Master Washing the Feet of a Servant
El Gobernante que sirve

Jesús y los gobernantes

Autor: Ray C. Stedman


Estamos llegando al final del relato que nos ofrece Marcos de la vida de nuestro Señor, este maravilloso Siervo que vino a gobernar entre los hombres, este Gobernante que vino a servir. El capítulo quince del evangelio de Marcos es el relato de Jesús ante Pilato. Los sucesos que rodean la cruz son algo más que sencillas narrativas contadas por los escritores de los evangelios. Se pueden leer de ese modo: como la sencilla y trágica historia de un hombre que dio su vida a favor de una causa, pero si lee detenidamente los relatos de los evangelios se dará cuenta de que están operando fuerzas muy extrañas y a la vez maravillosas tras el escenario. A veces cantamos un himno que dice: "Dios se mueve de manera misteriosa para realizar sus maravillas". No creo que haya nada que deje este hecho más claro que los relatos de los evangelios. En 1ª de Corintios, el apóstol Pablo nos dice: "Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio... la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria" (1 Corintios 2:7-8). Por lo que algo está sucediendo detrás del escenario de este relato, y espero que podamos ver algo al respecto en este estudio.

La cruz tiene un poder asombroso en nuestra vida. Parece ser una historia sencilla, pero lo que hace con nosotros es algo radical y revolucionario. En el capítulo 14, Jesús apareció ante los sacerdotes, y el tema es si era o no el profeta que había de venir, el Mesías, que vendría de Dios para poner las cosas en orden en la nación. Lo que el sumo sacerdote le preguntaron, de hecho, fue eso: "¿Eres profeta? ¿Eres el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios viviente?". Y Jesús le respondió: "Yo soy". Cuando los sacerdotes se burlaron de Él y le ridiculizaron, le cubrieron la cara y luego le golpearon, diciendo: "¡Profetiza!". Porque ese era el gran tema: ¿Era Él Aquel que había sido anunciado?

Pero el relato de hoy tiene que ver con Jesús ante la presencia de Pilato, y el tema es: "¿Es él el Rey de los Judíos? Esta es la pregunta que sobresale a lo largo de toda esta porción de las Escrituras. Pero a pesar de ello, se ocultan tras ese interrogante corrientes que indican que está pasando algo mucho más profundo, algo que es un misterio.

Me gustaría que pensara usted en cuatro cosas mientras leemos este relato. La primera de ellas es: ¿Por qué se maravilló Pilato por el hecho de que Jesús guardase silencio? En segundo lugar: ¿Por qué eligió la multitud a Barrabás en lugar de elegir a Jesús? En tercer lugar: ¿Por qué mandó Pilato que azotasen a Jesús antes de ser crucificado? Y cuarto: ¿Por qué se burlaron de Él los soldados con tanta pasión y crueldad? Tenga usted en mente estas cosas al ir leyendo este relato, porque al intentar hallar respuesta a estas preguntas nos encontraremos con la historia que se oculta tras el relato.

La primera pregunta se suscita en el capítulo 15, versículo 1:

Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el Concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: "¿Eres tú el Rey de los judíos?". Respondiendo él, le dijo: "Tú lo dices". Y los principales sacerdotes lo acusaban mucho. Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: "¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan". Pero Jesús ni aun con eso respondió, de modo que Pilato quedó muy extrañado. (Marcos 15:1-5)

No sabemos de qué manera pasaría nuestro Señor las horas entre el momento en que apareció, a última hora de la tarde, ante los sacerdotes, y ante la presencia de Pilato a la mañana siguiente. Es posible que entre estas dos apariciones de Jesús transcurriesen aproximadamente unas cinco o seis horas. Es difícil saber si conseguiría dormir unas horas después de aquella noche trascendental, en la que había sido traicionado y arrestado, llevado ante los principales sacerdotes y condenado por ellos en una reunión nocturna ilegal. Pero a la mañana siguiente, muy temprano, es llevado de nuevo ante ellos, y los sacerdotes realizan una consulta con todo el Sanedrín. La reunión que celebraron de noche era ilegal, y para justificar sus acciones, tienen que convocar una reunión durante el día. Así que, por la mañana temprano, tan pronto como amanece, se reúnen para celebrar dicha reunión.

