Hoy empezamos la última sección de la primera mitad del evangelio de Marcos. Recordará usted que cuando empezamos estos estudios dividimos este evangelio en dos partes principales: el Siervo que gobierna y el Gobernante que sirve. El tema de esta última sección de la primera división nos ha sido ofrecida según las palabras de los discípulos cuando Jesús acalló la tempestad en el Mar de Galilea. Al despertarse del sueño y mandar al viento que enmudeciese, a las olas que se calmasen y a la tormenta que cesase, se hizo una gran calma, y los discípulos se dijeron entre sí muy asombrados: "¿Quién es éste?". Poco después, cuando Jesús fue a Nazaret, Su pueblo natal, y estuvo entre las gentes con las que se había criado y a las que había servido como carpintero hasta los treinta años, dijeron algo parecido cuando oyeron Sus palabras: "¿De dónde sacaste estas cosas?". Resulta verdaderamente sorprendente que los ciudadanos incrédulos de Nazaret y estos discípulos, que creían y que habían acompañado a Jesús durante casi un año de Su ministerio, hiciesen la misma pregunta acerca de Él: "¿Quién es éste?".
Es evidente que nuestro Señor considera que ahora es necesario que los discípulos empiecen a responder a esta pregunta. De modo que en toda esta sección participa en una campaña deliberada por enseñarles quién es. Ese es el tema de esta sección. "¿Quién, pues, es éste?". Al llegar al final de esta sección, los discípulos habrán encontrado la respuesta a esta pregunta. Empezamos en el capítulo 6, versículo 7, cuando los doce discípulos son enviados a cumplir una misión especial:
Después llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, y les dio autoridad sobre los espíritus impuros. Les mandó que no llevaran nada para el camino, sino solamente bastón. Ni bolsa, ni pan, ni dinero en el cinto; sino que calzaran sandalias y no llevaran dos túnicas. Y añadió: "Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún lugar no os reciben ni os oyen, salid de allí y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad". Y, saliendo, predicaban que los hombres se arrepintieran. Y echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban. (Marcos 6:7-13)
Este ministerio de los doce discípulos nos suministra una serie de principios sobre el ministerio cristiano. Ciertos aspectos de su ministerio estaban gobernados y controlados por la situación local, como veremos. Si desea usted un relato más detallado, lea el evangelio de Mateo, pero en este breve estudio Marcos reúne tres hechos muy importantes que destaca para nosotros.
Para comenzar, Marcos enfatiza el poder que ejercitaban estos discípulos. Jesús los envió, dándoles autoridad sobre todos los espíritus impuros. No sé cómo lo hizo, pero es evidente que el Señor pudo impartirles el poder que Él mismo poseía y que ellos podían ejercitar, a pesar de la distancia que pudiese haber entre ellos y Jesús. Mucho tiempo después, estando en el aposento alto, cuando se disponía a dejarles, les dijo: "Vendrá otro Consolador, que os fortalecerá" (Juan 14:16). Esto implica, como es natural, que ya estaba allí y era Él mismo. Él mismo suplió el poder y la autoridad que se necesitaban para este ministerio.
A mí me gusta pensar detenidamente en estas cosas en mi mente, y espero que a usted también le agrade hacerlo al estudiar su Biblia. Me imagino la incertidumbre con la que los discípulos debieron de intentarlo. Llegaría un momento en el que cada uno de ellos se tendría que enfrentar con una persona endemoniada, en que se sintiesen asustados e inseguros, y lo intentaron, mandando al demonio que se fuese en el nombre de Jesús. ¡Qué gran alivio debieron de sentir al darse cuenta de que los demonios les obedecían! Porque cuando regresaron, nos dice Mateo, lo hicieron regocijándose porque los demonios se les sometían. Eso era algo que hacían en el nombre de Jesús, y no algo que hiciesen por su propia cuenta. Fueron en el nombre de Jesús, y en ese nombre tuvieron poder sobre todos los espíritus del mal.
