora dice: "Señor, ve con cuidado, no hagas demasiado. En tu ira no olvides la misericordia. Señor, veo que estás obrando, pero recuerda en medio de ello que sigues siendo un Dios de misericordia". Eso es todo lo que tiene que decir. No hay más filosofía, ni teología, ni más argumentar con Dios.
Esta oración es uno de los pasajes más asombrosamente hermosos y poéticos en todas las Escrituras. Léalo y vea que lo que hace el profeta es ni más ni menos que volver al pasado y recordar lo que Dios ha hecho en el pasado; y eso es lo que convence a Habacuc de que puede confiar en Él. Se basa en los acontecimientos que ya han sucedido, en aquellos sucesos que no se pueden cuestionar ni eliminar ni conmover en modo alguno; el hecho importante de que Dios ya ha actuado en la historia humana, y de eso depende la fe. No vivimos guiados por una fe ciega, sino que vivimos con un Dios que ha actuado en el tiempo y en el espacio, que ha hecho algo, que ha dejado indeleblemente grabada Su voluntad en el progreso de los acontecimientos humanos. El profeta piensa en lo que hizo Dios en el pasado en Egipto, cuando Israel se encontró en problemas y recuerda de qué modo actuó Dios:
"Dios viene de Temán; el Santo, desde el monte Parán. Su gloria cubrió los cielos, la tierra se llenó de su alabanza. Su resplandor es como la luz. Rayos brillantes salen de su mano; allí está escondido su poder". (Habacuc 2:3-4)
¿Recuerda usted de qué modo ocultó Su poder al faraón y luego lo mostró mediante actos repentinos de Su milagrosa intervención? El profeta dice:
"Delante de su rostro va la mortandad, y tras sus pies salen carbones encendidos. Se levanta y mide la tierra; mira, y estremecen las naciones. Los montes antiguos se desmoronan, los collados antiguos se derrumban; pero sus caminos son eternos". (Habacuc 3:5-6)
Recuerda cómo se vio afligido el pueblo de Israel en el desierto y cómo temblaron en medio de Madián. Luego piensa en cuando cruzaron el Mar Rojo y de qué modo Dios les abrió camino en medio de las aguas; y se acuerda de cómo el río Jordán se abrió y pudieron llegar a tierra firme:
"... el abismo deja oír su voz y alza sus manos a lo alto". (Habacuc 3:10b)
Habacuc recuerda cómo a petición de Josué:
"El sol y la luna se detienen en su lugar... ". (Habacuc 3:11a)
Esta es la clase de Dios que tenemos. El Dios que, de hecho, interviene en la historia humana, para realizar acontecimientos que nadie puede duplicar. Al pensar el profeta en todo ello, su mente medita en la grandeza de Dios, y así es cómo concluye:
"Oí, y se conmovieron mis entrañas; al oír la voz temblaron mis labios. Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí. Tranquilo espero el día de la angustia que vendrá sobre el pueblo que nos ataca". (Habacuc 3:16)
Ve el problema y sabe que viene. Lo temible del problema se apodera de él, y siente la presión, pero no es eso todo, sino que añade:
"Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya frutos, aunque falle el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, aunque las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales, con todo, yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová, el Señor, es mi fortaleza; Él me da pies como de ciervas y me hace caminar por las alturas". (Habacuc 3:17-19)
¿Ha descubierto usted eso? Que a pesar de que permanezcan los problemas, y la presión siga estando ahí, se puede producir un fortalecimiento del hombre interior que hace que el corazón se regocije y se sienta alegre en medio de las dificultades; y eso fue lo que descubrió Habacuc. "El Señor mismo", dice, "es mi fortaleza". Y esa es la verdad del Nuevo Testamento. El mundo está intentando desesperadamente encontrar un modo de deshacerse del problema, pero Dios ha ordenado que los problemas permanezcan. "En el mundo tendréis aflicción", dijo Jesús, "pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). Hay un titulo de un libro que me encanta y que fue escrito por el Dr. Edman, anterior presidente de la facultad Wheaton. Resume, de manera gloriosa, cuál debiera ser la actitud del cristiano en los tiempos difíciles. ¿Sabe usted cuál es? "Not Somehow, but Triumphantly" (No de alguna manera, sino triunfantemente). No superándolo de alguna manera, sino de modo triunfante.
"Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, aunque las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová, el Señor, es mi fortaleza". (Habacuc 3:17-19a)
Oración
Padre nuestro, gracias por esta revelación de la gran verdad que encontramos en todas las Escrituras: que Tú eres el Dios de la historia. No hay acontecimiento que suceda sin que forme parte de Tu plan, y todas las cosas se mueven en relación con Tu reino divino. Lo que Tú has dicho que va a suceder sucederá, y la historia del pasado lo corrobora, y todas las vueltas y maniobras realizadas por los hombres no lo impedirán. Señor, ayúdanos a elevar nuestros ojos en medio de nuestros problemas y a que recordemos que Dios es nuestra salvación, el Dios de nuestra fortaleza, y a hallar de ese modo la respuesta en medio de la aflicción. Te pedimos que nos hagas vivir así, no de alguna manera, sino triunfantemente. En el nombre de Cristo. Amén.