El motivo por el que tuvieron que consultar entre sí fue que sabían que los cargos que habían presentado para condenar a Jesús no serían aceptados por el gobernador romano. Condenaron a Jesús por blasfemia, diciendo que había afirmado ser Dios, por lo cual merecía la muerte, pero los romanos no harían caso alguno de esa acusación, por lo que necesitaban inventar alguna otra causa antes de enviarle a Pilato. Lucas nos dice que le impusieron tres acusaciones en Su contra. En primer lugar, le acusaron de pervertir a la nación, es decir, de provocar a los alborotadores, causando disturbios y disensión. En segundo lugar, fue acusado de prohibir el pagar los tributos a Roma, enseñando a las gentes a no pagar sus impuestos. En tercer lugar, le acusaron de querer ser el rey en lugar de César. Pilato aprovecha esta tercera acusación como la única importante de las tres.

Algunos de ustedes habrán estado en la Torre de Antonio, que domina sobre el sector del templo en Jerusalén. Posiblemente fuese a esa fortaleza romana a donde llevaron a Jesús ante Pilato y éste aprovecha la oportunidad para decirle a Jesús: "¿Eres tú el Rey de los judíos?". La respuesta que da Jesús ha dejado intrigadas a muchas personas. No dijo, como había dicho con anterioridad a los sacerdotes: "Yo soy", sino que le contestó diciendo: "Tú lo dices", o "Eso es lo que tú dices". Muchos se han sentido preocupados por esta frase, debido a que no es ni una afirmación ni una negativa, sino sencillamente: "Eso es lo que tú dices. ¿Soy yo el Rey de los Judíos? Según tu manera de pensar puedes llamarme el Rey de los judíos". ¿Por qué no fue más positivo? Creo que la respuesta está clara en el evangelio de Juan. En Juan 18:36-37, Jesús continuó diciendo: "Mi reino no es de este mundo; si fuera de este mundo, mis seguidores pelearían... ". Lo que hace es dejar muy claro a Pilato que Su reino no representa, ni mucho menos, una amenaza para Roma. Estoy convencido de que Pilato lo entendió de ese modo y se sintió aliviado de cualquier temor, en el sentido de que Jesús hubiera estado intentando fomentar una revolución contra Roma.

Si sabemos leer entre líneas nos daremos cuenta de que los sacerdotes comenzaron a ver que Pilato había entendido que Jesús no estaba desafiando la autoridad de Roma, y el caso estaba empezando a venírseles abajo. Marcos nos dice que estaban furiosos y que comenzaron a acusarle de muchas cosas, acumulando todas las acusaciones que se les ocurre para mostrar a Pilato que desean la muerte de ese hombre. Si saltamos al versículo 10, hay un versículo muy revelador que dice que Pilato "sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes". Pilato no tenía un pelo de tonto; era un gobernador cruel y rapaz, pero no era tonto, y pudo ver a través de todas aquellas falsas acusaciones y entender lo que los sacerdotes pretendían conseguir y el motivo. Tener envidia significa desear algo que tiene otra persona. Sentimos celos de ello y, si no lo podemos tener nosotros mismos, tampoco queremos que lo tenga la otra persona. Eso es lo terrible de la envidia. Lo que los sacerdotes querían era la sabiduría, el poder y la autoridad que tenía Jesús sobre el pueblo. "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Juan 7:46b), y ellos lo sabían. Habían intentado repetidamente contradecir lo que Él había dicho y pillarle en Sus propias palabras, pero nunca lo conseguían. Él tenía siempre una palabra, una palabra sencilla que les dejaba totalmente derrotados a ellos y a sus planes. Esa habilidad y ese poder les enfurecía y hacía que le tuviesen envidia.