En segundo lugar, Marcos resalta el hecho de que ese poder se expresaba en unidad. No salieron cada uno de ellos por su propia cuenta y riesgo; nuestro Señor nunca envió a nadie a que hiciese algo completamente solo, sino que les envió de dos en dos. Mateo nos da la lista de quién iba con quién. Andrés iba con Pedro, su hermano; Jacobo iba con Juan, y así en adelante. Siempre he sentido lástima de Simón el Zelote, ¡porque su compañero fue Judas Iscariote! ¿No resulta asombroso que cuando fueron enviados estos doce, incluyeron a Judas, y también a él le fue concedido el poder de echar a los demonios en el nombre de Jesús y el de sanar a los enfermos? De hecho, según se nos dice en el relato de Mateo, Jesús les dio poder incluso para levantar a los muertos. Tenían poder para llevar a cabo todas estas poderosas obras en Su nombre. Esto debiera de hacernos pensar cuando vemos el poder y la influencia ejercitadas actualmente por las personas en el nombre de Jesús. Eso no garantiza que sean verdaderos discípulos, porque entre ellos había un incrédulo, uno al que Jesús llamó "un demonio desde el principio", y Jesús supo desde el principio mismo que era así, pero que a pesar de ello ejerció un ministerio de gran poder juntamente con el resto de los discípulos. Iban de dos en dos, juntos en la unidad de la comunidad que tenían unos con otros, y este poder se manifestaba por medio de ellos.
El tercer hecho con el que nos encontramos es que les fue concedida una superioridad sobre todas las manifestaciones del mal. No tenían que temer a nada contra lo que tuviesen que ir, porque Jesús les había dado autoridad sobre los espíritus impuros. Esto me sugiere que aquellos de nosotros que todavía salimos a realizar un ministerio en el nombre de Jesús debemos reconocer que nos ha sido dada autoridad y no tenemos que sentir temor alguno al enfrentarnos con lo que fuere. Para los cristianos no existe nada que se atrinchere en el mal que sea demasiado difícil para nosotros. Esto es lo que sugiere este relato y lo que descubrieron los discípulos al salir a realizar su ministerio.
Otra cosa en la que debemos fijarnos es la dependencia que practicaban. Jesús deja claro que debían salir sin ninguna provisión para el camino. De hecho, les dijo: "No, ni siquiera vayáis a casa a prepararos; id tal y como estáis. No penséis en hacer ningún preparativo. No os llevéis comida, no llevéis dinero para comprar comida, ni siquiera llevéis escondida ninguna provisión secreta en vuestra cartera en caso de emergencia. Salid confiando totalmente en Dios, y Él suplirá vuestras necesidades". Jesús les envía a propósito de esta manera para darles una lección de fe, para enseñarles que Dios provee, que a dondequiera que fuesen sus necesidades serían cubiertas.
Tenemos que reconocer, sin embargo, que esto concuerda con la práctica de aquellos tiempos. Es decir, la hospitalidad se consideraba como algo de gran importancia en los pueblos orientales. Cualquier extraño que llegase a aquella región esperaba que le cuidasen y que le entretuviesen. Así que, cuando fueron enviados, Jesús les dijo que esperasen la hospitalidad. En aquellos tiempos no había ni moteles ni hoteles, y había muy pocas posadas, de modo que aquella era la provisión normal para los viajeros de aquella época. Debemos leer esta historia juntamente con la de Lucas 22, donde, mucho después, al llegar Jesús al final de Su ministerio, dijo a Sus discípulos:
"Cuando os envié sin bolsa, alforja ni calzado, ¿os faltó algo?". Ellos dijeron: "Nada". Y les dijo: "Pues ahora el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una". (Lucas 22:35-36)
Esta debía convertirse en la práctica habitual y continua en relación con el ministerio de los creyentes, al acercarse nuestro Señor al final de Su ministerio y comenzar la era del Espíritu. Esto lo digo porque hay algunos que, habiendo leído este relato de la primera misión que realizaron los doce, saltan de inmediato a la conclusión de que esta costumbre debe aplicarse también a nosotros hoy, y se lanzan apresuradamente al ministerio, sin hacer los preparativos necesarios. Esto muestra con qué poca atención leemos las Escrituras. Nuestro Señor deja claro que aquella era una provisión temporal, que se aplicaba de modo especial a aquellos hombres. Existe, sin embargo, un principio que se aplica a lo largo de todos los tiempos, y que tiene su origen en esta historia. Aquellos que se dedican al ministerio en el nombre de Jesús, dependen de Dios, y Él es el que debe abrirles las puertas. Dios debe planear el viaje, presentar la oportunidad y suplir las necesidades, sea cual fuere la preparación que se haya hecho de antemano, pues debemos depender de Dios, y eso era lo que les estaba enseñando el Señor a los discípulos.