Frente a todas estas acusaciones que los sacerdotes acumulaban en Su contra, Jesús permaneció callado. Sencillamente permaneció allí, y Pilato se mostró asombrado por Su actitud e intentó animarle a que respondiese. Creo que eso es lo que debemos ver en las palabras de Pilato: "¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan". Pero una vez más el Señor no dice ni palabra, y ni siquiera responde a lo que le dice Pilato. Por lo que aquí se ha dejado constancia de que Pilato se quedó maravillado de que el Señor permaneciese callado. ¿Por qué lo hizo el Señor?, y ¿por qué Su silencio maravilló de tal modo al gobernador?

Si seguimos leyendo el capítulo nos encontramos con que unas pocas horas después, cuando Jesús estaba colgado en la cruz, los principales sacerdotes y otros que estaban a Su alrededor, le estaban provocando y burlándose de Él. El versículo 29 dice:

Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabezas y diciendo: "¡Bah! tú que derribarías el Templo de Dios y en tres días lo reedificarías, sálvate a ti mismo y desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, burlándose, se decían unos a otros, con los escribas: "A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar". (Marcos 15:29-31)

Pero estaban equivocados al hacer esa afirmación. Creían que no se podía salvar a Sí mismo, pero pudo haberlo hecho. Creo que aquí, en presencia de Pilato, Jesús podría haberse salvado de ir a la cruz. Porque era evidente para Él que Pilato sabía que era inocente y quería librarle, y estaba intentando encontrar la manera de hacerlo. Si Jesús hubiese respondido a Pilato de alguna manera, el gobernador hubiera usado las palabras para anular las acusaciones y ponerle inmediatamente en libertad. Es evidente, al llegar a este punto, que la simpatía de Pilato está de parte de Jesús y no de los sacerdotes. Sabe lo que están intentando hacer, que están intentando presentar cargos falsos en Su contra para deshacerse de Él; sabe que el hombre es inocente y que no representa ninguna amenaza para Roma y desea ponerle en libertad, pero estaba maravillado porque Jesús no cooperaba con él. No dijo ni una palabra y no le dio a Pilato ninguna base sobre la que poder ponerle en libertad. Por lo tanto, el silencio de Jesús expone, de modo efectivo, la enemistad de estos sacerdotes. Dejó al descubierto sus engaños y no les quedó más remedio que decir abiertamente que lo que les estaba carcomiendo era en realidad los celos que tenían en sus corazones de Jesús.

Eso es lo que quiero decir cuando digo que la cruz tiene una manera sorprendente de obrar a nuestro favor. Nos libera de toda pretensión; es el gran arado que desgarra la hipocresía de nuestras vidas, dejándola al descubierto para que todos la puedan ver, incluyéndonos a nosotros mismos. Eso es lo que vemos que sucede en este caso. Al guardar Jesús silencio ante estos sacerdotes, se ven obligados a dejar clara la enemistad que hay en sus corazones contra Jesús.

El segundo movimiento de esta historia comienza con el incidente relacionado con Barrabás. Los relatos de los otros evangelios nos dicen que al llegar a este punto Pilato envió a Jesús a Herodes, que estaba considerado como el rey de los judíos, que intentó burlarse de Jesús y conseguir que realizase un milagro. Marcos no cuenta nada de eso, pero Jesús permaneció callado delante de Herodes y no abrió Su boca para nada, por lo que Herodes le envió de nuevo a Pilato y aquí Marcos continúa con la narrativa en el versículo 6, diciendo:

En el día de la Fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidieran. Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta. Viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciera como siempre les había hecho. Pilato les respondió diciendo: "¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?", porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes. Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltara más bien a Barrabás. Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: "¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?". Y ellos volvieron a gritar: "¡Crucifícalo!". Pilato dijo: "¿Pues qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban aun más: "¡Crucifícalo!". Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado. (Marcos 15:6-15)

Todos los escritores de los evangelios mencionan a Barrabás. Era un revolucionario sediento de sangre, miembro de la versión del primer siglo del Ejército Simbiótico de Liberación; era un tipo testarudo, con las manos manchadas de sangre, un asesino, según nos cuenta Lucas. Lo interesante acerca de él es su nombre, que significa "hijo del padre". Y en una coincidencia histórica de lo más dramática, según algunos de los más antiguos manuscritos, existe alguna evidencia en el sentido de que es muy posible que su nombre fuese Jesús Barrabás: Jesús, hijo del padre. No sé de qué manera podemos leer y entender eso sin saber que esto es una vez más una manera sutil que tiene Dios de enseñarnos acerca de "la sabiduría oculta y secreta de Dios", de la que Pablo habla en 1ª de Corintios 2:7, es decir, la que guía en silencio los acontecimientos tras el escenario, sacando cosas a la luz que, de lo contrario, no se habrían sabido nunca. Porque la multitud no se enfrenta con la necesidad de elegir entre Jesús, el hijo del padre, que gobierna por la fuerza y que vive gracias a su ingenio, y Jesús, el Hijo del Padre, que gobierna por medio del amor y que está dispuesto a sacrificarse a Sí mismo.

Creo que hay algo que es preciso que nos preguntemos: ¿Por qué eligieron a Barrabás? La respuesta parece ser que estaban decepcionados con Jesús. Esa era la multitud que sólo unos días antes, le había dado la bienvenida a Jerusalén. La ciudad estaba llena de personas a las que Jesús había sanado. Los ojos de los ciegos habían sido abiertos, los sordos habían podido oír y los cojos habían podido andar. Debía de haber cientos, si no miles de personas en aquellos momentos en Jerusalén a las que el Señor había intervenido personalmente en sus vidas para ayudarlas. Había despertado en las gentes la esperanza, el ardiente deseo de que era, efectivamente, el Mesías que había venido para librarles del yugo de Roma. Todas sus ideas acerca del mesianismo giraban en torno al pensamiento de que Él sería Quien les habría de librar de la odiada esclavitud a Roma. Y ahora, que le veían impotente frente al gobernador romano, viendo Su aparente falta de deseo o incapacidad para defenderse de algún modo o de librarse de aquello, de alguna forma, o de hacer algo contra los romanos, toda la lealtad que habían sentido hacia Él se había desvanecido. En ira y decepción, se habían vuelto y habían elegido a Jesús, el hijo del padre, que vivía por la fuerza, a Barrabás, el asesino.

También nosotros nos enfrentamos con la misma decisión con la que se enfrentaron aquellos judíos que tuvieron que elegir entre Barrabás y Jesús. ¿Se ha sentido usted alguna vez decepcionado con Jesús o decepcionado con Dios? ¿Ha esperado alguna vez que actuase de un modo determinado por lo que ha entendido usted acerca de Él, de Su vida y Su naturaleza, pero Él no lo ha hecho? ¿Le ha pasado eso alguna vez? A mí, sí. Me he sentido furioso y decepcionado con Dios. He sentido que no ha estado a la altura de Sus promesas, porque me he sentido seguro de saber lo que iba a hacer y Él me ha decepcionado. Mi corazón se ha llenado de ira por el hecho de que Dios no ha actuado de ese modo, a pesar de que Él nos ha dicho una y otra vez: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos, más altos que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9). No podemos entender completamente a Dios. Él es fiel a Sí mismo, Él no miente nunca, no nos engaña jamás; pero Él es más de lo que nosotros sabemos manejar. Es superior a lo que somos nosotros. Y al igual que le sucedió a aquella multitud, nos enfurecemos con Dios, y nos sentimos molestos con Jesús y le damos la espalda, y siempre hay otro Jesús que nos está esperando entre bastidores, y estamos dispuestos a seguirle.