Fíjese también en que no debían salir como mendigos, no debían solicitar ni la hospitalidad ni los fondos, porque salían con el propósito de dar, no de pedir. Estaban investidos de autoridad, con poder para bendecir, fortalecer y sanar, y debían compartir su poder y su paz siempre que entrasen en una casa. En el relato mas completo de Mateo, siempre que llegaban a una casa, se les mandaba que hiciesen posible que su paz fuese impartida a esa casa y debían ser una bendición para la familia con la que estuviesen. Es más, debían ejercitar el poder de su ministerio sobre esa casa, para sanar a los enfermos y dejar bendiciones tras de sí. Por lo que al ir de un sitio a otro estaban dando mucho más de lo que estaban recibiendo. Este también es uno de los principios constantes del ministerio. Un ministerio que merece el apoyo es aquel que da más de lo que recibe.
Nuestro Señor les enseñó que si iban a un pueblo o a una ciudad donde no eran recibidos, debían abandonarla sin lamentarse, limitándose a expresar su dolor por no ser recibidos. Eso es lo que significa limpiarse el polvo de los zapatos. No era un acto de carácter vengativo; lo que se expresaba no debía ser ira ni resentimiento, sino una expresión de tristeza por el hecho de que aquellas gentes no quisieran recibir la bendición que estaba a su alcance.
Fijémonos además en el mensaje que predicaban. Salían a predicar que era preciso que los hombres se arrepintiesen. Ese fue el mensaje de Juan el Bautista. Arrepentirse quiere decir reconocer que la persona está equivocada, que es consciente de que hay algo que está perjudicando su vida, que está haciendo cosas que le están haciendo daño a sí misma o a otras personas. Arrepentirse es admitir ese hecho en lugar de intentar justificarlo, excusarlo o encubrirlo, o pretender que está bien. El arrepentimiento es llegar al punto en el que la persona sencillamente admite que necesita ayuda. Cuando las personas llegaban a ese punto, como resultado de la predicación de los doce, los discípulos les atendían de una forma muy especial, como se nos dice aquí: "Y echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban".
Confieso que durante años he estado leyendo este relato en los evangelios, y no me di cuenta de que ungíesen con aceite. No lo vi hasta que lo volví a leer cuando preparaba este estudio. Jesús no ungía nunca con aceite, pero los discípulos sí, evidentemente porque el Señor les diría que lo hiciesen. Esto está conectado con un pasaje de Santiago 5. Santiago era hermano de Jesús y se crió con Él en Su hogar en Nazaret. Dice:
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados. (Santiago 5:14-15)
Esta es evidentemente una referencia a la costumbre que tenían los apóstoles de ungir con aceite durante su ministerio, yendo de un sitio a otro. De modo que al llegar los hombres y las mujeres al punto del arrepentimiento, reconociendo su culpa, su necesidad, todo lo que habían hecho mal y que dañaba a las personas, los discípulos tenían el poder de administrar el perdón y sanar en el nombre de Jesús. Era preciso perdonar, levantar de los muertos, siempre que se arrepintiesen. Esto echa una gran luz sobre ese pasaje de Santiago. El ministerio de los discípulos era una respuesta al problema del pecado y del mal en las personas. También nosotros somos enviados, por el mismo Señor, con la autoridad necesaria para actuar en contra del mal dondequiera que lo hallemos, pero dependiendo de Dios para que abra las puertas y deje el camino despejado, dándonos las oportunidades y planeando las estrategias. Debemos declarar el mensaje de que las personas, cuando llegan al momento en que reconocen su necesidad y llegan al punto del arrepentimiento, están abiertas al ministerio y a la gracia de Dios. ¡Qué gran ministerio fue el de los discípulos al ir por todas partes!, y tuvo un gran efecto.