Hace unas semanas vi el musical "Jesucristo superestrella". En cierto modo, aprecio ese musical. Pensé que era una revelación muy sincera de la manera en que el mundo se imagina a Jesús. Sin embargo, había algo que estaba muy claro: que no es el mismo Jesús que aparece en los evangelios. Es el mismo nombre, los mismos atributos, pero no es el mismo Jesús. Nuestra ira y nuestra decepción en Jesús siempre abre ante nosotros la posibilidad de seguir a otro Jesús. El que azotasen a Jesús, tal y como se nos relata en este párrafo, suscita otro interrogante. Pilato sabía que la multitud quería que les soltase a Barrabás, y no a Jesús, y les preguntó: "¿Qué, pues, queréis que haga con el que llamáis el Rey de los judíos?", a lo que le contestaron: "¡Crucifícalo!". Creo que Pilato se quedó un tanto horrorizado por esas palabras, pues no había base alguna sobre la cual dar la orden para que le crucificasen. Pero, a pesar de ello, era lo que exigía la multitud, y Pilato era un hombre que deseaba complacer a los demás, por lo que mandó azotar a Jesús, a pesar de que no era costumbre azotar a un hombre al que fuesen a crucificar. No existe evidencia alguna de que los ladrones que fueron crucificados junto a Jesús, fuesen azotados antes de ir a la cruz, a pesar de lo cual, Pilato da orden de que azoten a Jesús. Cualquiera de ustedes que haya visto lo que usaban los romanos para llevar a cabo este proceso, se dará cuenta de que era una experiencia sangrienta y amarga. En las largas cuerdas de cuero iban incrustrados pedazos de metal y de hueso, de modo que al golpear las tiras de cuero a su alrededor, la piel de la espalda del prisionero quedaba cortada y abierta, hasta que no era más que una masa ensangrentada. Me he preguntado con frecuencia por qué Pilato ordenó que Jesús fuese azotado, sabiendo que habría de ser crucificado después, pero creo que está claro que fue el último esfuerzo que realizó Pilato por dejarle en libertad. Tenía la esperanza de que azotándole, despertaría la simpatía de la multitud. Esperaba castigarle de tal manera que despertase los sentimientos de la multitud a favor de Jesús. Porque Juan nos dice que una vez que le hubieron azotado, Pilato condujo a Jesús ante la multitud y les dijo: "¡He aquí el hombre!" (Juan 19:5), pero fracasó. Incitados por los principales sacerdotes y por otros, la multitud siguió gritando en su locura: "¡Crucifícalo!".

Juan nos dice que Pilato le temía a Jesús. Tenía miedo de la multitud; temía a Jesús; así que, al proseguir el relato, nos encontramos con un hombre de dudoso carácter, que se ve atrapado por un dilema. Está intentando complacer a dos poderes contrarios; queda desnudo ante toda la historia, y comenzamos a ver a este hombre en su verdadero carácter. Es un cobarde, que teme tomar una decisión sobre la base de la justicia. De modo que intenta decidir sobre la base de la conveniencia, y lleva a término la maldición de todos los tiempos. Vemos de nuevo cómo la cruz obra tras la escena, sacando a la luz lo que estaba oculto.

Ahora el último párrafo de esta mañana trata acerca de los soldados, como vemos en el versículo 16:

Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona tejida de espinas y comenzaron a saludarlo: "¡Salve, Rey de los judíos!". Le golpeaban la cabeza con una caña, lo escupían y, puestos de rodillas, le hacían reverencias. Después de haberse burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus propios vestidos y lo sacaron para crucificarlo". (Marcos 15:16-20)

Esta burla era algo extraño porque no acostumbraban a hacer esto con los que habían sido sentenciados a morir en la cruz. Eran soldados implacables, de mano dura, acostumbrados a cumplir con órdenes espantosas. Podían sacar a un hombre y, sin la menor sensibilidad, clavarle en una cruz antes de irse a desayunar. Pero someten a Jesús a esta burla, que parece ir acompañada de una gran pasión. Fíjese en que llaman a toda la banda, a todos los soldados que no estaban de guardia, o que estaban allí sin hacer nada, de modo que todos participaron en ella. Fue algo espontáneo; no era algo que tuviesen que hacer, sino algo que decidieron por sí mismos, permitiéndose el lujo de insultar y burlarse con crueldad de Jesús. Le hicieron una corona de espinas y se la colocaron sobre la cabeza del Señor, pusieron una caña en Su mano como cetro y se inclinaron ante Él; le escupieron, y le arrancaron la caña de la mano y le pegaron en la cabeza con ella.

¿Por qué esta extraña burla insultante? Una vez más, creo que la respuesta queda clara en lo que le dijeron: "¡Salve, Rey de los judíos!". La verdad es que no estaban enfurecidos con Jesús, y hasta es probable que nunca le hubieran visto con anterioridad y que supiesen muy poco acerca de Él. Con los que estaban furiosos era con los judíos, y todo aquel odio y resentimiento habían ido acumulando en su interior en contra de aquel pueblo testarudo y difícil. De repente le dan rienda suelta, encontrando su objetivo en ese Judío solitario, que entendían que en cierto modo era considerado como el Rey de los Judíos. Todos aquellos espantosos prejuicios y odio racial lo pagaron con Jesús, y una vez más nos damos cuenta de qué modo la cruz descubre lo que estaba oculto. Esta mañana leímos en el Salmo 2, comenzando con estas palabras:

¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes conspirarán contra Jehová y contra su ungido, diciendo: "Rompamos sus ligaduras y echemos de nosotros sus cuerdas". (Salmo 2:1-3)

El salmista se está preguntando: "¿Por qué?". Y al leer este relato, vemos que Dios está moviéndose sutilmente, de extrañas y diferentes maneras, tras el escenario, para responder a esa pregunta. Al introducirse la cruz de Jesús en la vida de cualquier hombre, mujer, muchacho o muchacha, elimina con poder cualquier simulación, y tenemos que responder final, clara y honestamente cuál es nuestra reacción frente a Jesús.

Por eso es por lo que la gran pregunta a lo largo de todos los tiempos ha sido; "¿Qué vais a hacer con Jesús, llamado el Cristo?". ¿Qué actitud tiene usted con respecto a Jesús? ¿Le ama usted? Pablo escribe: "Si alguno no ama al Señor Jesucristo, sea anatema". La palabra significa que sea maldito. ¿Por qué diría algo tan duro como eso? Porque, como vemos, en eso consiste la prueba. Si no ama usted a Jesús, ¿a quién ama? Amamos lo contrario. En lugar de amar el amor, amamos el odio. En vez de amar la verdad, amamos la mentira. En lugar de amar la honestidad, amamos el engaño. Es la prueba final de todos los tiempos, en el caso de todas las personas. ¿Qué siente usted con respecto a Jesús? ¿Le ama usted? La mayoría de nosotros le amamos, pero incluso en aquellas horas en que actuamos de manera diferente, la cruz tiene esta extraña y maravillosa manera de penetrar muy por debajo de la superficie y de sacar todo lo secreto de la sabiduría de Dios, que ninguno de los gobernantes de este tiempo entiende; porque si lo hubieran entendido, no habrían crucificado nunca al Señor de la gloria. Al final cada uno de nosotros tenemos que aparecer ante Dios tal y como somos, desnudos. Así que espero que si la actitud que tiene usted con respecto a Jesús no es de amor, tal vez esta mañana querrá usted poner esa actitud a Sus pies y, aunque usted no pueda cambiar su propio corazón, Él sí que puede hacerlo. Si usted se lo presenta, Él producirá el cambio.

Oración

Señor, vemos de un modo perfectamente diáfano la manera en que te has convertido en la crisis de la historia, en la gran división que separa lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo que es amor y lo que es desamor. Señor, Tú nos dices quiénes somos y lo que somos. Sencillamente queremos admitir que la vida hace que tengamos que estar continuamente enfrentándonos con decisiones por elegir entre Barrabás o Cristo, eligiendo entre la honestidad y el engaño, la arrogancia y la humildad. Señor, concédenos que volvamos nuestros corazones hacia Ti y que elijamos al Señor Jesús, el que ha sido exaltado para ser Señor sobre el cielo y la tierra, sobre todas las cosas, ante Quién toda rodilla debe doblarse y toda lengua deberá confesar que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Que nuestros corazones sean ahora el eco de esa alabanza. Lo pedimos en Su nombre. Amén.