De hecho, Marcos nos dice cuál fue el efecto al enlazarlo con el acontecimiento con el que nos encontramos a continuación, el asesinato de Juan el Bautista. El relato comienza con el versículo 14, citando el efecto que tiene el ministerio de los doce discípulos:
Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre había hecho notorio, y dijo: "Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. Otros decían: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta, como los profetas antiguos". Al oír esto, Herodes dijo: "Éste es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos". (Marcos 6:14-16)
Hay dos cosas que marcan el éxito que tuvo el ministerio de los discípulos al ir de un lugar a otro. En primer lugar, fue ensalzado el nombre de Jesús, lo cual muestra lo fiel que fueron aquellos hombres a su comisión. No se ensalzaron a sí mismos, y en ninguna parte preguntó nadie: "¿Quiénes son estos hombres, que hacen obras tan grandes?". Lo que siempre preguntaban era: "¿Quién es este Jesús, en cuyo nombre actúan estos hombres?". De tal manera que el nombre de Jesús se extendió por toda la región. A mí me gusta eso, porque indica que los discípulos no hacían estadísticas. No regresaban con una larga lista de los muchos demonios que habían echado, de las muchas personas que habían bautizado, aunque así es como a lo mejor lo hubiésemos hecho nosotros. Ellos se sentían satisfechos con que fuese alabado el nombre de Jesús. Por todas partes las gentes hablaban sobre Jesús y lo que era capaz de hacer. Una de las grandes debilidades de la iglesia moderna es que hablamos mucho acerca de la iglesia, en lugar de hablar sobre el Señor y lo que Él puede hacer.
El segundo resultado es que Herodes se quedó aterrado. Cuando llegaron hasta él todos aquellos informes, de repente se dio cuenta de que el fuego que creía haber apagado al matar a Juan el Bautista había de repente prendido en una docena de lugares, y eso le asustaba, pero así es como siempre actúa Dios. Cuando alguien se opone al mensaje del evangelio y lo suprime en un lugar, eso sólo sirve para esparcirlo, y es como si se echase agua sobre el aceite. Cuando Herodes se dio cuenta de ello se asustó mucho.
¡Es realmente asombroso que Herodes se creyese, de hecho, que era Juan el Bautista, que había resucitado de los muertos y que estaba apareciendo en distintos lugares, porque las Escrituras nos dicen concretamente que Juan el Bautista no hizo ningún milagro! Con todo y con eso, cuando a Herodes le llega la noticia de estos milagros, dice: "Es Juan el Bautista, que ha resucitado de los muertos". Esto resulta incluso más sorprendente por el hecho de que Herodes pertenecía al partido de los saduceos, que eran racionalistas y totalmente contrarios a todo lo sobrenatural, que no creían en la resurrección. Pero en el momento en que se entera de que los doce estaban predicando de aquel modo, dijo: "Oh, oh, es Juan que ha resucitado otra vez de los muertos". Todo ello da testimonio del poder que tiene la conciencia culpable de aquel hombre. Shakespeare dijo: "La conciencia nos hace a todos cobardes", y Herodes es un ejemplo gráfico de esta verdad.
La historia que viene a continuación es una retrospectiva de un acontecimiento que tuvo lugar antes de que los discípulos fuesen enviados a predicar el evangelio:
El mismo Herodes había enviado a prender a Juan, y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe, su hermano, pues la había tomado por mujer, porque Juan había dicho a Herodes: "No te está permitido tener la mujer de tu hermano". (Marcos 6:17-18)
Los líos matrimoniales de toda esa familia de los Herodes eran realmente increíbles. ¡Comenzaron con Herodes el Grande, que tuvo cinco esposas y tuvo hijos con todas ellas. Entonces la progenie se casaron unos con otros y con la progenie de unos y otros! Por lo que se casaron entre primos, y en el caso de este Herodes, Herodes Agripa, se casó con su sobrina Herodías, que había sido la mujer de su hermanastro Felipe. Para complicar aun más el relato, ¡había otro hermanastro que también se llamaba Felipe! Pero no voy a intentar desentrañarlo todo para que usted lo entienda. Basta con que entendamos que lo sucedido fue un escándalo público, y es evidente que Juan el Bautista había reprendido públicamente al rey por seducir a la esposa de su hermano y por casarse con ella. Herodes no parecía demasiado ofendido por la reprimenda de Juan, pero Herodías sí, por lo que insistió en que Juan fuese arrestado y, más adelante, en su muerte.
Herodías le guardaba rencor y quería matarle, pero no podía porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, por lo que le protegía. Cuando le oyó se quedó muy perplejo, pero a pesar de ello le escuchó de buen grado. Pero se presentó la oportunidad cuando Herodes dio una fiesta en su cumpleaños para sus cortesanos y oficiales y los gobernantes de Galilea. Porque cuando la hija de Herodías (Salomé) entró y se puso a bailar, complació a Herodes y a sus invitados, y el rey le dijo a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le prometió: "Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino. Ella salió y dijo a su madre: "¿Qué pediré?". Y ésta le dijo: "La cabeza de Juan el Bautista". En seguida ella entró con prisa al rey y le pidió diciendo: "Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban a la mesa, no quiso rechazarla. Inmediatamente envió el rey a uno de la guardia y mandó que fuese traída su cabeza en un plato; la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Cuando los discípulos oyeron esto, fueron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
Esta es una historia espantosa del odio de una mujer y de la debilidad de un hombre. Herodías era una mujer amargada, que odiaba a Juan por haber descubierto la maldad de ella, de modo que se esforzó siempre por destruirle, pero de algún modo Herodes se había sentido atraído a Juan y le gustaba ir a escucharle y le prestaba atención. Todo esto aconteció en un formidable castillo llamado Maqueronte, en la parte este del Mar Muerto, cuyas ruinas existen todavía hoy. Se pueden visitar los calabozos y ver donde estaban las cadenas enganchadas a las paredes y donde, sin duda, Juan el Bautista debió de estar prisionero. Herodes muestra su debilidad en todo lo que hace en este relato.
Marcos nos cuenta este incidente porque explica el motivo por el que Jesús envió a Sus doce discípulos a predicar. Justo cuando Juan fue arrestado, Jesús empezó Su propio ministerio en Galilea. Ahora que Juan ha sido decapitado, Jesús envía a los doce para que continúen el ministerio de Juan: el mensaje del arrepentimiento y, para añadirle otra nota, la autoridad y el poder para echar a los demonios, sanar a los enfermos, sanar tanto en el aspecto emocional como espiritual, además de físico, en el caso de aquellos que estaban afligidos por la culpabilidad y el pecado. De manera que gradualmente, siguiendo el curso de la historia, encontramos al Señor enseñando a estos discípulos lo que ha de ser el mensaje completo del evangelio. En ese momento eran hombres ignorantes y no sabían nada de Su muerte inminente ni de Su resurrección, ni siquiera sabían Quién era. Lo único que sabían era que Dios estaba obrando en Israel y que era preciso que los hombres llegasen al punto del reconocimiento de su necesidad y entonces Dios comenzaría a obrar en sus vidas. Ahí es donde empieza el evangelio, con el arrepentimiento. Y poco a poco se van añadiendo otros elementos, como iremos viendo. De modo que tenemos aquí un contraste entre el ministerio de los doce y el de Juan.
En los dos últimos incidentes que hemos visto, leemos lo que sucedió cuando volvieron los doce de su misión. Incluye la historia de la alimentación de los cinco mil, y en un momento veremos de qué modo encaja en todo esto, pero primero veamos el resultado del regreso de los doce:
Entonces los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él les dijo: "Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, y descansad un poco". (Eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.) (Marcos 6:30-31)
Está claro, por lo que se nos dice, que el Señor reconoció que era un momento de riesgo para aquellos discípulos. Necesitaban el descanso, y el Señor lo proveyó. Necesitaban tiempo para pensar en todo lo que había pasado. Leyendo los relatos de Mateo y de Lucas sobre el regreso de los discípulos, sabemos que estaban muy emocionados con su ministerio y que además se sentían muy estimulados por los resultados que habían presenciado, y regresaron como cuando los niños salen del colegio, ansiosos por contar a Jesús todo lo que les había sucedido. Se sentían tan entusiasmados y contentos que Él tiene que hacerles una advertencia: "No os regocijéis de que los espíritus se os sujeten, sino regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos". Jesús se dio cuenta de que corrían el peligro de verse dominados por el orgullo y el enaltecimiento del ministerio que habían realizado. Esta es, por cierto, la primera vez en los evangelios que se les llama "apóstoles". Habían sido "discípulos", pero habían sido enviados, y eso es lo que es un apóstol, aquel que es enviado, y Jesús les había dado su propio ministerio que cumplir.
Aquí nos encontramos con un principio muy importante de la pedagogía. Durante años las iglesias, e incluso Peninsula Bible Church, funcionaba siguiendo el concepto ampliamente aceptado de que es preciso capacitar a fondo a las personas antes de que realicen un trabajo. Hay que llenarles la cabeza de conocimientos y enseñarles a responder a todas las grandes y difíciles preguntas teológicas. Tienes que saber explicar por qué Dios no mata al demonio y quién es el anticristo, y ser capaces de resolver otros problemas bastante espinosos, antes de que estén listas para salir a realizar su ministerio. Cuando tienen un certificado de un seminario o algo equivalente, entonces están preparadas para comenzar la obra.
Pero nuestro Señor no hacía las cosas de esa manera. Envió a estos hombres ignorantes, que no entendían ni mucho menos todo lo que implicaba el mensaje que predicaban, que en realidad no tenían ni idea por qué estaban siendo enviados o lo que estaban haciendo, pero Él les envió y les dio el poder para actuar y esperó que ellos aprendiesen según fueran haciéndolo. Hace algunos años descubrimos este principio, y desde entonces hemos intentado ponerlo en práctica, y nos hemos dado cuenta de que es cierto, que no es preciso esperar a saberlo todo antes de poder ponerlo en práctica, sino que más bien se empieza a actuar según se va aprendiendo, y aprendes según vas haciendo las cosas, y eso es, precisamente, lo que hizo el Señor con estos hombres.
Pero, sin embargo, cuando las personas son inmaduras, con demasiada frecuencia el éxito que disfrutan se les sube a la cabeza y se vuelven orgullosas, y es un momento muy peligroso en sus vidas. Cuando se ha conseguido el éxito, siempre es un tiempo de grave peligro. Eso es algo que he aprendido en mi propio ministerio. La semana pasada recibí una invitación para enseñar la Biblia en una importante conferencia nacional, que había de celebrarse mas adelante este año. De inmediato comencé a pensar carnalmente sobre la invitación y empecé a darle vueltas en las distintas habitaciones de mi mente, pensando en ello y diciendo: "¡Fíjate en esto! ¡Todas estas personas creen que eres un gran maestro de la Biblia!". Y comencé a imaginarme algunos de los resultados.
Pero mi voluntad, impulsada por el Espíritu Santo, se irguió, agarró al joven vano y arrogante, le golpeó contra su asiento y le dijo: "¡Siéntate y cállate!". Me di cuenta de que era un momento de grave peligro, algo que debía pensar a fondo y con mucho cuidado, y que era preciso recordar que Dios sólo obra por medio de un espíritu humilde y contrito. Siempre que cualquier idea se apodere de la mente y del corazón, en el sentido de que un ministerio es para la gloria de la persona, es una grave amenaza para el éxito de la empresa. Por eso fue por lo que Jesús se llevó a estos discípulos a un lugar desierto, para atender a sus necesidades y para enseñarles, pero tuvo cierta dificultad en hacerlo, porque el próximo pasaje nos dice:
Y se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Pero muchos los vieron ir y lo reconocieron; entonces muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. Salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. (Marcos 6:32-34)
No sé cómo habría reaccionado usted de haber estado en el lugar de Jesús. ¡Ahí estaban, intentando alejarse de la multitud, de las presiones y del jaleo de este ministerio, para poder estar un rato tranquilos, llegando al otro lado del lago, para encontrarse con que les estaba esperando la misma multitud de la que se habían intentado alejar! Creo que yo me hubiese enfadado y hubiera dicho: "¿Es que no podéis dejarnos un rato en paz? Tenemos que tener tiempo para descansar. ¿Es qué no os preocupáis por nosotros?". Pero fíjese de qué modo enfrenta el Señor la situación. Tenía el corazón de un pastor, pues fue Él quien dijo: "... los que tienen hambre y sed de justicia... serán saciados". ¡Y ahí estaban todos aquellos hombres y mujeres tan deseosos de escuchar la palabra de liberación que, aunque había tomado una barca y habían remado cuatro millas al otro lado del lago, la multitud había corrido diez millas a pie por la parte norte del lago y habían llegado al otro lado antes de que llegasen ellos! Estaban allí esperando para que Él les enseñase cuando llegase. De modo que, sin reprenderles para nada, comenzó a enseñarles muchas cosas.
No sé lo que les enseñaría; posiblemente nos diga algo sobre ello el relato de Juan, en el que Jesús estuvo enseñando acerca del Pan que desciende del cielo. O en el relato de Lucas, en el que nos encontramos con el sermón del monte, porque es un pasaje paralelo al de Mateo, pero Lucas dice que fue predicado sobre una planicie. Posiblemente nuestro Señor repitiese una buena parte de Su sermón del monte para estas gentes, pero sea lo que fuere lo que enseñó, Marcos dice que hizo algo a propósito, que fue sorprendente:
Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, y le dijeron: "El lugar es desierto y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: "Dadles vosotros de comer". Ellos le dijeron: "¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?". Él les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis? Id a ver". [Eso pasó cuando Andrés encontró al muchacho que llevaba su comida consigo.] Y al saberlo, dijeron: "Cinco, y dos pescados". Entonces les mandó que hicieran recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. Se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta". (Marcos 6:35-40)
Esta es una descripción muy gráfica y, sin duda, refleja el recuerdo que tenía Pedro de ese suceso, que le cuenta a Marcos. Por cierto que este es el único milagro del que ha quedado constancia en los cuatro evangelios. Se acordó hasta de la hierba verde, que crecía por todas partes en las colinas y en las planicies en el mes de Abril, cuando sucedió esto, y que, al sentarse las gentes, tenían el mismo aspecto que una huerta de vegetales. La palabra traducida como "grupos" es la misma que se usa para referirse a las hileras de vegetales en una huerta. Todavía podía verlos sentados, sobre las laderas de la colina, en hileras como los vegetales, esperando...
Entonces tomó los cinco panes y las dos peces y, levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes y dio a sus discípulos para que los pusieran delante; también repartió los dos peces entre todos. Comieron todos y se saciaron. Y recogieron, de los pedazos y de lo que sobró de los peces, doce canastas llenas. Los que comieron eran cinco mil hombres. (Marcos 6:41-44)
No tenemos tiempo para entrar en detalle, y estoy seguro de que ha estudiado usted este milagro y de que habrá escuchado algún mensaje sobre él con anterioridad, pero me gustaría sencillamente decir tres cosas acerca del tema. En primer lugar, fue algo que hizo nuestro Señor deliberadamente. Aquellas gentes no estaban tan hambrientas como para que tuviese que alimentarlas. Más adelante, cuando alimentó a los cuatro mil, llevaban tres días sin comer, pero aquí en este caso es dudoso que hubieran estado ni siquiera un día sin comer. Habían estado corriendo alrededor del lago y estaban posiblemente cansados, pero no hambrientos.
Pero, a pesar de ello, Jesús opta por alimentarles, y lo hizo, en segundo lugar, para enseñar algo a Sus discípulos, de modo que era principalmente para su beneficio. Lo que hizo tenía como fin recordarles la alimentación de las multitudes de Israel en el desierto, cuando descendió maná del cielo. Estaba presentando una imagen deliberada de Quién era Él para estos discípulos. Por eso es por lo que el evangelio de Juan dice que Jesús les dijo a Sus discípulos: "Yo soy el pan que descendió del cielo" (Juan 6:41b). Se esperaba que estos discípulos aprendiesen algo acerca de Quién era Aquel al que estaban siguiendo, pero parece que ellos no captaron lo que les quería decir.
Aquí se les da una indicación, y, en tercer lugar, este suceso tenía cierta relación con todo el ministerio que Dios realiza en Israel. Marcos dijo: "Y recogieron... doce cestas llenas". Siempre que se usa el número doce en estas historias, está relacionado con las doce tribus de Israel. Jesús mismo dijo que escogía a doce discípulos, para que pudiesen sentarse sobre los doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Previamente en esta sección, había una niña de doce años que se estaba muriendo, una mujer que llevaba doce años padeciendo una hemorragia, y ahora se recogen doce canastas de pan. Esta es una manera que tiene Jesús de recordar a Sus discípulos que Él es el Prometido, que ha venido a Israel. Era la Provisión que había enviado Dios. Él había provisto el descanso para Sus discípulos, había provisto la verdad para las multitudes esperando, y había provisto alimento para estas personas; pero tenían los ojos cerrados.
De modo que sigue de inmediato otro incidente, que trataremos rápidamente, pero que es muy importante:
En seguida obligó a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los despidió, se fue al monte a orar. Al llegar la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Viéndolos remar con gran esfuerzo, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndolo ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y gritaron, porque todos lo veían, y se asustaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: "¡Tened ánimo! ¡ Soy yo, no temáis". Subió a la barca con ellos, y se calmó el viento. Ellos se asustaron mucho, y se maravillaban, pues aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones". (Marcos 6:45-52)
No podemos entender este último milagro, a menos que lo veamos como una especie de período de examen por el que tienen que pasar estos discípulos después de la alimentación de los cinco mil. Nuestro Señor les había enviado, les había dado el poder. Ellos habían visto su ministerio confirmado y autentificado por la mano de Dios obrando a través de ellos. Habían regresado excitados y entusiasmados por todo lo que habían visto y hecho. Les habían enseñado que Jesús era el que había venido para hacer realidad la esperanza del Mesías que había sido dado a Israel y que había sido prometido a lo largo de todos los siglos proféticos; pero, por algún motivo, ellos no lo entendieron.
Así que les somete a examen, a una prueba, para ver cómo van. Les manda en medio de la tempestad, pero esta vez es distinto. ¡No está con ellos en la barca! Los envía solos, de propósito, y Él se marcha a la colina a orar. ¿Cuántas de las tempestades de la vida se componen de estos dos mismos elementos: los problemas que parecen abrumarnos y la aparente ausencia del Señor? Sin embargo, hay Uno que está orando por nosotros en la colina.
Después de que ha estado arreciando la tempestad durante varias horas, y los discípulos se hallan profundamente angustiados, Jesús viene a ellos caminando sobre el agua. Cuando le ven se quedan aterrados, creyendo que es un fantasma. Tuvo que tranquilizarles: "Eso que veis, que tanto os asusta, soy yo, no os asustéis". ¿Cuántas veces tiene que decirnos eso a nosotros? Lo que parece darnos miedo, lo que nos asusta: "Soy yo, no temáis". Se sube a la barca, y Marcos nos dice que ¡se maravillaban! Esto indica la puntuación que sacaron en el examen. Fracasaron completamente, pero les dejó maravillados. Por segunda vez sus ojos se abran para que puedan empezar a preguntar: "¿Quién es éste? ¿Quién es?". Y empiezan a escuchar. Esto deja la puerta abierta para algunas de las mejores lecciones que dio el Señor a Sus discípulos en cuanto al motivo por el que había venido. Cuando llegan al final de esa sección, han obtenido la respuesta.
Y es la misma pregunta que nos hace el Señor a nosotros: ¿Quién es éste? ¿Quién es el que manda las tempestades a nuestra vida? ¿Quién suple nuestras necesidades, para luego ponernos a prueba? ¿Quién nos hace una promesa y luego nos envía para ver si creemos en lo que enseñamos o en lo que decimos? Es el Señor mismo. Es lo que está haciendo con nosotros, como lo hizo con los discípulos. Nos está entrenando, nos está enseñando, nos está preparando, edificando nuestra vida, de la misma manera que lo hizo con ellos, con el fin de que podamos ser hombres y mujeres de fe, confiados y tranquilos, sabiendo hacer frente a la vida.
Oración
Padre, te damos gracias por lo que estás haciendo con nosotros. Te damos gracias por esas historias tan asombrosas, que nos recuerdan y nos enseñan lo que el Señor sigue haciendo en nuestras vidas hoy. Aunque vivimos en tiempos peligrosos, en que nos debatimos en aguas revueltas, tanto si Él está en la barca como si no lo está, sabemos que Él es el Dueño de las tempestades de la vida y Él puede hacer que vivamos seguros, fortaleciéndonos, iluminándonos y enseñándonos acerca de Sí mismo. Oramos para que sean abiertos nuestros ojos y para que podamos responder con fe. Lo pedimos en Su nombre. Amén.